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Me alejé sin esperar a ver su reacción. Muse trotaba detrás de mí.

– Eso sí ha tenido clase -dijo.

Seguí caminando. Era una amenaza vacía, por supuesto -los pecados del padre nunca deberían caer sobre el hijo- pero si esa imagen era la que EJ se llevaba cada día a la cama, me parecía bien.

Muse saltó delante de mí.

– Tienes que calmarte, Cope.

– Se me ha olvidado, Muse, ¿eres mi investigadora o mi loquera?

Levantó las manos en un gesto de rendición y me dejó pasar. Me senté en mi silla y esperé al juez.

¿En qué estaría pensando Bob?

Hay días en que los juicios son una pérdida de tiempo. Ése día fue uno de ellos. Flair y Mort sabían que lo tenían fatal. Querían excluir el DVD pornográfico porque no lo habíamos presentado antes. Intentaron un juicio nulo. Presentaron mociones y entregaron hallazgos, investigaciones y documentos. Seguro que sus pasantes se habían pasado la noche en vela.

El juez Pierce escuchó con sus cejas pobladas bajas. Tenía la mano en la barbilla y parecía muy pero que muy judicial. No hizo comentarios. Utilizó expresiones como «bajo consideración». No me preocupé. No tenían nada. Pero una idea se estaba introduciendo en mi cabeza y me daba la lata. Habían ido a por mí. Habían ido a por mí y a por todas. ¿Por qué no iban a hacer lo mismo con el juez?

Le miré la cara. No delataba nada. Le miré a los ojos, busqué alguna clase de indicio de que no estaba durmiendo. No vi nada, pero eso no significaba mucho.

Acabamos sobre las tres de la tarde, volví al despacho y miré los mensajes. No había nada de Greta. Volví a llamarla. No contestó. Lo intenté también en el móvil de Bob. Tampoco, nada. Dejé un mensaje.

Miré aquellas dos fotografías: el Gil Pérez envejecido, el Manolo Santiago muerto. Después llamé a Lucy y ella respondió a la primera.

– Hola -contestó Lucy.

A diferencia de la otra noche, esta vez la voz de Lucy tenía su cadencia característica y eso me devolvió otra vez al pasado.

– Hola.

Hubo un silencio raro, pero casi feliz.

– Tengo la dirección de los señores Pérez -dije-. Quiero tener otra conversación con ellos.

– ¿Cuándo?

– Ahora. No viven muy lejos de tu casa. Puedo recogerte por el camino.

– Estaré preparada.


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