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– Eso no importa.

– Lo mandé de forma anónima.

– Lo sé.

– Y usted dijo que eran confidenciales.

– Lo sé y lo siento.

Sylvia se frotó la nariz y miró al vacío. Los cabellos le chorreaban.

– Además le mentí -dijo Sylvia.

– ¿En qué?

– Sobre lo que había escrito. Cuando fui a verla al despacho el otro día. ¿Se acuerda?

– Sí.

– ¿Se acuerda de lo que le dije que había escrito?

Lucy lo pensó un momento.

– Tu primera vez.

Sylvia sonrió, pero sin ninguna alegría.

– Supongo que, aunque sea enfermizo, era verdad.

Lucy se quedó un momento pensando en eso.

– No sé si te entiendo, Sylvia.

Sylvia no dijo nada durante un rato. Entonces Lucy recordó que Lonnie le había dicho que la ayudaría haciéndola hablar. Pero había dicho que esperaría al día siguiente.

– ¿Ha venido Lonnie a verte esta noche?

– ¿Lonnie Berger? ¿De la clase?

– Sí.

– No. ¿Para qué iba a venir a verme?

– No es importante. Entonces ¿has venido por decisión propia?

Sylvia tragó saliva y pareció insegura de sí misma.

– ¿He hecho mal?

– No, ni mucho menos. Me alegro de que estés aquí.

– Estoy muy asustada -dijo Sylvia.

Lucy asintió intentando parecer tranquila y alentadora al mismo tiempo. Forzar el tema podía volverse contra ella. Así que esperó. Esperó dos minutos enteros antes de hablar.

– No tienes por qué tener miedo -dijo Lucy.

– ¿Qué cree que debo hacer?

– Cuéntamelo todo, ¿vale?

– Ya lo he hecho, o al menos casi todo.

Lucy no sabía cómo enfocarlo.

– ¿Quién es P?

Sylvia frunció el ceño.

– ¿Qué?

– En tu diario. Hablas de un chico llamado P. ¿Quién es P?

– ¿De qué está hablando?

Lucy calló y después volvió a intentarlo.

– Dime exactamente por qué estás aquí, Sylvia.

Pero Sylvia se había vuelto cautelosa.

– ¿Para qué ha venido hoy a mi cuarto?

– Porque quería hablar de tu diario.

– Entonces ¿por qué me pregunta por un chico llamado P? Yo no he llamado P a nadie. Dije directamente que era… -las palabras se le atragantaron en la garganta, cerró los ojos y susurró- mi padre.

El pantano se rompió. Las lágrimas cayeron como la lluvia, en cascada.

Lucy cerró los ojos. La historia del incesto. La que les había horrorizado tanto a ella y a Lonnie. Maldita sea. Lonnie se había equivocado. Sylvia no había escrito el diario sobre la noche en el bosque.

– Tu padre abusó de ti cuando tenías doce años -dijo Lucy.

Sylvia se tapaba la cara con las manos. Era como si le arrancaran los sollozos del pecho. Todo su cuerpo se sacudía mientras bajaba y subía la cabeza. Lucy miró a la pobre chica, tan deseosa de agradar, y se imaginó al padre. Cogió la mano de Sylvia. Se acercó un poco más y la rodeó con sus brazos. Sylvia se apoyó en su pecho y lloró. Lucy la arrulló y la acunó, abrazándola.


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