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– Es perjudicial -contrarresté.

Flair me miró como si acabara de caerme de un caballo.

– Ya le he explicado por qué no lo es. Pero la verdad es que Chamique Johnson ha acusado a dos jóvenes de un delito muy grave. Ha testificado que un hombre llamado Jim la violó. Lo que estoy preguntando, pura y simplemente, es esto: ¿alguna vez ha mantenido relaciones sexuales con el señor Jim Broodway, o James, si lo prefiere, que está cumpliendo condena en la penitenciaría del estado por delitos sexuales?

Ahora entendía adonde quería ir a parar. Y no me gustaba.

– Lo permitiré -dijo el juez.

Volví a sentarme.

– Señorita Johnson, ¿alguna vez ha mantenido relaciones sexuales con el señor Broodway?

Le resbaló una lágrima por la mejilla.

– Sí.

– ¿Más de una vez?

– Sí.

Parecía que Flair quisiera intentar especificar más, pero fue lo bastante listo para parar. Cambió un poco de dirección.

– ¿Alguna vez estuvo colocada o ebria mientras mantenía relaciones sexuales con el señor Broodway?

– Podría ser.

– ¿Sí o no?

La voz de Flair era amable pero firme. También desprendía una pizca de indignación.

– Sí.

Ahora lloraba más. Me levanté.

– Un descanso, señoría.

Flair dejó caer el martillo antes de que el juez pudiera responder.

– ¿Alguna vez hubo otro hombre implicado en sus relaciones sexuales con Jim Broodway? La sala estalló en exclamaciones.

– ¡Señoría! -grité.

– ¡Orden! -El juez usó la maza-. ¡Orden!

La sala volvió a quedar en silencio rápidamente. El juez Pierce me miró.

– Sé lo difícil que es escuchar esto, pero permitiré la pregunta. -Se dirigió a Chamique-. Por favor, responda.

La estenógrafa de la sala repitió la pregunta. Chamique se quedó quieta mientras las lágrimas resbalaban por su cara. Cuando la estenógrafa terminó, Chamique dijo:

– No.

– El señor Broodway testificará que…

– ¡Dejó que un amigo suyo mirara! -gritó Chamique-. Nada más. ¡Nunca permití que me tocara! ¿Me ha oído? ¡Nunca!

El silencio era total en la sala. Intenté mantener la cabeza alta, intenté no cerrar los ojos.

– Así que -dijo Flair Hickory-, tuvo relaciones sexuales con un hombre llamado Jim…

– ¡James! ¡Se llama James!

– …y había otro hombre en la habitación y sin embargo, ¿no sabe de dónde salieron los nombres de Jim y Cal?

– No conozco a ningún Cal. Y se llama James.

Flair Hickory se acercó más a ella. Ahora su cara expresaba preocupación, como si quisiera tocarla.

– ¿Está usted segura de que no se lo ha imaginado, señorita Johnson?

Su voz parecía la de uno de esos médicos que salen en la tele.

Ella se secó las lágrimas.

– Sí, señor Hickory, estoy segura. Absolutamente segura.

Pero Flair no se amilanó.

– No estoy diciendo que mienta -siguió, y yo me mordí la lengua para no protestar-, pero ¿no existe la posibilidad de que tal vez tomara demasiado ponche, y no es culpa suya, por supuesto, ya que no sabía que contuviera alcohol, y participara en un acto consentido y después recordara algo de otra época? ¿No explicaría esto que insista en decir que los hombres que la violaron se llamaban Jim y Cal?

Estaba de pie para decir que eso eran dos preguntas, pero Flair sabía perfectamente lo que hacía.

– Lo retiro -dijo Flair Hickory, como si aquel asunto fuera muy triste para todas las partes implicadas-. No tengo más preguntas.


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