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A última hora de la tarde, Michael recibió una llamada de Johnny Fontane, desde Hollywood. Sonny se puso al teléfono:

– No, Johnny, no vale la pena que hagas un viaje tan largo para ver a mi padre. Está muy mal, y ello representaría para ti una publicidad negativa. Sé que al viejo no le gustaría. Espera a que se recupere un poco. Entonces, cuando esté en casa, ven a verle. De acuerdo, Johnny. No te preocupes, le transmitiré tu mensaje. Sonny colgó el auricular y se volvió hacia Michael. A papá le gustará saber que Johnny quería venir desde California con el único objeto de hacerle una visita -comentó.

Posteriormente, aquella misma tarde, Michael recibió una llamada por el teléfono de la cocina, donde estaba de guardia uno de los hombres de Clemenza. Era Kay.

– ¿Cómo está tu padre? -preguntó.

Su voz sonaba un poco extraña. Michael sabía que la muchacha no podía acabar de creer que su padre era realmente lo que los periódicos decían que era: un gángster.

– Se pondrá bien -afirmó Michael.

– ¿Podré acompañarte cuando vayas al hospital a visitarlo?

Michael se echó a reír. Kay se había acordado de que él le había dicho muchas veces hasta qué punto valoraban los viejos italianos estos detalles.

– Éste es un caso especial -objetó-. Si los periodistas se enteran de quién eres, aparecerás en la tercera página del Daily News con unos titulares que dirán: «La heredera de una antigua familia americana mantiene un idilio con el hijo de un alto jefe de la Mafia». ¿Cómo sentaría eso a tus padres?

– Mis padres nunca leen el Daily News -respondió Kay, secamente. Se produjo una corta pausa y Kay prosiguió-: ¿Pero tú estás bien, Mike? ¿No corres ningún peligro?

Michael rió de nuevo.

– Se me conoce como el corderito de la familia Corleone. Soy tan inofensivo, que nadie se preocupará de mi persona. No, todo ha terminado, Kay; no habrá problemas. En cierto modo, todo ha sido un accidente. Ya te lo explicaré cuando nos veamos.

– ¿Y cuándo será eso? -preguntó Kay.

– ¿Te va bien esta noche? Tomaremos algo y cenaremos en tu hotel, después iré al hospital a visitar a mi padre. Ya estoy cansado de estar todo el día junto al teléfono. ¿Qué te parece? Pero ni una palabra a nadie. No quiero que los periodistas nos fotografíen juntos. Te lo digo en serio; Kay; sería muy violento, sobre todo para tus padres.

– Muy bien -dijo Kay-. Te esperaré. ¿Quieres que te compre algo? ¿Necesitas cualquier otra cosa?

– No -respondió Michael-. Sólo quiero que estés lista cuando vaya a buscarte.

– No te preocupes, lo estaré -rió la muchacha con cierto nerviosismo-. ¿No lo estoy siempre?

– Sí, desde luego. Por eso eres para mí la mejor de las chicas.

– Te quiero -dijo Kay-. ¿Por qué no me dices que tú también me quieres?

– Ahora no puedo -respondió Michael, después de mirar a los cuatro hombres que estaban sentados en la cocina-. Quedamos para esta noche ¿de acuerdo? -De acuerdo. Michael colgó el auricular.

Clemenza acababa de regresar de su trabajo del día y se hallaba en la cocina, ocupado con una lata de tomate. Michael le saludó y se fue al despacho, donde encontró a Hagen y a Sonny, que le esperaban con impaciencia.

– ¿Ha llegado ya Clemenza? -preguntó Sonny.

– Está preparando espaguetis para la tropa, igual que en el ejército -bromeó Michael.

– Pues dile que lo deje todo y venga aquí enseguida -ordenó Sonny-. Tiene cosas más importantes que hacer. Que venga también Tessio.

Minutos después, los cinco hombres estaban en el despacho.

– ¿Te has encargado de él? -dijo Sonny secamente, dirigiéndose a Clemenza.

– No volverás a verlo -fue la respuesta del _caporegime_.

Michael sintió un escalofrío al comprender que estaban hablando de Paulie Gatto, de que el pequeño Paulie había muerto a manos del bonachón Clemenza.

Sonny preguntó a Hagen:

– ¿Has tenido suerte con Sollozzo?

Hagen hizo un gesto negativo.

– Parece que ya no tiene interés en negociar con nosotros -respondió-. O tal vez tenga miedo de nuestros hombres. En cualquier caso, sabe que no le queda más remedio que pactar con nosotros. Perdió su gran oportunidad cuando no consiguió acabar con tu padre.

– Es un individuo listo -dijo Sonny-, el más listo con el que se ha enfrentado nuestra Familia. Tal vez se imagina que queremos ganar tiempo mientras mi padre se recupera, o que esperamos la ocasión de cazarle a él.

– Seguro que algo sospecha -asintió Hagen-. Sin embargo, no le queda más remedio que negociar. Mañana quedará todo arreglado, estoy seguro.

En aquel momento, uno de los hombres de Clemenza llamó a la puerta y, después de recibir el permiso, entró en la oficina.

– Acaban de dar la noticia por la radio -informó a su jefe directo-: la policía ha encontrado a Paulie Gatto, muerto en su coche.

– No se preocupe -respondió Clemenza, asintiendo.

El subordinado le miró con expresión de sorpresa, y enseguida le dirigió una mirada de comprensión, antes de regresar a la cocina.

La conferencia prosiguió como si no hubiese habido interrupción alguna. Sonny preguntó a Hagen:

– ¿Se ha producido algún cambio en el estado del Don?

– Está muy bien, pero no podrá hablar hasta dentro de un par de días -contestó Hagen-. Está muy débil. Se va recuperando de la operación. Tu madre está a su lado casi todo el día, y también Connie. Hay muchos policías en el hospital, y también están los hombres de Tessio, por si las moscas. Dentro de dos días estará bien; entonces podrá darnos instrucciones. Mientras, hemos de evitar que Sollozzo cometa una locura. Por eso quiero que empieces las negociaciones con él.

– Mientras mi padre se recupera, Clemenza y Tessio velarán por él -gruñó Sonny-. Tal vez tengamos suerte y podamos resolverlo todo.

– No lo creo -replicó Hagen-. Sollozzo es demasiado listo. Sabe positivamente que, una vez en la mesa de negociaciones, tendrá que plegarse casi por completo a nuestras condiciones, por eso está dando largas al asunto. Sospecho que intenta conseguir el apoyo de las otras Familias de Nueva York para que no nos atrevamos a proceder contra él cuando el Don se haya recuperado.

– ¿Por qué diablos tendrían que apoyarle? -exclamó Sonny, sorprendido.

– Para evitar una guerra que perjudicaría a todos -replicó Hagen, pacientemente-. Para evitar que la prensa y el Gobierno se fijen demasiado en todos nosotros. Además, Sollozzo les daría su parte. Y tú sabes que en un asunto como el de las drogas hay mucho que repartir. La familia Corleone no necesita las drogas, ya que tiene el juego, que es lo más rentable. Pero las otras Familias están hambrientas. Sollozzo es un hombre con experiencia y ellos saben que está capacitado para operar a gran escala. Vivo, representa dinero para sus bolsillos; muerto, es un problema.

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