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– Mejor pasado mañana -replicó Sonny-. No quiero que nadie sepa ni una palabra del asunto hasta entonces. Oye, quiero tratar de algunos asuntos privados con mi hermano. ¿No te importará aguardar fuera? Más tarde terminaremos la lista. Tú y Clemenza trabajaréis juntos en esto.

– De acuerdo -dijo Tessio, y salió.

– ¿Cómo puedes estar tan seguro de que es Paulie? -preguntó Michael.

– Tenemos amigos en la compañía telefónica, y ellos han comprobado todas las llamadas efectuadas y recibidas por Gatto y Clemenza. Durante cada uno de los tres días en que estuvo enfermo este mes, Paulie recibió una llamada desde una cabina cercana al edificio en que nuestro padre tiene su oficina. También hoy. Tal vez querían asegurarse de si Paulie salía o de si alguien ocupaba su lugar o de cualquier otra cosa; no importa ya. Gracias a Dios que ha sido Paulie. Clemenza nos hará mucha falta.

– ¿Va a ser una guerra abierta? -preguntó Michael, en tono indeciso.

– Así será, pero quiero esperar a que Tom esté con nosotros -respondió con una mirada acerada-. Luego, cuando el viejo se haya recuperado, que sea él quien decida.

– Siendo así ¿por qué no te quedas con los brazos cruzados hasta que papá pueda decidir? -preguntó Michael.

Sonny le miró como si fuese un ser del otro mundo.

– ¿Cómo diablos conseguiste tus medallas en la guerra? Tenemos que luchar, y lucharemos, muchacho. Ahora sólo me preocupa que no pongan en libertad a Tom.

– ¿Por qué no? -preguntó Michael, sorprendido.

– Secuestraron a Tom porque estaban convencidos de que nuestro padre había muerto -contestó Sonny con paciencia-y pensaban que podrían hacer un trato conmigo. Tom debía actuar de intermediario y transmitirme la proposición de Sollozzo. Sin embargo ahora saben que el viejo está vivo y que no podrán hacer tratos conmigo, así que Tom no les sirve de nada. A lo mejor lo dejan libre, pero también pueden matarlo; dependerá del humor de Sollozzo. Si lo liquidan, ello significará que se hallan dispuestos a llegar hasta el final.

– ¿Cómo es posible que Sollozzo pensara que podía llegar a un acuerdo contigo? -preguntó Michael, suavemente.

La pregunta cogió a Sonny desprevenido.

– Tuvimos una entrevista hace unos pocos meses -respondió tras un largo silencio-. Sollozzo nos propuso que participáramos en el negocio de las drogas. El viejo no aceptó. Pero durante la reunión dije algo que indujo a Sollozzo a creer que yo deseaba llegar a un acuerdo. Fue un error, lo reconozco. Si hay algo que disguste a nuestro padre, es demostrar que en la Familia hay diversidad de opiniones. Sollozzo creyó que si lograba apartar al viejo, yo entraría en el asunto de las drogas. Sin el viejo, el poder de la Familia se reduce al menos en un cincuenta por ciento. Por otra parte, me sería muy difícil controlar todos los negocios de la Familia. Las drogas son el negocio del futuro, y opino que deberíamos dedicarnos a ellas. En el atentado contra nuestro padre no ha habido nada personal; ha sido todo cuestión de negocios. Pensando como hombre de negocios, me asociaría con Sollozzo. Naturalmente, no se fiaría mucho de mí, pero sabe que cuando yo hubiera aceptado el trato, las otras Familias no me dejarían empezar la guerra contra él sólo por venganza. Además, cuenta con el apoyo de los Tattaglia.

– Si hubieran acabado con nuestro padre ¿qué hubieses hecho? -preguntó Michael.

Con toda soltura, sin demostrar sentimiento alguno, Sonny replicó:

– Sollozzo morirá. No me importa lo que cueste. Si tengo que luchar contra las cinco Familias de Nueva York, lo haré. La familia Tattaglia tiene que ser aniquilada, aunque ello signifique nuestra propia destrucción.

– Papá no habría reaccionado así -comentó Michael, con voz tranquila.

– Sé que no puedo compararme con papá -admitió Sonny con cierta rabia-, pero deja que te diga una cosa. Cuando se trata de actuar, soy tan bueno como el mejor. Nuestro padre sólo me aventaja en su visión del futuro. Sollozzo, Clemenza y Tessio saben que mis golpes pueden ser durísimos. Lo demostré a los diecinueve años, la última vez que la Familia se vio envuelta en una guerra; en ese momento fui una gran ayuda para papá. Por eso estoy tranquilo ahora. Y nuestra Familia tiene todos los ases en la mano en un posible trato con Sollozzo. Sólo necesito localizar a Luca.

– ¿Es Luca tan duro como dicen? -preguntó Michael con curiosidad-. ¿Es realmente un buen elemento?

– Sólo puede compararse consigo mismo -respondió Sonny-. Le pediré que se ocupe de los tres Tattaglia. De Sollozzo me encargaré yo mismo.

Michael se agitó inquieto en su silla mientras miraba a su hermano mayor. Sabía que a veces Sonny era brutal, pero sabía igualmente que tenía buen corazón. Era un buen muchacho. Le parecía raro oírle hablar como lo había hecho. Además, la lista de los hombres que debían ser ejecutados le parecía a Michael completamente fuera de lugar, pues Sonny no era, en modo alguno, un emperador romano, dueño y señor de las vidas de sus súbditos. Se alegró de no verse envuelto en el asunto, ya que viviendo su padre, los planes de Sonny podrían ser llevados a cabo. Él se limitaría a contestar el teléfono y a llevar algún que otro mensaje. Sonny y el viejo ya se las arreglarían, especialmente teniendo el apoyo de Luca.

En aquel momento oyeron el llanto de una mujer en el salón. Michael supo que era la esposa de Tom. Corrió hacia la puerta y la abrió. Todos los presentes se habían puesto en pie. En el sofá, Tom Hagen abrazaba a Theresa, que lloraba a lágrima viva. Era un llanto de alegría, naturalmente. Tom se desprendió del abrazo de su esposa, que continuó en el sofá, y dirigió una alegre sonrisa a Michael.

– Me alegro mucho de verte, Mike, me alegro mucho.

Hagen, sin mirar a su esposa, entró resueltamente en la oficina. «Por algo ha vivido durante diez años con la familia Corleone», pensó Michael, con orgullo. Tom, Sonny, e incluso él mismo se habían contagiado de algo del espíritu del viejo.

5

En el despacho estaban sentados Sonny, Michael, Tom Hagen, Clemenza y Tessio. Eran casi las cuatro de la madrugada. Habían logrado convencer a Theresa Hagen, no sin dificultad, de que se marchara a su casa, situada junto a la del Don. Paulie Gatto todavía estaba esperando en el salón, ignorando que los hombres de Tessio habían recibido instrucciones de no dejarle salir ni perderlo de vista.

Tom Hagen transmitió la oferta de Sollozzo. Explicó que cuando Sollozzo se enteró de que el Don seguía con vida, él había llegado a convencerse de que iban a matarlo.

– Si alguna vez tengo que suplicar al Tribunal Supremo -dijo Hagen, sonriendo-no lo haré con tanto fervor como lo he hecho esta noche ante ese maldito Turco. Le he dicho que expondría su oferta a la Familia, aun estando vivo el Don. Le he dicho que a ti, Sonny, te tenía en el bolsillo. Le he contado que fuimos compañeros de colegio y, no lo tomes a mal, hasta le he insinuado que tal vez no te había disgustado demasiado el atentado contra tu padre. Dios me perdone.

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