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Kay puso la mano sobre el brazo de Hagen y dijo:

– Así, pues ¿pretendes dar a entender que Mike no te ordenó que me dijeras nada de lo que me has dicho?

Hagen dudó por unos instantes, como si considerara la conveniencia o inconveniencia de confesarle a Kay la verdad desnuda.

– Ya veo que no comprendes, Kay -dijo por fin-. Si le cuentas a Michael lo que acabo de decirte, soy hombre muerto. Tú y los niños sois los únicos seres a los que nunca podría hacer daño alguno.

Kay se levantó y echó a andar. Hagen iba a su lado. Después de cinco largos minutos de absoluto silencio, cuando estaban a punto de llegar a la casa, ella le preguntó:

– Después de cenar ¿podrás llevarnos a los niños y a mí a Nueva York?

– Ése ha sido el motivo de mi viaje -repuso Hagen.

La campana de la iglesia tocaba a penitencia. Como le habían enseñado, Kay se golpeó el pecho, en señal de arrepentimiento. La campana volvió a sonar, y entonces los fieles se levantaron de sus asientos, dirigiéndose a la barandilla del altar. Ella hizo lo mismo. Se arrodilló delante del altar, y cuando la campana volvió a sonar, repitió, con la mano cerrada, el gesto de golpearse el pecho. El sacerdote estaba delante de ella. Kay echó la cabeza hacia atrás y abrió los labios para recibir la sagrada hostia. Fue el peor momento. Luego, cuando la sagrada forma se fundió en su boca, se sintió feliz de haber hecho aquello que deseaba de todo corazón.

Limpia su alma de pecado, Kay inclinó la cabeza y juntó las manos. Le dolían las rodillas. Elevó el cuerpo, ayudándose de los codos, para repartir un poco el peso. Entonces vació su mente de todo pensamiento personal. Se olvidó de sí misma, de sus hijos, de su ira, de todos sus problemas. Y con un profundo deseo de creer, de ser escuchada, hizo lo que venía haciendo todos los días desde la muerte de Carlo Rizzi: orar por el alma de Michael Corleone, que tanto lo necesitaba.

Biografía

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Mario Puzo nació en 1920 en Nueva York en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Estudió Ciencias Sociales en la Universidad de Columbia. Sus dos primeras obras, The Dark Arena y The Fortunate Pilgrim tuvieron una gran acogida. Su consagración definitiva llegó con la publicación de El Padrino, con la que además consiguió dos premios Osear para los guiones, escritos por él, de las partes primera y tercera de la película. A su vez las partes primera y segunda de la película, dirigida por Ford Coppola, fueron galardonadas con el premio a la mejor película en sus años respectivos. A esta novela siguieron Pools Die, El siciliano, La cuarta Ky, El último Don. Puzo murió en su casa de Long Island en julio de 1999 a causa de un paro cardiaco poco tiempo después de finalizar la escritura de Omertà.

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