Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Se dirigió al salón, tres de cuyas paredes eran de vidrio, y se sentó al piano. Muchos años antes, cuando iba con la orquesta, a veces cantaba acompañándose al piano; pero aquello había quedado muy atrás. Se puso a cantar en voz baja, para no forzar las cuerdas vocales. Y antes de que se diera cuenta, Tina estaba allí, preparándole un combinado. Luego, la muchacha se sentó a su lado, y ambos cantaron a dúo hasta que Johnny decidió ir a ducharse. En el cuarto de baño siguió cantando, siempre en voz muy baja, y lo mismo hizo mientras se vestía. Cuando regresó al salón, Tina seguía a solas. Pensó que Nino sólo podía estar haciendo dos cosas: emborrachándose o haciendo el amor con su chica.

Cuando Tina salió a ver la piscina, él volvió a sentarse al piano y comenzó a entonar una de sus viejas canciones. La garganta no le dolía en absoluto. Cantaba en voz baja, pero en el tono adecuado. Dirigió la vista hacia la piscina. Tina permanecía junto a ésta, y como la puerta estaba cerrada, no podía oírlo. Ignoraba el porqué, pero Johnny no quería que nadie lo oyera. Empezó a cantar su canción favorita, en voz alta, como si estuviera delante del público, esperando que de un momento a otro comenzara a dolerle la garganta. Pero esperó en vano. Johnny notó que su voz había cambiado, pero consideró que seguía siendo buena. Era más profunda, más varonil. Terminada la canción, permaneció sentado al piano, pensando en su voz.

– No está mal, viejo amigo, no está nada mal -dijo Nino, detrás de él.

Johnny se volvió. Nino estaba de pie en el vano de la puerta, solo. Su chica debía de encontrarse en otra parte, y Johnny se alegró de ello. No le importaba que su amigo lo oyera cantar.

– Oye, Nino. Tenemos que deshacernos de las chicas. Diles que se marchen.

– Díselo tú. Son buenas, y no quiero herir sus sentimientos. Además, a la mía la he «trabajado» ya dos veces. ¿Crees que puedo despedirla sin darle siquiera de cenar?

Bueno, pues que se quedaran, pensó Johnny. Y que lo oyesen cantar, aunque lo hiciera mal. Telefoneó a un director de orquesta amigo suyo, que vivía en Palm Springs, y le pidió que le enviara una mandolina para Nino.

– Pero hombre, Johnny -dijo el director-. Si aquí en California nadie toca la mandolina.

– Es igual. Tú encuentra una y mándamela.

En la casa había un equipo de grabación, y Johnny instruyó a las chicas para que se encargaran de regular los mandos de tono y volumen. Una vez terminada la cena, Johnny se puso a trabajar de inmediato. Con Nino acompañándolo a la mandolina, cantó todas sus viejas canciones. Lo hizo a pleno pulmón, y notó que su garganta no se resentía. Se sentía capaz de cantar horas y horas sin parar. Durante los meses en que no había podido cantar Johnny había pensado a menudo en cómo entonaría sus canciones si tuviera la suerte de recuperar la voz. Ahora llevaba a la práctica todo lo imaginado. Temía que lo que en su imaginación le había parecido fácil, no lo fuera tanto en la realidad. Las variaciones que efectuaba cantando con la imaginación, y que tan bien sonaban en su cerebro, tal vez no sonaran tan bien al oído. Pero ahora, que no se escuchaba, sino que se concentraba sólo en el canto, creía estar haciéndolo bien, tal y como había pensado. Aunque no tan bien como deseaba, naturalmente, pues le faltaba práctica.

Finalmente, dejó de cantar. Tina se acercó a él y le dio un largo beso.

– Ahora sé por qué mi madre va a ver todas tus películas -dijo.

En otro momento, Johnny se hubiera sentido molesto por las palabras de la muchacha. Pero ahora no; ahora se las agradecía sinceramente. Johnny y Nino se echaron a reír.

Pusieron el equipo de grabación y Johnny pudo por fin escucharse a sí mismo. Su voz había cambiado mucho, pero seguía siendo la voz de Johnny Fontane, pero mucho más rica y profunda, tal como había advertido antes, y más varonil, más sincera, con más carácter. En cuanto al aspecto técnico, su canto era muy superior al de antes. Y si ahora cantaba así ¿cómo sería después de unas semanas o meses de práctica? Guiñó un ojo a Nino y dijo:

– ¿Canto tan bien como creo? Nino, pensativo, miró fijamente la alegre cara de Johnny.

– Has cantado condenadamente bien. Ahora falta saber cómo cantarás mañana.

A Johnny no le sentó nada bien la observación de Nino. Y, medio en serio, medio en broma, replicó:

– Eres un cabrón, Nino. Sabes perfectamente que no cantas tan bien como yo. Y no te preocupes por cómo cantaré mañana. Me siento en plena forma.

Por aquella noche no volvió a cantar. Él, Nino y las dos chicas se fueron a una fiesta, y luego, al regresar, Tina se acostó con él. Pero Johnny no se portó tan bien como esperaba la muchacha, que quedó algo decepcionada. ¡Qué diablos!, pensó Johnny, no se podía hacer todo en un día.

Por la mañana, Johnny despertó presa de un vago temor de que sólo hubiese soñado que recuperaba la voz. Luego, cuando estuvo seguro de que no se había tratado de un sueño, el temor se convirtió en pánico. Tenía miedo de que ya no fuera lo mismo del día anterior, de que su voz volviera a ser tan ronca como durante los últimos meses. Se acercó a la ventana a respirar un poco de aire fresco, y luego, todavía en pijama, fue al salón. Empezó a tocar una vieja canción al piano, y momentos después se puso a cantar en voz baja. Se dio cuenta de que no le dolía la garganta y de que su voz no había enronquecido, por lo que se decidió a cantar más alto. Perfecto. «Igual que ayer», pensó. ¡La pesadilla había concluido! Que se fuera a la mierda la producción de películas, que se fueran a la mierda Tina y su decepción. Tampoco le importaba que Virginia lo odiara de nuevo. Lo único que lamentaba era no haber recuperado la voz mientras cantaba para sus hijas. Habría sido sublime.

La enfermera del hotel había entrado en la habitación llevando un montón de medicamentos. Johnny se puso de pie y miró a Nino, que estaba durmiendo o, quizá, muñéndose. Sabía positivamente que Nino, su amigo, no sentía celos del hecho de que hubiera recobrado la voz. Comprendió que Nino estaba celoso únicamente porque él, Johnny, se mostraba extraordinariamente feliz por haber recuperado su voz de antaño.

Lo que a Nino le disgustaba era que Johnny se preocupase tanto por el canto, pues era evidente que ninguna cosa le importaba lo suficiente para hacerle sentir deseos de seguir viviendo.

120
{"b":"101344","o":1}