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Urmila alzó la vista del plato.

- Sabes perfectamente que no tengo ni idea. ¿Cuál era?

Con la punta del dedo, Murugan picó la redondeada y crujiente superficie de su parotha de dhakai, arrancándole una voluta de humo.

-De acuerdo, te lo diré -dijo-. Lo que Wagner-Jauregg demostró era que la malaria inducida artificialmente muchas veces curaba, o al menos mitigaba, la paresia sifilítica. Lo que hacía era inyectar efectivamente sangre palúdica en el paciente haciendo una pequeña incisión. Era un proceso bastante tosco, pero lo raro era que daba resultado. En realidad, hasta que se inventaron los antibióticos el proceso Wagner-Jauregg era un tratamiento bastante normal: todos los hospitales importantes de enfermedades venéreas tenían su pequeña sala de incubación donde crecía un enjambre de anofeles. ¡Imagínate: los hospitales cultivando enfermedades! Pero, por otro lado, ¿que cosa más natural que combatir el fuego con el fuego? Podría decirse que es el mismo principio de las vacunas, pero lo que realmente hacen éstas es preparar al sistema inmunológico contra ellas mismas. Es el único caso conocido en que la medicina se sirve de una enfermedad para combatir otra.

»Hasta la fecha, nadie sabe cómo actuaba el tratamiento Wagner-Jauregg. No es que a nadie le quitara el sueño. Fue un escándalo científico y la medicina casi se sintió aliviada de volverle la espalda una vez que aparecieron los antibióticos. Al viejo Julius tampoco le importaba mucho cómo actuaba. Recuerda que no era biólogo: era médico clínico y psicólogo. Creía que el proceso actuaba subiendo la temperatura corporal del paciente. Al parecer no le preocupaba el hecho de que ninguna otra clase de fiebre tuviese el mismo efecto.

»Pero es bastante posible que la malaria influyera en la paresia por un camino diferente: el cerebro, por ejemplo. Uno de los efectos de la sífilis es que obstaculiza el flujo sanguíneo cerebral. La malaria también afecta al cerebro de diversas maneras. Por eso es por lo que la malaria falciparum también se llama malaria cerebral. Pero otras clases de malaria también tienen extraños efectos neuronales. Mucha gente que ha tenido malaria lo sabe: puede ser más alucinógena que cualquier droga que altere el estado de conciencia. Por eso los pueblos primitivos a veces consideraban el paludismo como una especie de posesión demoníaca.

»Y aparece Mangala: ella también ha dado con ese tratamiento, casi por la misma época que Herr Doktor. Pero Mangala le añadió una pequeña particularidad. Por lo que conocemos de su técnica, parece que trabajaba con una extraña variedad de malaria; es decir, mediante algún tosco método de cruces entre especies había creado una variedad que incluso podía cultivarse en palomas. Mi idea es que descubrió algún medio para traspasar el bacilo, de manera que la paloma pudiese utilizarse como un tubo de ensayo o como caldo de cultivo.

»Y ahora viene lo verdaderamente absurdo. Pero me arriesgaré a decir que, en mi opinión, sucedió que en algún momento del proceso Mangala empezó a notar que su tratamiento producía extraños efectos secundarios: unas raras alteraciones de la personalidad. Salvo que no eran alteraciones sino transferencias. Empezó a atar cabos y descubrió que lo que se traía realmente entre manos era el trasvase de un conjunto aleatorio de rasgos de la personalidad del donante al receptor de la malaria; a través de la paloma, naturalmente. Y una vez que lo comprendió, se fue dedicando cada vez más a aislar ese aspecto del tratamiento, con objeto de controlar la forma de actuar de tales transferencias.

-No estoy segura de entender -le interrumpió Urmila-. ¿Qué intentas decir exactamente?

-¿Qué quiero decir? Pues estoy diciendo lo siguiente: creo que Mangala topó con algo que ni ella ni Ronnie Ross ni ningún científico de la época podía haber definido. Como hipótesis, digamos que es un cromosoma: aunque el caso es que si se trata verdaderamente de un cromosoma sólo lo es por extensión, por así decir, por analogía. Porque hablamos de algo que es al típico conjunto mendeliano de veintitrés cromosomas lo que Ganesh es al panteón de los dioses; es decir, diferente, atípico, único, lo que constituye exactamente la razón por la cual elude las técnicas corrientes de investigación. Y por eso lo denomino así: el cromosoma Calcuta.

»Una de las razones por las cuales el cromosoma Calcuta no puede hallarse mediante métodos ordinarios es porque, a diferencia de los cromosomas normales, no está presente en todas las células. O si lo está, tiene una codificación tan sólida que no puede aislarse con nuestras técnicas actuales. Y la razón de que no esté presente en todas las células es que, a diferencia de los demás cromosomas, no está emparejado simétricamente. Y ello obedece a que no se divide en óvulos y esperma. ¿Y sabes por qué? Te lo diré: porque se trata de un cromosoma que no se transmite de generación en generación por reproducción sexual. Se crea mediante un proceso de recombinación y es propio de cada individuo. Por eso sólo se encuentra en determinadas clases de células: sencillamente, no aparece en el tejido regenerativo. Sólo existe en el tejido no regenerativo; es decir, en el cerebro.

»Permíteme exponerlo de la siguiente manera: si el cromosoma Calcuta existiese realmente, sólo alguien como Mangala, una persona que está completamente fuera de onda desde el punto de vista científico, sería capaz de encontrarlo; aun sin saber de qué se trataba ni cómo denominarlo. Porque lo que aquí tenemos es una manifestación biológica de los rasgos humanos que ni se hereda directamente del patrimonio genético ni se transmite al mismo. Es exactamente la clase de entidad que a un científico convencional le sería más difícil aceptar. Los biólogos reciben muchas presiones para adaptar sus hallazgos a la política: la derecha siempre está encima de ellos para que encuentren genes para todo, desde la pobreza al terrorismo, y así tener una coartada para castrar a los pobres o lanzar bombas nucleares en Oriente Medio. La izquierda estalla cada vez que oye hablar de manifestaciones biológicas de los rasgos humanos: todo es individuo y conciencia en ese extremo del espectro político.

»Pero si lo piensas bien, es lógico que determinadas clases de rasgos tengan un correlato biológico. Pero ¿quién dice que están determinados por la biología? Quizá sea al contrario: que dejen su huella en la biología. Quién sabe.

»Y el hecho de que esos correlatos biológicos no se transmitan por reproducción sexual no significa que no puedan transferirse entre individuos por otros medios. Y ahí es donde interviene Mangala. No olvides que ha empezado por el otro extremo, descubriendo por casualidad el proceso de transmisión en vez del cromosoma en sí; al fin y al cabo no sabía lo que era un cromosoma. En aquella época nadie lo sabía. Ten presente que fue la malaria lo que le condujo a ese descubrimiento. Recuerda que uno de los aspectos extraordinarios del bacilo de la malaria es su capacidad de “recortar y pegar” su ADN, a diferencia de cualquier animálculo que conozcamos aparte del tripanosoma. No olvides que ésa es una de las razones por las cuales ha sido tan difícil crear una vacuna contra la malaria. Porque lo que la bacteria de la malaria tiene de especial es que a medida que avanza en su ciclo vital va alterando su revestimiento de proteínas. De manera que cuando el sistema inmunológico empieza a reconocer la amenaza, el bacilo ya ha tenido tiempo de cambiarse de vestuario antes del siguiente acto.

»Lo que Mangala descubrió por azar quizá fuese simplemente esto: que debido a su capacidad recombinatoria, el bacilo de la malaria puede digerir efectivamente esa pizca de ADN dividiéndola y distribuyéndola de nuevo. Entonces, si vuelve a introducirse en un paciente con el flujo sanguíneo cerebral obstaculizado, quizá pueda retransmitir la información y practicar algunas reconexiones minúsculas en el sistema neuronal del anfitrión.

»Supongo que cuando dio con el proceso dejó todo lo demás para dedicarse a perfeccionarlo… en dos sentidos. Uno consistía en descubrir un medio para impedir el paso de la sífilis. Y el otro en intentar que el cromosoma se estabilizase durante el proceso de transferencia. Porque lo que ocurría hasta entonces era que el bacilo se fragmentaba de la forma más rara, y ella quería controlar los tipos de rasgos que iban a transmitirse.

»La idea que tengo es que hacia 1897 Mangala se encontraba en un callejón sin salida y había llegado a la conclusión de que las variedades existentes de malaria no le permitirían ir más lejos. Por eso necesitaba desesperadamente que Ronnie resolviera todo el problema y lo divulgase. Porque estaba enteramente convencida de que el vínculo entre el bacilo y la mente humana era tan estrecho que una vez que se descubriese su ciclo vital se producirían mutaciones espontáneas que le permitirían impulsar su trabajo en otras direcciones. Eso es lo que ella creía, me parece: que cada vez que llegaba a un punto muerto, el modo de avanzar consistía en provocar otra mutación.

Apartando su plato vacío, Urmila preguntó:

-¿Cómo?

-Tratando de dar a conocer ciertas cosas.

-¿Y lo consiguió?

Murugan sonrió.

-Me parece que vamos a averiguarlo.

-¿Cómo?

- Creo que este experimento trata precisamente, de eso.

-Pero ¿por qué de esta manera? ¿Por qué no…?

-¿Es que no lo entiendes? -la interrumpió Murugan-. Mangala no se ha metido en esto por fines científicos, sino porque cree que es una diosa. Lo que significa que pretende ser la persona que decida la marcha de las cosas. Desde su punto de vista, nosotros nunca podremos conocerla, ni entender sus motivos ni nada que se relacione con ella: el experimento no dará resultado a menos que sus razones permanezcan inescrutables para nosotros, tan incognoscibles como una enfermedad. Pero al mismo tiempo tiene que tratar de contarnos su propia historia: eso también forma parte del experimento.

-¿Por qué te refieres a ella como si aún viviese? -inquirió Urmila-. ¿Intentas sugerir que está viva? ¿Que de algún modo ha logrado…?

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