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Sonny Corleone se acomodó en la butaca situada detrás de la mesa.

– Creo que sería mejor dejarlo al margen de todo durante un par de semanas -dijo-, hasta que el médico decida que ya está en condiciones de dedicarse a los negocios. Quiero que todo se vuelva a poner en marcha cuanto antes. La policía ha encendido la luz verde. Lo primero que debemos arreglar es lo de las loterías de Harlem. Los negros ya se han divertido bastante; es hora de que nos devuelvan el negocio. Lo han hecho muy mal, todo lo hacen mal. Algunos ni siquiera pagaron a los apostantes que han ganado. Se pasean en sus Cadillac, pero no pagan a los que se juegan el dinero o, en el mejor de los casos, sólo les pagan la mitad. No me gusta que vistan tan bien. No me gusta verlos conducir coches nuevos. No me gusta que se nieguen a pagar. Y no me gusta que se dediquen al negocio, pues perjudican nuestra reputación. Ocúpate del asunto, Tom. Luego, cuando lo de Harlem esté en marcha, arreglaremos los otros asuntos.

– Algunos de los tipos de Harlem son muy duros -apuntó Tom Hagen-. Se han acostumbrado a ganar dinero a manos llenas. No querrán volver a su anterior situación.

– Confecciona una lista con sus nombres y entrégasela a Clemenza. El se encargará, de hacerles entrar en razón.

– No hay problema -dijo Clemenza dirigiéndose a Hagen.

Pero fue Tessio quien puso sobre el tapete la cuestión más importante, al decir:

– En cuanto empecemos a operar, las Cinco Familias iniciarán las hostilidades. Se echarán sobre nuestros loteros de Harlem y sobre nuestros corredores de apuestas del East Side. Incluso pueden tratar de hacernos la vida difícil en el ramo de la confección. Esta guerra va a costar una enorme cantidad de dinero.

– Tal vez se estén quietos -aventuró Sonny-. Saben que nuestra réplica sería contundente. Tengo razones para creer que tal vez se contenten con una indemnización por la muerte de Bruno.

– Estos últimos meses les han salido muy caros, y nos consideran responsables de ello -repuso Hagen-. Y tienen razón. Pienso que lo que quieren de nosotros es que entremos en el tráfico de drogas, aprovechando las influencias políticas de la Familia. En otras palabras, el trato de Sollozzo, pero sin Sollozzo. Aunque ellos no nos lo dirán hasta que nos hayan devuelto algunos de los golpes que les hemos asestado. Deben pensar que luego, cuando nos hayan ablandado un poco, estaremos dispuestos a escuchar sus propuestas en relación con las drogas.

– Nada de drogas -dijo Sonny ásperamente-. El Don ha dicho que no, y será no mientras él no ordene lo contrario.

– Entonces debemos enfrentarnos con un problema táctico -señaló Hagen-. Nuestro dinero está a la vista. Apuestas y lotería. Pueden herirnos con facilidad. Pero la familia Tattaglia tiene la prostitución y el sindicato de obreros portuarios. ¿Cómo podremos herirles nosotros? Algunas de las demás Familias se dedican un poco al juego, pero la mayor parte de sus ingresos procede, sobre todo, de la construcción y la usura. Además, controlan los sindicatos y obtienen los contratos gubernamentales. Su dinero no está en la calle. El night-club de los Tattaglia es demasiado famoso para que podamos actuar en él; el escándalo sería mayúsculo. Y con el Don fuera de combate, su influencia política iguala a la nuestra. El problema no es de fácil solución.

– Es mi problema, Tom -dijo Sonny-, y debo ser yo quien decida. Encárgate de que sigan las negociaciones. Reemprendamos nuestros negocios y esperemos a ver qué ocurre. Si lo que las Cinco Familias quieren es la guerra, pues la tendrán. Clemenza y Tessio tienen hombres suficientes para hacer frente a todos. Si es preciso, presentaremos batalla.

Con los «independientes» de Harlem no hubo problema. La policía se encargó de que abandonaran el negocio. Los negros nada pudieron hacer, pues por aquel entonces era prácticamente imposible que un hombre de color lograra sobornar a un policía, debido, más que nada, a los prejuicios raciales. Harlem siempre había sido considerado un problema de poca monta, y los hechos demostraron que así era, en efecto.

Las Cinco Familias golpearon en una dirección inesperada. Dos poderosos miembros del sindicato de la confección, pertenecientes a la familia Corleone, fueron asesinados. Seguidamente, los usureros de la familia Corleone fueron barridos de los muelles, así como los corredores de apuestas. Los estibadores se pasaron a las Cinco Familias. Los corredores de apuestas de los Corleone fueron amenazados para obligarlos a cambiar de bando. El más importante lotero de Harlem, un viejo amigo y aliado de la familia Corleone, resultó brutalmente asesinado. No había alternativa. Sonny dio a sus _caporegimi_ la orden de presentar batalla.

La Familia adquirió dos apartamentos en la ciudad. Amueblarlos fue fácil, pues sólo se necesitaban colchones para que los hombres pudieran dormir, una nevera para la comida, armas y municiones. Clemenza y sus hombres ocuparon uno de los apartamentos; Tessio y los suyos, el otro. A todos los corredores de apuestas de la Familia se les asignaron guardaespaldas. En cuanto a los loteros de Harlem, se habían pasado al enemigo, así que por el momento nada podía hacerse contra ellos. Todo ello costó mucho dinero, y los ingresos eran escasos. Pasados unos meses, se hizo evidente que los Corleone llevaban las de perder. Con el Don todavía demasiado débil para intervenir, gran parte de la fuerza política de la Familia quedaba neutralizada. Además, los últimos diez años de paz habían debilitado seriamente las cualidades combativas de los dos _caporegimi_, Clemenza y Tessio. Clemenza seguía siendo un perfecto ejecutor de las órdenes que se le impartían, así como un buen administrador, pero había perdido capacidad de mando. En cuanto a Tessio, los años le habían ablandado demasiado. Respecto de Tom Hagen, a pesar de sus brillantes cualidades, no era el hombre indicado para ejercer el cargo de _consigliere_ en tiempo de guerra. Su defecto principal consistía en no ser siciliano.

Sonny Corleone se daba perfecta cuenta de estos puntos débiles de la Familia, así como de que tales puntos débiles eran fatales en tiempo de guerra. Sin embargo, tenía las manos atadas; no podía hacer nada para cambiar las cosas. No era el Don, y sólo éste podía reemplazar a los _caporegimi_ y al _consigliere_. Además, el hecho mismo de efectuar alguna sustitución entrañaba un peligro enorme, pues podía ser motivo de traición. Al principio, Sonny había pensado en luchar a la defensiva, a la espera de que el Don se pusiera al frente de las fuerzas de la Familia, pero con la deserción de los loteros y el miedo de los corredores de apuestas, la posición de los Corleone era cada vez más precaria. Tras reflexionar profundamente, Sonny decidió devolver golpe por golpe.

Atacaría el corazón mismo del enemigo. Planeó una gran maniobra táctica para acabar con la vida de los jefes de las Cinco Familias de una sola vez. A tal efecto, elaboró un completo sistema de vigilancia. Los jefes de las Familias no darían un solo paso sin ser espiados. Con lo que no contó Sonny fue con que, al cabo de una semana, pareció que a los jefes enemigos se los había tragado la tierra; dejaron de mostrarse en público.

Las Cinco Familias y el Imperio Corleone jugaban una dramática partida de ajedrez. ¿Quién conseguiría dar jaque mate?

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