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A la mañana siguiente, cuando fue al hospital a visitar a Lucy, le sorprendió ver a dos hombres junto a su cama y la habitación llena de flores. Lucy no podía ocultar su satisfacción. La sorpresa de Jules se debía al hecho de que ella había roto con su familia, y le había dicho que no pusiese a nadie al corriente, a menos que algo fuera mal. El único que sabía que iba a ser intervenida -de algo sin importancia-era Freddie Corleone; habían tenido que decírselo para que la autorizase a faltar al trabajo, y la verdad era que se había comportado muy bien: no sólo le dio permiso, sino que le dijo que los gastos de la operación y demás correrían por cuenta del hotel. Pero ¿quiénes eran aquellos dos?

Lucy se los presentó. A uno de ellos Jules lo reconoció de inmediato. Se trataba del famoso Johnny Fontane. El otro era un hombre joven, alto y corpulento, de aspecto italiano, que se llamaba Niño Valenti. Después de estrechar la mano de Jules, ambos dejaron de prestar a éste la menor atención. Estaban hablando con Lucy de los viejos tiempos en Nueva York, de personas y hechos desconocidos para él. Debido a ello, Jules decidió que sería mejor que se fuera.

– Vendré más tarde -dijo-. Ahora debo ver al doctor Kellner.

– ¡De eso nada, muchacho! Le dejamos a Lucy -lo atajó Johnny Fontane con su proverbial simpatía-. Nosotros tenemos que marcharnos. Cuide bien de ella, doctor.

Jules notó que la voz de Johnny Fontane era ronca, y entonces recordó que el cantante no actuaba en público desde hacía más de un año. Aunque, eso sí, había ganado el Osear al mejor actor. ¿No era extraño todo aquello? Resultaba verdaderamente raro que a su edad su voz hubiera sufrido un cambio tan brusco, pero aún lo era más el que los periódicos no hubiesen escrito una sola línea sobre el asunto. Jules, que era un profesional muy curioso, escuchaba atentamente a Fontane en un intento de diagnosticar la razón del cambio. Podía tratarse de algo pasajero, o también la consecuencia del alcohol, el tabaco e incluso una vida sexual demasiado activa. Ahora, al oírlo hablar, nadie podía creer que aquella voz de timbre casi desagradable hubiera sido en otro tiempo tan fantástica.

– Perdón, pero por su voz parece que está usted resfriado -le dijo finalmente Jules a Johnny Fontane.

Amablemente, aunque no sin irritación, Fontane repuso:

– Tengo las cuerdas vocales cansadas, eso es todo. Anoche traté de cantar y… Sospecho que me resultará cada vez más difícil aceptar que mi voz ha cambiado. Es cosa de los años.

En tono casual, Jules le preguntó:

– ¿Se ha hecho examinar la garganta por un médico? Tal vez sea algo que pueda curarse con facilidad.

Ahora Johnny ya no trataba de mostrarse cortés. Miró fríamente a Jules y replicó:

– Es lo primero que hice hace ya cerca de dos años. Me examinaron los mejores especialistas, entre ellos mi médico, que está considerado como el mejor de California. Todos coincidieron en que necesitaba mucho descanso. Le repito que no es nada malo, sólo cosa de la edad. Cuando uno se hace mayor, su voz cambia.

Dicho esto, Johnny Fontane dio la espalda a Jules y dedicó su atención a Lucy. Pero el médico siguió escuchando atentamente su voz y se dio cuenta de que las cuerdas vocales de éste debían de estar considerablemente inflamadas, o algo por el estilo. Pero, de ser así ¿cómo no se habían dado cuenta los especialistas? ¿Acaso se trataba de algo maligno que no podía operarse? Debía de haber algo más.

Jules interrumpió a Fontane, para preguntarle:

– ¿Cuándo fue la última vez que lo vio un especialista?

Johnny Fontane, visiblemente molesto, pero procurando disimular por respeto a Lucy, se limitó a responder:

– Hace un año y medio aproximadamente.

– ¿Y su médico de cabecera le examina la garganta de vez en cuando?

– Sí, desde luego -respondió Johnny en tono áspero-. Me ha recetado un aerosol de codeína y, además, me examina a menudo. Según él, mi voz está envejeciendo, aparte de que la bebida y el tabaco hacen estragos. ¿A usted se le ocurre otra cosa? ¿Sabe más que él?

– ¿Cómo se llama su médico? -preguntó Jules, sin hacer caso del tono irónico de Fontane.

– Tucker, doctor James Tucker. ¿Qué opinión le merece?

Las palabras de Johnny Fontane reflejaban un orgullo evidente. Y, en efecto, el nombre le era familiar a Jules, que lo relacionaba con famosas estrellas de cine, mujeres y un lujoso balneario.

– Como ayuda de cámara tal vez sería muy bueno -dijo Jules, haciendo una mueca.

– ¿Es que se considera usted mejor médico que él? -inquirió Fontane, enfadado.

– ¿Es usted mejor cantante que Carmen Lombardo? -replicó Jules entre risas.

Le sorprendió ver que Niño Valenti se desternillaba de risa. No había sido un chiste tan bueno, después de todo. Y de pronto notó que el aliento de Niño olía a alcohol. Evidentemente, el señor Valenti, a pesar de lo temprano de la hora, estaba medio borracho.

Fontane, dirigiéndose a su amigo, dijo:

– Eh, tú; se supone que son mis bromas las que debes celebrar, no las suyas.

Mientras, Lucy, que había tomado a Jules de la mano y le había hecho acercar a la cama, comentó:

– No hagas caso de su aspecto, Johnny. Si afirma que es mejor que el doctor Tucker, es que lo es. Hazle caso, créeme.

En ese momento entró una enfermera, quien comunicó a los tres hombres que debían salir de la habitación, pues uno de los médicos tenía que examinar a Lucy. Jules observó que Lucy volvía la cabeza para recibir en la mejilla el beso de despedida de Johnny Fontane y Niño Valenti. También observó que los dos hombres no parecieron extrañarse del pudor de la muchacha, ni de que dejara, en cambio, que él la besara en la boca.

Antes de que Jules saliera, Lucy le preguntó:

– ¿Vendrás a verme esta tarde?

– Naturalmente -respondió él.

Ya en el pasillo, Valenti quiso saber:

– ¿De qué la han operado? ¿Ha sido de algo serio?

– Cosas propias de mujeres. El cuerpo femenino es muy complicado, ya se sabe. No ha sido nada de importancia, se lo aseguro. Si lo hubiera sido me vería usted más preocupado. Quiero casarme con ella.

Al ver que los dos hombres lo miraban fijamente, Jules inquirió:

– ¿Cómo se enteraron ustedes que estaba en el hospital?

– Nos lo comunicó Freddie -contestó Fontane-. Mi amigo y yo nos criamos en el mismo barrio que Lucy. Y cuando la hermana de Freddie se casó, Lucy fue su dama de honor.

Jules no les dijo que conocía toda la historia, quizá porque se dio cuenta de que tenían mucho interés en que no se supiera que Lucy había mantenido relaciones con Sonny.

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