Литмир - Электронная Библиотека
A
A

– Hay mucho más que tendremos que hacer contra nuestros enemigos, contra aquellos que afirmarán que no son válidos ni mi divorcio ni el matrimonio que celebraremos esta tarde si Dios quiere, contra aquellos que hicieron tanto daño a mi padre para que no acabara su libro, pero ahora no quiero confundirte más de lo que yo misma estoy.

– No estás en absoluto confusa -replicó Negro.

– Porque todo esto no son ideas mías, sino cosas que aprendí de mi padre hablando con él a lo largo de los años -le respondí para que no pensara que eran todo ideas que habían salido de mi cabeza femenina y creyera lo que le decía.

Entonces Negro me dijo lo que me han dicho todos los hombres que me han encontrado inteligente y han sido capaces de confesármelo a la cara:

– Eres muy hermosa.

– Sí. Y me gusta mucho que elogien mi inteligencia. Cuando era pequeña mi padre lo hacía a menudo.

Estaba a punto de decir que en cuanto crecí y me hice mayor había dejado de hacerlo cuando me eché a llorar. Mientras lloraba me daba la impresión de que me había convertido en una mujer distinta que había surgido de mi interior y se había separado de mí y, como el lector que se aflige mirando una ilustración triste de una página de un libro, yo veía mi vida desde fuera y sentía pena de mí misma. Hay algo tan inocente en que una llore por sus propios problemas como si fueran los de otro, que cuando Negro me abrazó nos invadió una sensación de dulzura. Pero esta vez la sensación permanecía entre nosotros sin que llegara al mundo de los enemigos que nos rodeaban.

64
{"b":"93926","o":1}