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Murugan se soltó de un tirón y se acercó a verlo mejor. El vigilante se pegó a sus talones, alzando la voz cada vez más. Murugan se volvió de pronto hacia él.

-¿Quién es ése? -inquirió-. ¿Quién es Romen Haldar?

El vigilante no hizo caso de la pregunta. Le cogió del codo, tiró de él y empezó a empujarle hacia el portón. Murugan vislumbró la empuñadura de un kukri envainado, que sobresalía por encima de sus pantalones.

Cuando el vigilante abría la puerta, Murugan se volvió a echar una última mirada, enfocando la linterna por el jardín salpicado de escombros. Iluminó una cuerda con ropa tendida, colgada entre los troncos de dos palmeras. Colgada entre los dhotis, saris y ropa interior había una camiseta estampada con palmeras y una playa.

Luego el vigilante le dio un empujón y cerró de golpe la verja.

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