Ruark rió, colgó la toalla de un gancho y se detuvo a pensar un momento. Se inclinó hacia adelante y habló, casi en un, susurro.
– Últimamente tienes un pretendiente que parece atraerte bastante…
Shanna negó con la cabeza.
– y te mira -continuó él- como si tuviera sobre ti derechos que no tienen los demás.
– ¿Sir Gaylord? -Shanna rió ante lo ridículo de la acusación. Entonces se interrumpió y lo miró con incredulidad-. ¡Ruark! ¡Estás celoso!
– ¿Celoso? -Bajó los ojos y habló en voz tan baja que ella apenas oyó sus palabras-. Sí. De cualquiera que se te acerque en público y que te toque aunque sea un cabello y que te mire cuando yo no puedo mirarte. Cuando yo debo reprimir la menor demostración de amor hacia ti. -Ahora continuó con fiera determinación-. Tú hablas de palabras tiernas. Mi lengua las ha formado millares de veces cuando estaba solo en mi cama de noche.
– Dilas ahora, entonces -dijo Shanna alegremente-. Vamos -lo exhortó-. Finge que soy una dama de alcurnia. -Se irguió, levantó adecuadamente su nariz, puso los brazos debajo de su espesa mata de cabellos y levantó la melena hacia arriba para dejada caer en seguida en glorioso esplendor-. Y tú -señaló imperiosamente con un dedo- serás mi señorial pretendiente que viene a rendirme pleitesía.
Déjame probar una muestra de tus preciosas rimas.
Ruark rió, tomó su sombrero estropeado y se lo puso en la cabeza. Shanna ahogó una carcajada ante el aspecto cómico de él.
– Como ordene mi lady -dijo Ruark, y habló con una voz rica y profunda que desmentía su humilde apariencia-. A menudo he vagado sin rumbo en la oscuridad, acosado por una visión de tanta hermosura que mi mente sencilla se niega a dejarla. Eres tú, amor mío. Eres tú y tu hermoso rostro está constantemente frente a mí. He puesto mis pies en. muchas tierras extrañas y me he aventurado atrevidamente con las mujeres de esos lugares. Pero ni en mis momentos de mayor delirio hubiera tenido que dibujar el retrato de la que me hace caer sin sentido a sus pies y murmurar ruegos febriles por el más leve contacto de su mano, por una sonrisa amable, por una caricia fugaz, seguramente habría dibujado esta gloria sedosa que descansa! sobre tu cabeza.
Ruark levantó una mano como para tocarle el cabello y la dejó caer.
– y habría añadido un rostro que me atormenta en mis momentos de soledad como una pesadilla, y ciertamente sería tu rostro. Si debajo de mi trémula, pluma tomara forma un cuerpo de mujer sería uno que he sentido tibio y vivo entre mis brazos y qué me hace despertar de mis sueños helado y tembloroso.
Shanna lo miraba con los ojos humedecidos. Las palabras de él se clavaban en su carne como dardos diminutos.
– Tú eres aquella a quien temo encontrar todos los días, y sin embargo no veo la hora de encontrar. Sé que el dolor vendrá. Sé que en mi garganta se ahogarán las palabras que no pronunciaré. Busco tu belleza, aunque sé que al verla quedo debilitado y dolorido. No tengo otro mundo fuera de ti. Tu sonrisa es mi sol. Tus ojos, mis estrellas. Tu rostro, mi luna. Tu contacto y tus tibias caricias, mi tierra y mi alimento. Sí, eso es Shanna -susurró.
Shanna estaba fascinada por la elocuencia y calidez de las palabras de él. Confundida, sólo pudo devolverle la mirada. Una parte de ella ansiaba creerle y abrazarlo, y devolverle palabras de amor. Pero también, en su interior, había una parte que aún no estaba dispuesta a rendirse y que temía el más ligera contacto de él. Y además, no tenía forma de saber si él hablaba sinceramente a si se limitaba a recitar algunas palabras memorizadas para usadas cuando. se le presentaba la ocasión. Para protegerse, Shanna adaptó una pastura frívola.
– Mi buen señor -dija- su lengua es lisonjera y elocuente. Pera ya recuerda a alguien que tomó la brida de mi caballo y me amenazó can ajas llenas de cólera, y otro que me acosó constantemente hasta que me entregué a su placer. Perdóneme, mi lord, pera ese no parece el mismo que ahora declara que ya soy su ideal de mujer. Las palabras suenan falsas a la luz de la que ha pasado. Me tema que esta no es más que una treta para complacer mis oídos pero bastante alejada de la verdad.
Ruark sonrió perversamente.
– Le ruego, mi lady, que apresure su decisión. Su padre ha hablado de una docena de descendientes para complacerlo, y hasta una joven dama usted necesita tiempo para cumplir la tarea. -Apoyó, como al descuida, una mano en un muslo de ella y se inclinó más-. ¿Cree que debemos poner manos a la obra?
Shanna apartó cuidadosamente las manos de él.
– Sin duda a ti te gustaría que mi vientre se hinchara todos los inviernos para que después la primavera me encuentre dando a luz a otro vástago tuyo, a fin de probar que tu potencia excede a la del más prolífico de las príncipes de la corte. Per dígame, señor mío, si yo le diera una a más hijos, ¿qué apellido llevarían?
– La elección es tuya, amar mía. Y en.tu elección debe descansar tu tranquilidad de conciencia.
– Eres imposible -protestó Shanna-. Me ofreces muy pacas soluciones y mucha confusión.
– Entonces deja tranquilo el problema. -Ruark quedo un paca enfadada par la réplica de ella-. A su debida tiempo., y par la gracia de Díos, toda se solucionará.
– Simplemente te niegas a comprender. -Shanna se golpeó las radillas con los puños, exasperada-. ¿Es que no te das cuenta del dilema en que estoy?
– Quizá comprenda más de la que tú crees -dijo él tiernamente-. Es el mismo problema que enfrenta toda mujer: cuándo renunciar a los sueños de la infancia y enfrentar las realidades de la vida.
Ruark se le acercó más.
– No. te me acerques. -La orden fue súbita pero le faltó convicción-Mantén la distancia, bribón. Veo tus intenciones. Una vez más tratas de derribarme de espaldas y montarme como un semental.
El acercó sus labios a las de ella pera Shanna todavía no estaba preparada para una rápida rendición. Se escabulló debajo del brazo de él Y encontró otro asiento en una percha para sillas de montar que había cerca de la puerta, pero se mantuvo alerta, lista para escapar en cualquier momento.
Ruark pareció renunciar a sus propósitos y con una horquilla de heno empezó a limpiar las briznas de paja del suelo del establo.
– ¿De veras te gusta la yegua? -preguntó en tono inocente.
– Sí, me gusta -repuso Shanna, sin dejar de vigilar los movimientos de él-. Es una vergüenza que haya sufrida tanta en el viaje.
– Sí, pero se pondrá bien -comentó Ruark-. Esa Jezebel es de buena raza.
La yegua golpeó el suelo con las patas y resopló al oír su nombre.
Ruark miró hacia el establo de la yegua, coma si estuviera preocupado.
– Parece que está muy dolorida -dijo y se enderezó-. ¿Qué ha sido eso?
Shanna volvió la cabeza y no bien dejó de mirar a Ruark la horquilla való hacia un rincón. Cuando cayó ruidosamente al suelo, Shanna se encontró prisionera entre los brazas de Ruark. Gritó, pero no muy fuerte para no despertar al muchacho del establo. En su mayor parte, la lucha se desarrolló silenciosamente.
– Ruark, déjame -imploró-. ¡Compórtate! ¡Este no. es lugar…!
El rió al oido de ella.
– Dijiste que cuidabas de las tontas y de los niños. Si esa significa que me amas, no me importa la que me consideres.
– Ruark, no puedes. Oh, déjame.
El le mordió suavemente una oreja y la hizo. estremecerse de pies a cabeza.
– Ruark, te he dicho que no puedes… ¡No aquí! ¡Basta!
Shanna consiguió apartar la mano de él y casi logro escapársele cuando él aflojó momentáneamente la presión. Pero volvió a retenerla. Shanna la empujó con todas sus fuerzas. El talón de Ruark quedó atrapado en una piedra floja y él cayó cuan largo era sobre una pila de heno. Pero tuvo la suerte de alcanzar a tomarla del vestido, de modo que ella cayó encima de él. Par un momento ella luchó por levantarse mientras sentía que empezaba a reaccionar apasionadamente a la proximidad de él. Pero Ruark rodó con ella y se le puso encima.
– De modo que te tengo atrapada, hechicera tentadora. ¿Te convertirás en alguna otra casa y huirás volando? ¿O entonarás tu canto de sirena hasta que mi pobre cabeza pierda la razón y yo me arroje contra las rocas de esta costa desierta? Mis ojos ven una ninfa de formas encantadoras, ojos de esmeralda y pechos de espuma de mar que me tienta hasta enloquecerme, y que después dice no, no, no, y huye y me deja llorando como un niño hambriento.
Shanna habló con voz suave y lo miró en esos ojos que lo iban hipnotizando lentamente Y acabando con su resistencia.
– ¿Cuándo te he tentado sin satisfacer después tus deseos?
– Tú eres, amor mío, la circe de mis sueños, quien cuando yo cierro los ojos me convierte en un mísero cerdo que se arrastra a tus pies mendigándote una migaja de tus favores.
– Si tanto te hago sufrir… -dijo Shanna y rió con una cálida chispa en sus ojos-, ¿por qué no te marchas? Quizá, cuando el aserradero esté terminado, yo podría pedir a mi padre tu libertad y tu pasaje a las colonias. ¿Te marcharías, entonces?
Súbitamente se puso seria y lo miró fijamente, aguardando una respuesta. Ruark estaba iguahnente serio y apartó gentilmente un rizo de la frente de ella.