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CAPITULO DIECISIETE

El despertar llegó con una luminosidad casi dolorosa. Shanna fue tomando conciencia lentamente del deslumbrante resplandor. La luz llenaba toda la habitación y aunque ella yacía de espaldas a la ventana, 1o mismo la molestaba y penetraba hasta su cerebro a través de la abertura de sus párpados entrecerrados.,

Se movió perezosamente cuando una mano empezó a acariciarle la espalda, aflojando tensiones que ella adivinaba más que sentía. Se estiró como una gata y se puso boca abajo para dejar que esos dedos fuertes hicieran mejor su trabajo. La mano masajeaba los músculos de su espalda y sus hombros y enviaba oleadas de lánguido placer a todo su cuerpo. Rodó hacia la fuente de ese placer hasta que apoyó la espalda en un pecho duro y velludo. Entonces despertó completamente. Solamente una persona en toda su vida había compartido una cama con ella, y nadie, ni siquiera Hergus, le había frotado la espalda. Abrió los ojos y todos sus recuerdos volvieron cuando miró los sonrientes ojos dorados de Ruark.

– ¡Ooohhhh! -El gemido escapó de su garganta mientras ella se cubría la cabeza con la almohada. Pero lo mismo oyó la voz que la saludaba con un ligero tono jocoso.

– Buenos días, señora. Confío en que haya dormido bien.

– Nunca -dijo ella, decepcionada- el cielo se había convertido tan rápidamente en un infierno.

– En la realidad, Shanna -la corrigió Ruark, ligeramente burlón-. Y una triste realidad. Parece que hemos adoptado las costumbres locales pues veo que el sol está alto en el cielo y falta poco para el mediodía. Me temo que hemos dormido toda la mañana, y aunque mi pobre y castigado cuerpo ansía seguir disfrutando de tu proximidad, debo pedirte que te levantes.

Shanna apartó la almohada y se percató, disgustada, de que estaba desnuda bajo la mirada de él. Aún más humillante era el hecho de que él, aparentemente, la había desvestido y puesto sobre la cama Ruark trató de abrazarla pero ella se apartó y se puso de pie a fin de buscar algo para cubrirse, pues en caso contrario corría peligro de que él la violara.

Shanna encontró y se puso la chaqueta de cuero de Ruark, la cual le ofrecía, por lo menos, cierta protección. La prenda le llegaba a las rodillas y no había forma de cerrada por encima o debajo de la cintura.

Ruark sonrió lentamente, la miró y sus ojos se detuvieron momentáneamente en las curvas llenas y maduras de los pechos que asomaban entre las solapas. Se levantó de la cama y desnudo camino hacia la silla que estaba al lado de ella para tomar sus calzones cortos Shanna lo miró con recelo..

– Realmente, admiro su vestimenta, señora -comentó él-. Y de veras no me importa compartir mis ropas con usted, pero sugiero que se conduzca con más discreción entre los piratas. Podría ser que alguno de ellos, sin advertencia, se arrojara sobre usted.

Shanna lo miró ceñuda.

– Excepto yo, por supuesto -agregó él.

Shanna lo miró con incredulidad.

– ¿Estás seguro -dijo- de que llegará el día en que podrás resistir el impulso de abusar de mí?

– Ni siquiera cuando tenga más de ochenta años, Shanna – replico él ligeramente-. Teniéndote cerca, necesitaría el frío de los mares del norte para calmar mi sangre.

– Es cierto -dijo ella- y lo mismo sucede con toda mujerzuela que se cruce en tu camino.

– ¿Todas? -Ruark se irguió y la miró-. Vaya, concédeme por lo menos cierta capacidad de discriminar.

Shanna levantó levemente el mentón.

– Hubieras podido tener más, pero eso no importa ahora. Entre nosotros, todo ha terminado.

– De modo que esta es la tortura que has planeado para mí -dijo el-. La visión de ti, desnuda en mi cama, me hace doler los riñones. El solo pensar en ti me hace doler los riñones. Shanna, si no te enterneces pronto, pasaré el resto de mi vida encorvado como un anciano, doblado por la edad. ¿No tienes compasión? Eres una mujerzuela Shanna Beauchamp, una tunanta para exhibirte así -se acercó y le dio una palmada en el trasero- cuando me niegas eso que muestras en tus provocativos contoneos.

Se puso los calzones mientras Shanna se reía de él.

– Se necesita mucha imaginación, mi amo y señor, para considerar contoneo a un modesto movimiento. Ciertamente, de contoneos yo podría aprender mucho de ti. -Se caló el sombrero de paja y adoptó una postura con una rodilla hacia adelante y una mano apoyada en la Cadera- El capitán pirata Ruark conquistador de todas las que ve, ya sean doncellas niñas o rameras de grandes pechos. Te ruego que me digas si tus conquistas te han quemado tanto el cerebro que ignoras el juego de palabras que nos ha traído a esta situación. Hablas de Juramentos y promesas, de pactos concertados. ¿Y que haces tu? ¿Acaso tienes un privilegio que te libera de cualquier promesa?

– Shanna, amor – Ruark verificó la carga de las pistolas y volvió a dejarlas-. A menudo has declarado que yo no soy tu esposo y que tú eres viuda. Si ese fuera el caso, ¿que derechos tienes sobre mi? ¿Por que me acusas de esta supuesta traición? Todo lo que ha sucedido desde ese día, amor mío, es puramente por culpa tuya, porque si a mí no me hubieran embarcado contra mi voluntad por orden tuya, nada de esto habría sucedido. En tu casa hubiera habido hombres suficientes para protegerte, en vez de andar buscándome por la isla, y cerca de allí muchos más que habrían puesto en fuga a.los piratas. ¿Qué dices ahora, amor mío? ¿Soy tu marido? ¿O soy libre? ¿Y si soy libre, por qué en cada oportunidad que se presenta me atacas como una esposa celosa a su marido? ¿O acaso soy como una marioneta que siempre debe obedecer a los hilos para que juegues conmigo cuando se te dé la gana?

La cólera de Shanna disminuyó. Vanamente, ella trató de reemplazada por la razón.

– No me refería a los votos matrimoniales -dijo ella-. Pero cualquier mujer odia que se burlen o jueguen con ella, que la lleven a la cama y le digan palabras de amor y devoción, para tener que escuchar después que otra mujer reclama. ese mismo amor y ternura. ¿Cómo podría acostarme contigo, tierna y amante en tus brazos, cuando sé que últimamente otras también lo han hecho y que en el futuro, muchas más usurparán mi lugar y con sus placeres harán una cosa común de aquello que yo tendría por un tesoro?

– He aquí una palabra. – Ruark caminó hasta el otro extremo de la habitación y regresó junto a ella-. Es la primera Vez que veo algo digno de conservar. ¿Un tesoro? Ajá, es así, mi amor. Una cosa de valor, pero vulgarizada si no se la aprecia debidamente. Y ahora lo he oído de tus labios. Un tesoro. -Asintió con la cabeza-. Ajá, necesitaba oír esa palabra de ti.

Fue hasta la ventana y allí quedó mirando pensativo a través de la isla., Confundida, Shanna lo miró ceñuda. Ella había querido picar el orgullo de él pero de alguna manera le había dado un arma que él podría usar contra ella.

Aprovechando la momentánea distracción de Ruark, Shanna fue hasta el armario y se quitó el justillo de cuero. Tomó un vestido de terciopelo negro y se lo puso rápidamente. La parte delantera era abierta hasta el pubis, con un entrecruzamiento de cintas sobre la. piel desnuda. Shanna ajustó las cintas y fue hasta el espejo que tenía más cerca Allí se detuvo y ahogó una exclamación. El vestido, más que proteger su pudor, lo destruía

Vio en el espejo la imagen de una joven bastante desaliñada, con el cabello en salvaje desorden y con los pechos apretados en tal forma por el vestido que hubieran podido excitar al más severo puritano. El vestido de terciopelo no cerraba y dejaba ver su blanco vientre. Shanna miro hacia el armario. Tenía que haber otra cosa. ¿Una blusa? ¿Una camisa?

Giró lentamente delante del espejo y por encima de su hombro vio a Ruark, quien ya no miraba por la ventana sino que le dedicaba toda su atención, sentado en el borde de la ventana, los brazos cruzados sobre el pecho desnudo y una sonrisa perversa en los labios.

– Tiene que haber alguna otra cosa -dijo ella, con cierta perplejidad-. Tiene que haber, por lo menos, una camisa.

Ruark fue junto al espejo y la miró directamente.

– A Harripen le gustaría dijo-. Creo que también al holandés

– ¡Ruark! -Ella lo miró horrorizada creyendo que podría, obligarla a bajar vestida en esa forma, pero súbitamente vio la risa que brillaba en los ojos de él. Exasperada, golpeó el suelo con el pie. Cuando, él se acercó más, le dirigió una mirada desafiante y luchó con las cintas en un esfuerzo por cubrirse más

– Nunca he impuesto mi voluntad más allá de la capacidad dé resistencia de una mujer -dijo, sin apartar los ojos de las tentadoras, curvas de los pechos; que aparecían ansiosos por asomarse. Soltó un suspiro tembloroso-. Pero en ocasiones, se llega a un punto en que un hombre se siente provocado y tentado más allá de su voluntad. Y la violación puede tener sus recompensas. Si yo me siento tentado hasta límite

¿Crees que los piratas serán capaces de contenerse? sugiero que busques un vestido que no los tiente demasiado; además me evitarás pensamientos de violencia.

Con gesto petulante, Shanna empezó a buscar en los cofres y descartar vestido tras vestido. Ninguno parecía convenirle. Cuando la medida, estaba bien, el corte era demasiado audaz, cuando el estilo era el adecuado, la medida era grande como para asustar con el tamaño de la que usaba.

En el fondo de un gran baúl había un tesoro que le llamó la atención y ella apenas pudo contener su alegría cuando lo examinó. No hubiera podido adivinar cómo un vestido puritano había llegado a manos de un pirata pero quedó tan contenta con la prenda como si hubiese recibido un precioso regalo era en lana negra, con cuello alto Y, mangas hasta las muñecas, y amplios cuello y puños. Había además un gorro, tan austero como el vestido.

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