Shanna enrojeció y bajó los ojos, súbitamente temerosa de que él pudiera adivinar la verdad. ¿Qué le había hecho Ruark que hasta su padre podía notar la diferencia? Ella se sentía la misma de siempre y la sorprendió que alguien pudiera notar un cambio.
– No te aflijas, papá. -Shanna se preguntó si Ruark se habría marchado o si todavía estaba en el balcón-. Es muy improbable que mi esposo haya podido afectarme tanto en los pocos días que estuvimos juntos.
El la miró con picardía.
– ¿Sabes que tú has afectado profundamente a sir Gaylord? -preguntó.
Shanna quedó paralizada.
– Toda 1a tarde ha estado dándole vueltas al asunto y por fin, después que tú te levantaste de la mesa, se atrevió a pedirme tu mano. -Orlan leyó la expresión súbitamente sorprendida de Shanna y se apresuró a calmar sus temores-. Le dije que la primera condición que debía reunir era contar con tu aprobación. De modo que no te inquietes, hija. Prometí a tu madre que encontraría un marido digno para ti y no renunciaré a ello.
Ahora., fue Trahern quien bajó la mirada y frotó su palma contra la punta de su zapato con hebilla.
– ¿Hay algo que te preocupa, papá? -preguntó Shanna desconcertada, porque nunca, hasta ese momento, había visto a su padre con esa expresión abochornada.
– Sí, algo que me preocupa desde hace un tiempo.
Shanna sintió piedad por este hombre cuyas palabras salían con penosa lentitud.
– Por conseguir mis propios fines te he causado dolor y tristeza -dijo Trahern-. Esa nunca fue mi intención. -La miró a los ojos y sus hombros parecieron encorvarse un poco-. Estoy viejo, Shanna, y cada día envejezco más. -Levantó una mano para impedir que ella protestara-. Tengo una fuerte necesidad de ver continuada mi dinastía por un rebaño de niños. -La risa rugió otra vez-. Una docena, más o menos. Pero me inclino a creer que quienquiera que dirija nuestros destinos se ocupará de eso a su debido tiempo. No apresuraré tu decisión pues no he encontrado un hombre digno de tu mano. No insistiré sobre este asunto y te pido que elijas tu marido donde quiera que lo encuentres.
– Comprendo, papá. -Shanna habló con un peso en el corazón-. y muchas gracias por tu comprensión.
– Ahora, basta de charla -dijo Trahern y se puso de pie a fin de que su rostro quedara oculto en las sombras-. Te he tenido despierta mas de la cuenta.
El minuto se arrastró lentamente hasta que Shanna habló con una vocecita de niña pequeña.;
– Buenas noches, papá. -Cuando Trahern se volvió para marcharse, apenas oyó las siguientes palabras-: Te amo.
No hubo respuesta, sólo otro fuerte resoplido antes que sus pisadas cruzaran el saloncito y la puerta se cerrara suavemente.
Shanna quedó con la vista fija en las sombras, los ojos húmedos, la mente perdida dentro de sí misma.
Pasó un largo momento antes que levantara la vista y encontrara a Ruark a los pies de la cama, mirándola con una extraña semisonrisa en sus labios.
– ¿Has escuchado? _preguntó ella con voz apenas audible.
– Sí, amor mío.
Shanna se sentó en la cama, levantó las rodillas y apoyó en ellas la cabeza.
– Nunca había notado que él se siente tan solo -,-dijo y suspiró profundamente..
Fue un paso gigantesco desde una egoísta juventud hacia la edad adulta y la preocupación por los demás. La transición era grande y dolorosa y Ruark permaneció en silencio, dejando que ella asimilara lentamente la situación.
Shanna meditaba en las profundidades de su recién encontrada madurez. Era una experiencia nueva Y no del todo desagradable. Sabía que su padre la amaba y ello reconfortaba su corazón, pero por debajo estaban los recuerdos de violentas discusiones y el aguijón de las palabras airadas de él protestando por la voluntariosa terquedad de ella.
Su padre la quería casada y con hijos. ¿A quién elegiría ella? ¿Sir Gaylord, una ridícula caricatura de un caballero? En las sombras detrás de él, estaba otra figura, oscura Y misteriosa. Allí su paz se disolvía como nieve bajo las tibias lluvias de primavera y su mente luchaba por comprender el significado de su inquietud.
Lentamente, Shanna alzó su mirada hacia Ruark. Su dragón. ¿Le había arrebatado él la tranquilidad de espíritu?
Ruark miró a Shanna, acurrucada sobre la cama y perdida en sus cavilaciones. Parecía pequeña e indefensa, sin embargo, él sabía que si la desafiaban se erguiría con determinación y se defendería con una furia que empequeñecería a la ferocidad de un tigre herido. Por el momento estaba serena y él hubiera querido darle un poco de sabiduría que calmara la confusión de su mente.
– El dijo que soy libre de elegir esposo cuando yo quiera -murmuró Shanna y Ruark sintió que ella lo observaba atentamente-. ¿Qué voy a hacer contigo?
Ruark respondió después de un momento.
– No tengo deseos de ir en busca del verdugo, Shanna, pero encuentro poco que temer en la verdad.
– Eso puedes decirlo tú -replicó Shanna, irritada porque él tomaba la situación a la ligera-. Pero yo aún puedo verme obligada a casarme con algún petimetre si mi padre vuelve a encolerizarse.
Ruark rió cáusticamente.
– Shanna, si se descubre la verdad, te encontrarás bien casada y con un marido. ¡Yo! Por lo tanto, hasta que me cuelguen, no tienes por qué temer a otros hombres. Ciertamente, si mis servicios son de valor para tu padre, él podría extender mi deuda para cubrir el costo de abogados y defensores. -Ruark se inclinó hacia adelante y sonrió con picardía-. Considera esto, amor mío. Podría ser muy bien mi juego hacer que quedes encinta y esperar que tu padre no desee que su descendiente sea el hijo de un ahorcado.
– ¿Cómo puedes sugerir semejante cosa? -dijo Shanna, atónita-. ¡Eres un vil canalla! ¡Un desvergonzado!
– Ah, amor mío, tus dulces palabras -me conmueven -bromeó Ruark provocativamente-. Sólo puedo señalar que tus ruegos en el calabozo eran más gentiles y que estabas tan afligida que hasta entregaste tu virginidad para lograr tus fines.
– ¡Grosero, hijo de perra! -exclamó Shanna con el rostro de color escarlata y golpeando las sábanas con sus puños. Casi se ahogó en busca de peores epítetos. Esto era desusado porque Shanna, en su juventud,
Había estado expuesta al rudo lenguaje de los marineros y otros trabajadores y era capaz de lanzar una catarata de frases que pondrían envidioso al más vulgar de los truhanes callejeros.
Ruark se inclinó. Su cólera y su frustración empezaban a notarse en su expresión.
– ¿Y ahora -preguntó en tono despectivo- vas a tenerme como tu amante de bolsillo, Shanna? ¿Oculto en tus habitaciones y sin el derecho. de estar a tu lado a la luz del día? Temes que todo se sepa y que tengas que sufrir un castigo, pero yo, Shanna, tengo más que perder: Aun así, si eligiera entre enfrentar a tu padre como tu esposo o esconderme en los rincones oscuros de tus habitaciones, puedo asegurarte que prefiero ser tu esposo, honrado, amado, respetado y aceptado como tal por todo el mundo. -Ruark se volvió y su voz sonó cargada de amargura-. Si hubiera que ganar algo más que mi muerte y tu eterno odio, buscaría a tu padre ahora, reclamaría mis derechos y pondría fin a esta comedia.
– ¡Comedia! -La voz de Shanna estaba cargada de emoción-. ¿Entonces es una comedia que yo trate de evitar una vida junto a un decrépito conde o barón? ¿Una comedia que desee compartir mi vida con un hombre elegido por mí? ¿Es una comedia que desee eso en la vida? Sí, te burlas de mí cuando yo, sólo trato de vivir con cierta esperanza de felicidad.
– ¿Y estás segura de que la vida conmigo no te traería felicidad?
– dijo Ruark y la miró fijamente, aguardando una respuesta.
– ¿Esposa de un siervo? -preguntó Shanna con incredulidad-. No podrías pagar uno solo de mis vestidos.
– No sería por mucho tiempo -replicó él con expresión sombría. Shanna hizo un gesto burlón.
– Claro -dijo-, pronto tu cuello sería estirado más allá de su resistencia. Entonces yo sería verdaderamente una viuda.
– Si te creyera tendría que abandonar toda esperanza -:-dijo Ruark con una ácida sonrisa-. Perdóname, Shanna, si continúo, como hiciste tú, buscando una vida mejor de lo que parece señalarme el destino.
– Me irritas con tu petulancia -dijo Shanna en tono duro pero sin atreverse a mirarlo a los ojos-. Y me cansas con tus teorías.
– Por supuesto, mi lady. -Ruark habló con exagerada gentileza-. Si eres tan amable, mi sombrero y mi camisa. Valoro mucho mis ropas puesto que son lo único que pertenece a John Ruark.
Shanna buscó debajo de las sábanas y le arrojó la camisa sin decir una palabra. Tuvo más dificultad para encontrar el sombrero pero al fin lo sacó de abajo de sus caderas.
Ruark tomó su sombrero y examino largamente su forma aplastada, antes de llevárselo al pecho e inclinarse en una rígida reverencia.
– Me marcho, con tu permiso -dijo-. No te molestaré más con mis infortunios.
Shanna se quedó quieta, sin oír los sonidos de su partida. Por fin se dio vuelta para ver qué lo demoraba y se sorprendió al encontrarse sola.