Shanna sonrió pensativa. El sastre debió derretirse de gozo ante la oportunidad de vestir a un tipo tan apuesto. La mayoría de los hombres de la isla que tenían dinero para pagar las telas más ricas y las últimas modas hacía tiempo que habían pasado la flor de la edad. Pero Ruark tenía la apostura y el cuerpo que embellecían la vestimenta más modesta, aun esos atrevidos calzones cortos. Empero, a Shanna la irritaba que esos calzones fueran tan ceñidos y que Ruark exhibiera descuidadamente su virilidad ante las miradas ansiosas de las muchachas enamoradizas. Sin embargo, sabía que él no era tan consciente de su apariencia como lo eran los petimetres de la corte, o hasta como sir Gaylord, quien estaba vestido de terciopelo y encajes y parecía tan acalorado como si estuviera a punto de explotar.
Viendo a Shanna momentáneamente sola, Ruark aprovechó la oportunidad Y empezó a acercársele entre la multitud. Su prisa y su distracción, sin embargo, fueron su perdición porque súbitamente se encontró con que tenía en sus brazos el cuerpo suave de una muchacha y bruscamente perdió el equilibrio. Un agudo grito femenino le perforó los oídos y Ruark giró y aferró a la joven para impedir que ambos cayeran cuan largos eran.
– Oh, señor Ruark -dijo Milly con su chillona vocecita-. Usted es demasiado brusco para una muchacha como yo.
Ruark tartamudeó confuso unas disculpas.
– Oh, perdón, MilIy, pero tengo mucha prisa.
Ruark se hubiera liberado de la muchacha pero ella le aferró el brazo y lo mantuvo firmemente contra sus pequeños pechos.
– Ajá, ya comprendo, John. -El empleo familiar de su nombre de pila le resultó molesto. Súbitamente la voz de ella sonó tan fuerte como para ser oída en toda la isla-. Últimamente parece que siempre tienes prisa. Pero no necesitas correr tanto, John Ruark. Quienquiera que ella sea, puede esperar.
Ruark trató de ocultar su irritación. Retorció su brazo en un esfuerzo por liberarse de ella y miró por encima de la cabeza oscura de Milly hacia Shanna, quien los observaba con cierta tensión.
Milly alzó una mano para acariciado en el pecho y le sonrió con sus ojos negros invitadores.
– Oh, John -suspiró-. Eres tan fuerte. Con solo mirarte, una muchacha pequeña como yo se siente débil e indefensa.
Ruark reprimió un rudo comentario sobre dónde podría estar la debilidad de ella y trató de apartar esos dedos de su camisa.
– Vamos, Milly, tengo prisa -casi gruñó.
Milly insistió.
– Preparé un buen cesto de comida-dijo- con una pierna de cordero, John. ¿Por qué no vienes a tomar un bocado con nosotros?
– Lo siento -se apresuró a decir Ruark-. El hacendado me ha pedido que comparta su mesa.
Casi consiguió liberar su brazo pero Milly todavía ensayaría otra treta para retenerlo.
– Oh -gimió Y se apoyó pesadamente en él Creo que me he torcido un pie. ¿Me ayudas a llegar a nuestro carro, cariño?
Una sombra corpulenta se les unió y ambos levantaron la vista y se encontraron con la señora Hawkins, de pie frente a ellos, con los brazos en jarras y mirándolos ceñuda.
– ¡Ajá! -exclamó la mujer antes que cualquiera de ellos pudiera hablar-. ¡Con que un pie torcido! Yo te llevaré hasta el carro. Vamos, muchacha desvergonzada, arrojándote así contra el señor Ruark.
Deberías sentir vergüenza.
La señora Hawkins tomó a su hija de un brazo, dirigió una rápida mirada de disculpas a Ruark y se alejó con la joven. Milly cojeó hasta que su madre le dio un bofetón y la hizo gritar. Olvidada de su pie dolorido, Milly se recobró sorprendentemente rápido y caminó sin dificultad hacia el carro.
Ruark rió divertido pero se puso serio cuando volvió a mirar a Shanna. Ella lo miraba con una expresión desconcertante. Ruark la conocía demasiado bien y sabía que se aproximaba una tormenta, de modo que se apresuró a calmar su cólera. Pero no tuvo suerte porque cuando llegaba junto a Shanna se interpuso Trahern, quien lo saludó con un grito. Nuevamente tuvo que ir hacia el trapiche, del brazo de Trahern. Miró rápidamente hacia atrás y vio que sir Gaylord volvía al lado de Shanna. El caballero la. tomó de un codo y se inclinó para murmurar algún comentario ingenioso al oído.
– Vamos, señor Ruark -dijo Trahern- pongamos este molino en marcha y dejemos que estas buenas gentes disfruten de su festín. Mi hija cortará las cintas de la inauguración pero me gustaría que usted compartiera este momento.
Ruark no oyó el resto de lo que dijo el hacendado pues a sus espaldas sonó la risa cristalina de Shanna. El sonido fue para su corazón como vinagre en la garganta de un hombre sediento.
En un brindis por el rey Jorge fueron levantados picheles de ale, ron y varias otras bebidas mientras que las mujeres prefirieron un vino más suave. La inauguración del trapiche fue motivo de una serie de brindis y cuando Shanna fue conducida hasta las amplias puertas principales del edificio, los espíritus estaban alegres. Ella no estaba afectada por esa alegría sino que su euforia provenía de una causa totalmente diferente. Unos pocos sorbos de vino difícilmente podían embriagada. Ella no podía imaginar la razón de sus emociones exaltadas mientras se dirigía hacia donde estaban las cintas, pero rápidamente comprendió la verdad cuando vio a Ruark de pie junto a su padre. Este trapiche era obra de Ruark y ella estaba extasiada de orgullo ante la proeza. Súbitamente sus ojos se llenaron de lágrimas y debió sonreír hasta que el llanto cesara. Riendo alegremente tiró con fuerza de la cuerda oculta que sostenía a las cintas inaugurales. Los nudos se soltaron y los muchos metros de telas de colores cayeron a la plataforma en una multitud de aleteos.
La mano de Ruark se unió a la de ella para abrir el pesado cerrojo, ante tanto público ambos trataron de ignorar el contacto.
Sus ojos se encontraron fugazmente antes que Ruark diera un paso y abriera las puertas, y Shanna fue la única que supo que su rubor no se debía enteramente a la excitación del momento.
Cuando las puertas se abrieron completamente, la gente miró el interior del depósito que estando vacío daba la impresión de una catedral. El ruido de la multitud se redujo a un murmullo de sorpresa; después su atención fue atraída por un grito desde las puertas de molienda. Dos carros ya estaban siendo acercados al lugar sobre la tolva que llevaba la caña hacia abajo. Otro grito atravesó el aire y una pareja de bueyes empezó a caminar en círculos, poniendo en movimiento un gran engranaje, el cual, a su vez, accionaba una gran rueda dentada que hacía girar un eje que entraba en el edificio. El hombre que manejaba a los
bueyes inclinó su espalda para mover una gran palanca. Un gran ruido sordo fue seguido de otro y en seguida los rodillos empezaron a girar con lento, majestuoso movimiento. El ruido pareció estremecer hasta al mismo suelo y produjo un sentimiento de euforia en el pecho de Shanna. Su corazón se hinchó hasta casi estallar y ella sintió deseos de reír y de llorar al mismo tiempo. Un murmullo de voces se elevó desde el público cuando la primera caña fue tomada por los rodillos. Aguardaron inquietos hasta que la palanca fue accionada nuevamente, ahora para detener el movimiento. El rugido sordo cesó, los bueyes se
detuvieron. El súbito silencio duró lo que a Shanna le pareció una eternidad y entonces surgió otro sonido del interior del trapiche. Lentamente, de a uno por vez, cuatro grandes toneles de jugo fueron sacados a la plataforma para que los miraran y cataran todos los que quisieran.
Fue un logro estupendo. Lo que a una cantidad de hombres le hubiera llevado toda una tarde había sido logrado en el tiempo que se demoraría en beber una taza de té. Un grito de aprobación se elevó desde el público reunido. Incluso Ruark sonrió, hasta que sir Gaylord cruzó la plataforma, se ubicó entre él y Shanna y tomó la mano tendida de ella.
Puesto que el trapiche era algo enteramente nuevo en la isla, a los aldeanos se les permitió que vieran el interior ahora que había quedado demostrado el funcionamiento. Durante muchas semanas los pobladores se habían hecho preguntas acerca de eso que estaban construyendo en las colinas sobre la aldea y ahora, por fin, su curiosidad quedaba satisfecha. Quedaron llenos de admiración por el ingenio con que había sido erigido y más de unos pocos se sintieron contritos porque una vez se habían reído incrédulos cuando les informaron que la producción del trapiche sería limitada solamente por la velocidad con que la caña pudiera ser arrojada en la tolva y que lo que antes exigía largos y tediosos meses de ardua labor ahora podría hacerse en una semana.
– ¿Puedo acompañarla, señora Beauchamp? -preguntó sir Gaylord-. Siento un poco de curiosidad por esta cosa. Debió de ser un inglés quien la concibió.
Shanna sonrió divertida al reconocer la típica mentalidad inglesa. Si era bueno, tenía que ser inglés.
– Nuestro siervo ya me ha mostrado detalladamente el lugar, sir Gaylord. Estoy segura de que al señor Ruark le interesaría su deducción, pero él es de las colonias, no de Inglaterra, como usted supuso.
– ¡No! ¡No me diga que él fue quien…! -Sir Gaylord estaba evidentemente atónito. Con expresión arrogante, estornudó ligeramente en su pañuelo-. Bueno, supongo que para ello bastan unos pocos conocimientos básicos acerca de la construcción de una destilería. Yo no puedo soportar esa bebida. Prefiero un buen vino a ese brebaje bestial. No es bebida para caballeros..
Shanna sonrió como una gata que acaba de comerse un ratón.
– Tendré que informar a mi padre de sus opiniones, sir Gaylord. En realidad, a él la bebida le resulta muy agradable.
Sir Gaylord cruzó sus grandes manos atrás de su espalda y pareció ponerse más pensativo.