– Yo creía que iba a ser un viaje de trabajo. Se supone que tienes que visitar fábricas.
– ¿Y qué coño sé yo de fábricas? Asomar la cabeza y decir hola. Es un regalo, Nejo… vamos.
– Creo que voy a vomitar. Se me ha pasado el efecto del cóctel. ¿Blair? Esto es una puta locura. No hace ni quince días que salimos del centro…
Blair agarró a Conejo de los hombros. Le hizo un masaje con las yemas de los dedos y se los enderezó. Hizo que Conejo lo mirara y le devolvió una mirada tranquila, benigna. El reflejo de su cara brillaba en las gafas de sol de Conejo.
– No somos lisiados, colega. Mírame… Conejo… somos jóvenes, sanos. Somos libres. Las únicas restricciones que nos quedan las tenemos en la mente. ¿Me oyes?
– Oh, joder. Joder, colega, por Dios. Tú todavía estás colocado con esa bazofia del yanqui.
– ¿Tú no te has tomado el tuyo? Yo me he tomado otro esta mañana. -Blair se metió la mano en el bolsillo del abrigo y sacó una bolsita-. Ten, anda, métete esto.
– ¿Y cuando se nos acaben, Blair? ¿Cuándo nos quedemos solos, en España, y volvamos a encontrarnos como siempre?
– Lo importante es que habremos dado el salto. Que estaremos en un nuevo mundo. ¿Nejo? Eso es lo que importa, bonito. Si sabemos que es conceptualmente correcto que vayamos adelante, tenemos que usar todas las herramientas posibles para vencer nuestros miedos. ¿Es que no ves cómo están saliendo las cosas, como si fueran casualidad? -Blair enarcó las cejas y su cara se alegró de forma inverosímil, como la de una madre ante su hijo recién nacido-. ¡Y todo por unas vacaciones encantadoras! ¡No nos vamos a la horca! ¡Son unas vacaciones, Conejo!
– Pero yo todavía no estoy cansado del viejo mundo. No me importaría pasar unos días en Albion House, sinceramente. Para pensar un poquito.
Blair miró a su alrededor. La última remesa de pasajeros pasaba a su lado por el túnel, en forma de comitiva cada vez más estrecha. Ahora estaba a solas con Conejo dentro de una caverna de ecos y vagos olores a aseos públicos. Decidió que aquello no podía estar siéndoles de mucha ayuda.
– Conejo, hay un bar restaurante Legge-Deethog arriba. ¿Sabes qué quiere decir eso?
– ¿Música trance?
– Desayuno inglés.
– ¿Eh? -Conejo se estremeció.
– Desayuno inglés y una tetera llena, Nejo. No iremos a ninguna parte, simplemente nos sentaremos y veremos cómo discurren las cosas a nuestro alrededor. Mientras comemos tostadas y salchichas. Y beicon. Y nos limitamos a mirar. Y si después de una comilona como Dios manda, todavía te da todo un poco de canguelo, llamamos a un taxi que nos lleve de vuelta al piso.
– ¿Desayuno inglés, dices?
– Esto es Inglaterra, Nejo. La misma puerta de entrada. ¿Tú crees que no van a tener un desayuno de puta madre en la puerta de entrada de la Verde y Bella Tierra del mismo Dios? Es una cuestión de orgullo nacional, de seguridad nacional. Éste tiene que ser la frente originaria de la mejor fritanga, el hogar de la bandera tridimensional de Gran Bretaña, su gloria comestible. Conejo, estamos en el borde de Inglaterra, asomándonos a un mundo más pobre. Un mundo sin beicon.
– Bueno, no voy a decir que no me iría bien un poco de beicon. Ya se me está yendo la olla. Me ha parecido que esa tónica estaba un poco pasada, no he querido decir nada en el momento. La tónica es una bebida bastante inestable, de hecho, ahora que lo pienso.
Blair sonrió y cerró los ojos.
– Para eso solamente hay una cosa que vaya bien, Nejo.
– ¿Grasa?
– Grasa. -Blair tiró del asa de la bolsa de Conejo para volver a ponérsela en el hombro y lo llevó de la mano como si fuera su primer día de escuela. Los dos hermanos caminaron arrastrando los pies humildemente y vestidos con sus trajes negros, túnel arriba y hacia la luz.
– ¿Habrá lavabos? -preguntó Conejo.
– Habrá lavabos.
– ¿Y mantequilla de la buena?
– Nejo…
– Sí, ya sé. Estamos en Inglaterra…
En los cuatro minutos que pasó Conejo en los lavabos, una bolsita de cóctel fue vaciada en su jarrita para el té del bar restaurante Legge-Deethog. Blair la removió hasta que se diluyó.
Conejo regresó, caminando con torpeza, y se sentó delante de su hermano. Se quedó transfigurado al ver las volutas de grasa con vetas de huevo y el supurar fangoso de los champiñones que tenía en el plato. Cortó con cautela la punta ennegrecida de una salchicha, ensartó y enrolló alrededor de la misma una banderita de beicon, lo empujó todo con el tenedor hasta las orillas de su huevo y lo sumergió en la yema. Examinó su casco pegajoso, dio un sorbo de té, mordisqueó una tostada y se metió el resto en la boca.
Conejo no levantó la vista hasta que su plato estuvo tan limpio que tenía un brillo como de satén y su taza quedó completamente seca. Y cuando levantó la vista, y reclinó la espalda en su asiento, y se levantó las gafas… ya habitaba en un mundo cargado de cálidos significados.
– Creo que me encuentro mejor -dijo.
Blair estiró un brazo por encima de la mesa y cogió la mano de Conejo. Le dio un apretón amistoso.
– Tienes buen aspecto, Nejo.
Conejo bajó la vista, se recolocó las solapas simétricamente por encima del blanco de su camisa y desplazó la peor de sus arrugas de forma que quedara debajo.
– Ya, bueno -dijo.
Estaba sentado en el centro neurálgico de Inglaterra, más conectado al resto del mundo de lo que nunca había estado. Toda su gente le pasaba por los lados. Y en todos ellos burbujeaba cierta excitación. Por primera vez, Conejo se sintió parte de una raza.
– Entonces ¿vamos a malgastar estos billetes de avión? -Blair inclinó su jarrita del té para ver cuánto quedaba.
A Conejo se le cayeron las gafas sobre la nariz.
– ¿Son para ir muy lejos? Siempre podemos volver, ¿no?
– Claro… podemos volver en el mismo avión si el sitio nos da mala espina. Podríamos hacerlo, sinceramente… nos los pasamos bomba a costa de British Airways y volvemos directamente.
– ¿British Airways, dices?
– Sí, Nejo. Desayuno Inglés Airways. Tazas Infinitas de Té del Bueno Airways. Verde y Bella Airways.
– A ver si se me entiende. Podemos ir y volver, ya sabes… los tíos estarán hasta los huevos de nosotros y de que nos lo estemos pasando bomba, y entonces, cuando crean que ya estamos sanos y salvos en España, ¡nos tendrán sentados ahí otra vez para el trayecto de vuelta!
– Eres el mismo diablo, Nejo. ¿Qué te ha entrado? Eres el número uno. Pero nunca lo haríamos.
– ¿Qué quieres decir? ¿Vamos a renunciar a una oportunidad de chotearnos? ¿Los números uno?
– Pero tú no lo harías, ¿verdad?
Conejo respiró hondo hasta llenarse el pecho y bajó su tono una octava.
– Aparten las criaturas. Vienen los patanes de los Heath.
– Bueno…
– Venga, vamos a comernos el mundo. -Conejo se adentró tambaleándose en el remolino de gente de la terminal-. ¿Adónde dices que vamos?
– A los mostradores, creo… por ahí.
– A ver si se me entiende, ¿a qué destino?
– La facturación es general, creo, Nejo… simplemente vayamos a Gracias a Dios que Somos Británicos Airways. Además, te estoy guardando la sorpresa, no lo adivinarías nunca.
– Supongo que la gente de tu trabajo no nos estará mandando a un sitio demasiado soleado, ¿verdad? Que no haga sol a saco, mis ojos no lo aguantarían. Que haga buen tiempo simplemente, más o menos temperatura ambiente. Templado y agradable, solamente por una hora, antes de que el avión dé media vuelta. Pero no muy húmedo.
– Pues claro, Nejo. Es el extranjero, ¿no?
Los mostradores de facturación estaban instalados de forma sofisticada y tecnológica frente a una pared reluciente de plástico más allá de la cual aguardaba el futuro. La pared no llegaba al techo, sino que tenía un espacio abierto encima del cual las promesas fluían como si fueran un vapor iluminado con focos. La facturación iba a ser su última acción dentro del territorio conceptual de Gran Bretaña. Blair apretó su entrepierna abultada contra el mostrador, y se fijó en que Conejo no parecía estar sufriendo su misma exuberancia eréctil. Con todo, su paseo a través del dispositivo de seguridad coincidió con el clímax del cóctel Howitzer. Pasaron al espacio gigantesco, extrañamente soleado y divino del área de preembarque. La primera tienda resplandeciente frente a la que pasaron los absorbió. Como muestra de su nueva compenetración, Conejo tuvo la consideración de elegir una revista de porno blando para su hermano.