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El 31 de julio el juego se trasladó a otro espacio, una suite llamada "nuevos salones superiores", compuesta por tres habitaciones, dos de ocho tatami y una de seis. Las caligrafías que adornaban las paredes eran de Raí Sanyo, Yamaoka Tesshu y Yoda Gakkai [21] . La habitación del Maestro se ubicaba debajo de esta suite.

La masa de hortensias en el balcón del Maestro parecía un enorme globo inflado. Ese día también una negra mariposa cola de golondrina jugueteaba entre las flores, reflejándose claramente en el estanque. La enredadera de glicinas bajo los aleros tenía un pesado follaje.

Sentado ante el tablero, escuché un chapaleo. Era su mujer que estaba en el puente de piedra, lanzando comida al estanque. Y una carpa se había asomado para comer.

Ella me había avisado esa mañana:

– Tuve que regresar a Tokio pues tenía visitas de Kioto. Hacía bastante frío, pero no desagradable -me contó-. La verdad es que cuando empieza el frío, me preocupo pues tengo miedo de que se resfríe.

Cayeron unas tenues gotas de lluvia, y pronto llovía con fuerza. Otake no lo notó hasta que alguien le advirtió.

– También el cielo sufre de los riñones -dijo.

Era una lluvia de verano. No habíamos tenido una sesión despejada desde que estábamos en Hakone. Y las lluvias eran caprichosas. Ese día, por ejemplo, daba el sol sobre las hortensias mientras Otake planeaba Negro 83, y la montaña brillaba con un fresco verde, y luego de inmediato se nubló otra vez.

Negro 83 llevó mucho más tiempo -una hora y cuarenta y ocho minutos- que Blanco 70. Estudiando intensamente el costado derecho del tablero, Otake estiró su pantorrilla junto con el almohadón. Después metió sus manos en el kimono y, con los hombros caídos, parecía estar abrazándose a sí mismo. Era un indicio de que un largo período de deliberación había comenzado.

El juego ingresaba en su fase intermedia. Cada jugada era un desafío difícil. Ya era claro qué territorios habían ocupado Blanco y Negro, y se aproximaba el momento en que el cálculo del puntaje final sería posible. ¿Proceder de inmediato a la confrontación final, invadir campo enemigo, desafiar a una lucha próxima en algún lugar del tablero?… Había llegado el momento de planear y proyectar las etapas por venir.

El doctor Félix Dueball, que había aprendido Go en Japón y que había regresado a Alemania, y a quien llamaban "el Honnimbo alemán", había enviado al Maestro un telegrama de felicitaciones por este certamen de despedida. La foto de ambos jugadores leyendo el telegrama se había publicado en el Nichinichi de la mañana.

El Maestro De Go - pic_4.jpg

Blanco 88 fue la jugada sellada de la sesión.

Yawata, de la Asociación, de inmediato le encontró un significado al hecho.

– Lo están felicitando, señor, por su número de la suerte [22] -dijo.

El rostro del Maestro y su cuello, que uno habría supuesto no podrían adelgazar más, se veían ese día aún más enjutos. Aunque aparentaba más salud que aquel caluroso 16 de julio, y más ánimo. ¿Tal vez con la declinación de la carne los huesos se habían fortalecido?

Ninguno de nosotros preveía su cercano colapso unos escasos cinco días más tarde.

Pero, de pronto, se levantó bruscamente, como si no pudiera esperar ya, cuando Otake había jugado su Negro 83. Todo su agotamiento afloró de golpe. Eran las doce y veintisiete, y obviamente había llegado el momento del descanso de mediodía; pero el Maestro, que nunca había abandonado el tablero en primer término, esta vez lo apartó casi con una patada.

[21] Respectivamente, un historiador confuciano (1780-1832), un estadista (1836-1888) y un crítico, ensayista y estudiante de chino (1832-1909).


[22] Hay festejos especiales cuando se cumplen los 88 años según el modo de contar oriental.


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