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CAPÍTULO 34

Holly llamo suevemente a la puerta y una voz grave y aspera le ordeno que entrara. El corazon le dio un brinco al oir aquella voz que le trajo recuerdos de cuando la mandaban al despacho del director de la escuela. se seco las manos sudorosas con el traje y entró en el despacho.

– Hola- dijo con mas confianza de la que sentía.

Cruzó la pequeña habitacion y estrecho la mano del hombre que se habia levantado del sillon y le estaba tendiendo la suya. Éste la recibió con una gran sonrisa y un caluroso apretón. su rostro no se correspondia con su vozarron, gracias a Dios. Holly se serenó un poco al verlo ya que le recordó a su padre. Daba la impresion de que pronto cumpliria los sesenta, presentaba un físico como de oso de peluche, y Holly tuvo que contenerse para no saltar por encima del escritorio y darle un fuerte abrazo. llevaba el pelo muy bien cortado, de un tono plateado casi brillante y Holly supuso que había sido un hombre extremadamente atractivo en su juventud.

– Holly Kennedy ¿cierto?- dijo tomando asiento y echando un vistazo a curriculum que tenia delante de él.

Holly se sentó en la silla de enfrente y se obligó a relajarse. Había leído cuantos manuales de técnicas para entrevistas habían caído en sus manos durante los ultimos dias e intentaba poner todos sus conocimientos en práctica, desde el modo de entrar en el despacho hasta la forma de dar la mano, pasando por la amnera de sentarse en la silla. queria mostrarse como una mujer con experiencia, inteligente y muy segura de sí misma. Aunque iba a necesitar algo más que un firme apretón de manos para conseguir demostrarlo.

– En efecto -contestó dejando el bolso en el suelo y apoyando las manos sudorosas en el regazo.

Él se ajustó las gafas en la punta de la nariz y leyó por encima el currículo en silencio. Holly tenía la mirada fija en él e intentaba descifrar su expresión. No le resultó fácil, ya que era una de esas personas que fruncían el entrecejo al leer. Bueno, o eso o quizá no se sentía impresionado por lo que estaba viendo. Holly echó un vistazo al escritorio mientras aguardaba que el entrevistador volviera a dirigirle la palabra. Entonces reparó en una fotografía enmarcada de tres chicas muy guapas, de su edad que sonreían a la cámara y, cuando levantó la vista, se dio cuenta de que él había dejado el currículo encima del escritorio y estaba observándola. Holly sonrió y procuró adoptar una expresión más formal.

– Antes de que comencemos a hablar sobre usted, voy a explicarle exactamente quién soy y en qué consiste el trabajo -anunció el entrevistador. Holly asintió con la cabeza, dispuesta a demostrar interés.

– Me llamo Chris Feeney y soy el fundador y editor de la revista, o el jefe, como gustan de llamarme todos los que trabajan aquí. -Rió entre dientes y Holly quedó prendada de sus brillantes ojos azules-. Verá, fundamentalmente estamos buscando una persona que se encargue de todo lo relacionado con la publicidad de la revista. Como bien sabrá, la buena marcha de una revista o de cualquier otro medio de comunicación depende en buena medida de las inserciones publicitarias. Necesitamos ese dinero para publicar la revista, de modo que se trata de un trabajo de suma importancia. Por desgracia, el hombre que ocupaba ese puesto tuvo que dejarnos de improviso y por eso busco a alguien que pueda ponerse manos a la obra casi de inmediato. ¿Qué puede decirme a ese respecto?

Holly asintió con la cabeza.

– Eso no constituye ningún problema. De hecho, estoy impaciente por comenzar a trabajar cuanto antes.

El señor Feeney asintió con la cabeza y volvió a mirar el currículo. -Veo que lleva cosa de un año sin trabajar. ¿Estoy en lo cierto? -preguntó mirándola por encima de la montura de las gafas.

– Sí, así es -contestó Holly, asintiendo con la cabeza-. Y puedo garantizarle que ha sido así por decisión propia. Mi marido enfermó de gravedad y tuve que renunciar a mi empleo para dedicarme a él.

Holly tragó saliva, consciente de que aquel asunto llamaría la atención decualquier posible patrono. Nadie deseaba contratar a una persona que había estado ociosa durante el último año.

– Entiendo -dijo el señor Feeney, levantando la vista hacia Holly-. Bueno, espero que haya recobrado la salud -agregó sonriendo con afecto. Holly dudó de si aquello era una pregunta o no, y tampoco tuvo muy claro si debía seguir hablando sobre ello. ¿Acaso quería saber más sobre su vida privada? Él seguía mirándola y Holly comprendió que esperaba una respuesta. Carraspeó.

– Pues en realidad no, señor Feeney. Desgraciadamente falleció el pasado mes de febrero… Tenía un tumor cerebral. Por eso me pareció importante dejar de trabajar.

– Vaya. -El señor Feeney dejó el currículo en el escritorio y se quitó las gafas-. Lo comprendo perfectamente. Lamento mucho lo que le ha sucedido -dijo con sinceridad-. Debe de haber sido muy duro para usted siendo tan joven… -Bajó la vista al escritorio un momento y luego volvió a mirarla a los ojos-. Mi esposa murió de un cáncer de mama hace ahora un año, así que puedo entender lo que siente -dijo amablemente.

– Lo siento mucho -respondió Holly con tristeza, mirando al hombre que estaba al otro lado de la mesa.

– Dicen que con el tiempo se hace más llevadero -añadió él, sonriendo.

– Eso dicen -convino Holly con gravedad-. Al parecer el truco está en beber litros y litros de té.

El señor Feeney se echó a reír soltando una sonora carcajada.

– ¡Sí! Eso también me lo han dicho, y mis hijas insisten en que el aire fresco todo lo cura.

Holly rió.

– Uy, sí, el mágico aire fresco… Obra milagros con el corazón. ¿Son sus hijas? -preguntó Holly, mirando sonriente la fotografía.

– En efecto -contestó el señor Feeney, sonriendo a su vez-. Son las tres médicas que intentan mantenerme con vida-volvió a reír-. Aunque es una pena que el jardín ya no tenga ese aspecto-agregó, refiriéndose a la fotografía.

– ¡Uau! ¿Es su jardín? -dijo Holly, asombrada-. Es precioso. Creí que era el jardín botánico o algún lugar por el estilo.

– Ésa era la especialidad de Maureen. Yo soy incapaz de salir de la oficina el tiempo suficiente para arreglar ese desorden.

– No me hable de jardines -dijo Holly, poniendo los ojos en blanco-. Las plantas no son mi fuerte precisamente, y mi jardín está empezando a parecer una jungla. -Definitivamente era una jungla, pensó.

Siguieron mirándose y sonriendo, y a Holly la confortó escuchar una historia semejante a la suya. Tanto si conseguía el empleo como si no, al menos tendría el consuelo de saber que no estaba totalmente sola.

– En fin, volvamos a la entrevista-dijo el señor Feeney-. ¿Tiene alguna experiencia en trabajos relacionados con medios de comunicación?

A Holly no le gustó la manera en que dijo «alguna», significaba que había leído el currículo sin ver ningún indicio de experiencia que la hiciera digna del empleo.

– Pues en realidad sí. -Retomó una actitud formal y se esforzó por impresionarlo-. Una vez trabajé en una agencia inmobiliaria donde era la responsable de tratar con los medios para anunciar las nuevas propiedades que teníamos en venta. Puede decirse que estaba al otro lado de lo que este empleo conlleva, de modo que sé cómo tratar con las empresas que desean contratar espacio para publicidad.

El señor Feeney fue asintiendo con la cabeza.

– Pero en realidad nunca ha trabajado en una revista o periódico o algo por el estilo…

Holly también asintió, devanándose los sesos en busca de algo que decir.

– Durante un tiempo me encargué de publicar un boletín informativo para la empresa en la que trabajaba… -Siguió divagando un buen rato, aferrándose a cualquier cosa más o menos relacionada con aquel ámbito de trabajo, y se dio cuenta de que estaba resultando bastante patética.

El señor Feeney fue demasiado cortés como para interrumpirla mientras le refería todos los trabajos que había tenido y exageraba cualquier detalle que pudiera guardar alguna relación con la publicidad o los medios de comunicación. Finalmente dejó de hablar, harta de oír su propia voz, y entrecruzó los dedos nerviosamente en el regazo. No estaba cualificada para el empleo y lo sabía, pero también sabía que sería capaz de hacerlo bien si él le daba la oportunidad.

El señor Feeney se quitó las gafas.

– Entendido. Bien, Holly, veo que cuenta con una dilatada experiencia en muy diversos campos, pero también he advertido que nunca ha permanecido en un mismo puesto durante mas de nueve meses…

– Estaba buscando el empleo adecuado para mí -interrumpió Holly con su seguridad hecha añicos.

– ¿Y cómo sé que no va a abandonarme dentro de unos meses? -preguntó sonriente, aunque Holly tuvo claro que hablaba en serio.

– Porque este empleo es adecuado para mí -dijo muy seria. Holly suspiró al percibir que sus probabilidades de éxito se le estaban escapando entre los dedos, aunque no estaba dispuesta a darse por vencida tan fácilmente-. Señor Feeney -dijo adelantándose hasta el borde de la silla-, soy una trabajadora aplicada. Cuando algo me gusta, me entrego al cien por cien y me comprometo sin reservas. Soy una persona capaz y estoy más que dispuesta a aprender lo que no sé, de modo que pueda dar lo mejor de mí misma en beneficio mío, suyo y de la empresa. Si deposita su confianza en mí, le prometo que no le defraudaré. -Se detuvo justo antes de ponerse de rodillas y suplicar por el maldito empleo. Se ruborizó al darse cuenta de lo que había estado a punto de hacer.

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