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– Muy bien, creo que es un buen comentario con el que dar por concluida la entrevista-dijo el señor Feeney, sonriéndole. Se puso de pie y le tendió la mano-. Le agradezco mucho que haya venido. No tardará en tener noticias nuestras.

Holly le estrechó la mano y le dio las gracias en voz baja, recogió el bolso del suelo y notó que el señor Feeney la miraba mientras se dirigía a la puerta. justo antes de cruzar el umbral se volvió hacia él y dijo:

– Señor Feeney, me aseguraré de que su secretaria le traiga una buena taza de té recién hecho. Le hará mucho bien.

Sonrió y cerró la puerta, amortiguando las carcajadas del señor Feeney. La secretaria simpática enarcó las cejas cuando Holly pasó por delante de ella y los demás aspirantes se preguntaron qué habría dicho aquella señora para que el entrevistador se riera de aquel modo. Holly sonrió al oír que el señor Feeney seguía riendo y salió al aire fresco de la calle.

Holly decidió pasar a ver a Ciara en el trabajo, donde podría almorzar algo. Dobló la esquina, entró en el pub Hogan's y buscó una mesa libre. El pub estaba atestado de gente elegantemente vestida que había acudido a almorzar desde el trabajo e incluso había quien se tomaba unas cervezas a hurtadillas antes de regresar a la oficina. Holly encontró una mesa pequeña en un rincón y se sentó.

– ¡Perdone! -llamó levantando la voz y chasqueando los dedos en alto-. ¿Es posible que alguien me atienda, por favor?

Los ocupantes de las mesas vecinas la miraron con desdén por ser tan grosera con el servicio, pero Holly siguió chasqueando los dedos.

– ¡Eh, aquí! -gritó.

Ciara se volvió con cara de pocos amigos y sonrió al ver a su hermana. Jesús, he estado a punto de darte un bofetón. -Se acercó a la mesa, sonriendo.

– Espero que no les digas esas cosas a todos tus clientes -bromeó Holly.

– A todos no -contestó Ciara muy seria-. ¿Vas a almorzar aquí hoy? Holly asintió con la cabeza.

– Mamá me contó que trabajabas a la hora del almuerzo. Pensaba que estarías en el club de arriba.

Ciara puso los ojos en blanco.

– Ese hombre me hace trabajar de sol a sol, me trata como a una esclava -protestó Ciara.

– ¿He oído mencionar mi nombre? -Daniel apareció riendo detrás de ella.

El rostro de Ciara palideció al darse cuenta de que la había oído.

– No, qué va… Estaba hablando de Mathew -balbuceó-. Me tiene despierta toda la noche, soy como su esclava sexual… -Se interrumpió y se dirigió a la barra en busca de un bloc y un bolígrafo.

– Siento haber preguntado -dijo Daniel, mirando a Ciara un tanto apabullado-. ¿Te importa que me siente? -preguntó a Holly.

– Sí -bromeó Holly, y le ofreció un taburete-. Veamos, ¿qué se puede comer aquí? -preguntó echando un vistazo a la carta mientras Ciara regresaba con el bolígrafo. Ésta movió los labios articulando la palabra «nada» detrás de Daniel, y Holly soltó una risita.

– Tostado especial es mi sándwich favorito -sugirió Daniel, y Ciara negó enérgicamente con la cabeza. Saltaba a la vista que a Ciara no le gustaba mucho el tostado especial-. ¿Qué pretendes, Ciara? -le preguntó Daniel, sorprendiéndola de nuevo infraganti.

– Oh, es que… Holly es alérgica a la cebolla -farfulló Ciara. Aquello fue una novedad para la propia Holly.

– Sí… hace que la cabeza… se me hinche-improvisó Holly, e hinchó los carrillos-. Las cebollas son algo terrible. Fatal, de hecho. Cualquier día me matarán.

Ciara puso los ojos en blanco y fulminó a su hermana con la mirada porque, para variar, sacaba las cosas de quicio.

– Muy bien, pues entonces tómalo sin cebolla -sugirió Daniel, y Holly aceptó.

Ciara se metió los dedos en la boca y fingió que vomitaba mientras se alejaba.

– Vas muy elegante -comentó Daniel, fijándose en su atuendo.

– Sí, bueno, ésa es la impresión que quería dar. Acabo de tener una entrevista de trabajo -dijo Holly, y torció el gesto al recordarlo.

– Ah, claro. -Daniel sonrió e hizo una mueca-. ¿Acaso no ha ido bien? Holly negó con la cabeza.

– Bueno, digamos que tengo que comprarme un traje más elegante. No cuento con que me llamen pronto.

– No te preocupes, mujer-dijo Daniel, sonriendo-. Tendrás un montón de oportunidades. Aún tengo libre el puesto de arriba si te interesa. -Creía que le habías dado ese trabajo a Ciara. ¿Por qué está trabajando aquí abajo ahora? -preguntó Holly.

Daniel hizo una mueca.

– Holly, ya conoces a ta hermana. Tuvimos un problemilla.

– ¡Dios mío! -dijo Holly-. ¿Qué ha hecho esta vez?

– Un tipo le dijo algo en la barra que no le gustó, así que le sirvió la jarra de cerveza y acto seguido se la vació en la cabeza.

– ¡Oh, no! -exclamó Holly con un grito ahogado-. ¡Me sorprende que no la despidieras!

– No podía hacerle algo así a un miembro de la familia Kennedy, ¿no crees? -Sonrió-. Además, ¿cómo iba yo a ser capaz de mirarte otra vez a la cara?

– Exacto -dijo Holly, sonriendo-. Puede que seas mi amigo pero «tienes que respetar a la familia».

Ciara puso ceño a su hermana al llegar con el plato de comida.

– Es la peor imitación del Padrino que he oído en mi vida. Bon appétit -agregó con sarcasmo, dejando el plato en la mesa bruscamente antes de girar en redondo.

– ¡Oye! -la llamó Daniel, y apartó el plato de Holly para examinar el sándwich.

– ¿Qué pasa? -inquirió Holly.

– Lleva cebolla--contestó Daniel, enojado-. Seguro que Ciara ha vuelto a equivocarse de pedido.

– No, no, está bien. -Holly salió en defensa de su hermana y le cogió el plato de las manos-. Sólo soy alérgica a la cebolla roja -improvisó. Daniel torció el gesto.

– Qué raro. No sabía que fuesen tan distintas.

– Oh, ya lo creo. -Holly asintió con la cabeza y fingió ser una experta-. Aunque sean de la misma familia, la cebolla roja contiene… unas toxinas específicas…

– ¿Toxinas? -repitió Daniel incrédulo.

– Bueno, al menos para mí son tóxicas, ¿no? -farfulló Holly, e hincó el diente en el sándwich para callarse. Le costó trabajo comerse el sándwich bajo la mirada hostil de Daniel sin sentirse como una cerda, de modo que Finalmente desistió y dejó el resto en el plato.

– ¿No te gusta? -preguntó Daniel, preocupado.

– No, no es eso. Me encanta, pero es que he desayunado mucho -mintió Holly dándose unas palmaditas en el estómago vacío.

– Dime, ¿ha habido suerte en la caza del duende? -bromeó Daniel.

– ¡Bueno, lo cieno es que lo descubrí! -Holly rió secándose las manos grasientas con la servilleta.

– ¿De veras? ¿Quién era?

– ¿Puedes creer que era mi hermano Richard? -Holly volvió a reír. -¡Anda ya! ¿Y por qué no te lo dijo? ¿Quería darte una sorpresa o algo por el estilo?

– Algo por el estilo, supongo.

– Richard es un buen tipo -aseguró Daniel con aire meditabundo.

– ¿Tú crees? -preguntó Holly, sorprendida.

– Sí, es un hombre inofensivo. Buena gente.

Holly asintió con la cabeza mientras intentaba digerir aquella información. Daniel interrumpió sus pensamientos.

– ¿Has hablado con Denise o Sharon últimamente?

– Sólo con Denise -contestó Holly, apartando la vista-. ¿Y tú?

– Tom me tiene hasta la coronilla con tanta cháchara sobre la boda. Quiere que sea su padrino. La verdad es que no esperaba que lo planearan todo para tan pronto.

– Yo tampoco -convino Holly-. ¿Cómo te sientes acerca de eso ahora?

– ¡Bah! -Daniel suspiró-. Me alegro por él… de una manera un tanto egoísta y amarga.

– Sé lo que sientes -dijo Holly, asintiendo con la cabeza-. ¿No has hablado con tu ex últimamente?

– ¿Con quién, con Laura? -dijo Daniel, que no esperaba aquella pregunta-. No quiero volver a ver a esa mujer.

– ¿Es amiga de Tom?

– No tanto como antes, gracias a Dios.

– ¿Entonces no estará invitada a la boda?

– ¿Sabes que ni siquiera se me había ocurrido? -aseguró abriendo los ojos desorbitadamente-. Dios, espero que no. Tom sabe lo que le espera si se atreve a invitarla.

Guardaron silencio mientras Daniel contemplaba aquella posibilidad. -Si te apetece salir, creo que voy a verme con Tom y Denise mañana para comentar los planes de boda -dijo Daniel.

Holly puso los ojos en blanco.

– Muchas gracias, hombre, eso suena de lo más divertido. Daniel se echó a reír. Luego dijo:

– Lo sé, por eso no quiero ir solo. De todas formas llámame si te animas. Holly asintió.

– Bien, aquí tienes la cuenta-dijo Ciara. Dejó un trozo de papel en la mesa y volvió a marcharse como si tal cosa. Daniel la siguió con la mirada y negó con la cabeza.

– No te preocupes, Daniel. No tendrás que aguantarla por mucho más tiempo -aseguró Holly.

– ¿Por qué no? -preguntó sorprendido.

Holly comprendió que Ciara no le había dicho que se mudaba.

– Por nada -murmuró, revolviendo el bolso en busca del monedero.

– No, en serio, ¿qué quieres decir? -insistió Daniel.

– Quiero decir que su turno debe de estar a punto de terminar -dijo Holly, sacando el monedero del bolso y mirando la hora.

– Oye… no te preocupes por la cuenta, ¿vale?

– No, no pienso permitirlo -dijo Holly, rebuscando entre los recibos y demás papeles del bolso-. Lo cual me recuerda que te debo veinte. -Dejó el dinero encima de la mesa.

– Olvídalo. -Daniel hizo un ademán como para restarle importancia. -¿Vas a permitir que pague algo? -bromeó Holly-. Pienso dejarlo en la mesa de todos modos, así que tendrás que cogerlo.

Ciara regresó a la mesa y tendió la mano para cobrar. -Cárgalo a mi cuenta, Ciara -ordenó Daniel.

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