Cuando yo me encontraba haciendo el camino de Roma, uno de los cuatro caminos sagrados de mi tradición mágica, me di cuenta, después de casi veinte días prácticamente abandonado, que estaba mucho peor de cuando había comenzado. Con la soledad, comencé a tener sentimientos mezquinos, amargos, pequeños.
Busqué a la guía del camino, y le comenté lo sucedido, Le dije que, al iniciar aquella peregrinación, hallé que me aproximaría mas a Dios. Entretanto, después de tantos días, me estaba sintiendo mucho peor.
"¡Usted está mejor, no se preocupe!, dijo ella. "En verdad, cuando encendemos la luz de nuestras almas, la primera cosa que vemos sin las telas de araña y el polvo, son nuestros puntos flacos. Mas esta es la oportunidad de corregirlos. Nunca deje que la conciencia de sus flaquezas lo asuste".