En el desierto de Mojave, era frecuente encontrarnos con las famosas ciudades – fantasma: construidas cerca de minas de oro, eran abandonadas cuando todo el producto de la tierra había sido extraído. Había cumplido su papel, y no tenía más sentido continuar siendo habitadas.
Cuando paseábamos por una floresta, también vimos árboles que – una vez cumplido su papel, terminaban cayendo. Pero, a diferencia de las ciudades -fantasma, ¿qué les sucedería? Abrirán espacio para que la luz penetre, fertilizarán el suelo, y tendrán sus troncos cubiertos de vegetación nueva.
Nuestra vejez va a depender de la manera en la que vivimos. Podemos terminar como una ciudad fantasma. O entonces como un generoso árbol, que continúa siendo importante, aún después de su caída a la tierra.