Ruark había tomado una toalla y alcanzó a ver en los ojos de Shanna un relámpago de temor, antes de que ella pudiera ocultarlo. Se preguntó si ahora sufriría otra traición. ¿Huiría ella? ¿O llamaría a su corpulento acompañante? Ruark aguardó. Se sentía absolutamente vulnerable.
Shanna, ahora nerviosa, apartó la vista del hombre desnudo y se acercó a la cama para esperar. Ruark la observó receloso, se secó con la toalla y se le acercó. Los ojos de Shanna vacilaron bajo la mirada directa
de él. Súbitamente se sintió como una niña en un cuerpo de mujer plenamente madura.
Shanna echó mano a toda su determinación para hablar, pero la voz le salió aguda y débil.
– Ruark, quiero terminar con esto, quiero cumplir el pacto, se que tienes motivos para odiarme, pero, Ruark -le tembló el labio superior y lo miró con ojos llenos de lágrimas -por favor, no me hagas daño.
Ruark levantó un dedo y enjugó una lágrima que caía lentamente por la mejilla de ella.
– Estás temblando -murmuró asombrado.
Se volvió y arrojó la toalla a un rincón. Shanna dio un respingo y se preparó para el ataque de él, pero en vez de sentirse atacada oyó que él reía por lo bajo.
– ¿De veras me consideras una bestia, Shanna, un dragón dispuesto a hacerte daño? Oh, pobre Shanna, pobre niña atemorizada por los sueños. Este momento de amor no es un momento de tomar sino un momento de dar y compartir. Tú me das esta noche como yo te he dado mi apellido, libremente. Pero debo advertirte que acá puedes encontrar algo que te atará más eternamente que cualquier otra cosa en tu vida.
¿Se refería él a un hijo? Shanna arrugó el entrecejo y le volvió la espalda. Era una posibilidad en la que apenas había pensado… Y si… Ruark la abrazó con infinita delicadeza y ella 1o olvidó todo. Sabía que tenía que mostrarse cuidadoso a fin de que el temor de ella no destruyera el momento, pero ello le exigía un enorme esfuerzo de voluntad. Shanna acalló sus dudas y superó la tensión y la resistencia de su cuerpo pensando que él era, por 1o menos por esa noche, su esposo y que todo habría terminado con el amanecer y ella quedaría libre de él.
Levantó hacia un lado su dorada cabellera y le ofreció a él un hombro. Los largos dedos de él desataron los lazos de seda hasta que el vestido cayó alrededor de los pies de ella. La piel de Shanna contrastaba contra la más oscura de él como una perla traslúcida sobre un lecho de tierra tibia. Una vez más él la rodeó con sus brazos desde atrás y la atrajo contra su pecho. Shanna sintió el contacto duro y viril de él y cerró los ojos, mientras él le pasaba los labios por el cuello y el hombro. Empezó a acariciarla lentamente, a masajearle los pechos y pasarle las manos por el vientre. Una cálida marea de cosquilleante excitación la inundó. Sentía frío y calor y temblaba. Su mente giraba enloquecida y olvidó de repetirse que él era su esposo por esa noche.
Se le escapó un suspiro y apoyó la cabeza hacia atrás, en el hombro de él. Su cabello cayó sobre el brazo de Ruark. Los labios de él se apoyaron en su boca, posesivos. La hizo volverse y se unieron como hierros al rojo, ahora con besos feroces, salvajes, devoradores mientras las lenguas entraban una en la boca del otro con hambrienta impaciencia. El le acarició la espalda y la atrajo con más fuerza. La pasión de Ruark rugía voraz y el fuego del deseo ardía descontrolado en su interior.
Ruark apoyó una rodilla en la cama, la empujó suavemente y quedaron tendidos sobre las sábanas. Su boca abierta, caliente y húmeda, quemó los pechos de Shanna y sus blancos dientes la mordieron suavemente en la cintura y en la sedosa piel del vientre. Shanna cerró los ojos, casi sin aliento, completamente dúctil bajo las caricias de él. Con los ojos ardientes y llenos de deseo, Ruark descendió sobre ella, le separó los muslos y entró profundamente en ella. Shanna movió se para recibir la firme penetración, su cuerpo de mujer reaccionó instintivamente a esta nueva, indescriptible, arrolladora sensación que palpitaba en su interior. El placer aumentó tan intensamente que ella se preguntó, enloquecida, si podría tolerarlo.
Fue, un mágico, apabullante, hermoso estallido de éxtasis que la hizo arquearse contra él con un ardor tan intenso como el de Ruark. El salvaje éxtasis creció entre ellos hasta fusionarlos en el caldero de la pasión. Apretada fuertemente contra él, como si los dos quisieran convertirse en uno solo, Shanna sintió los latidos del corazón de Ruark contra sus pechos desnudos y oyó en su oído la respiración anhelante y ronca de él.
El tiempo pareció convertirse en una eternidad antes de que Ruark levantara la cabeza. Shanna lo miró con ojos dilatados y con una expresión de asombro.
– ¿El dragón te ha hecho feliz, amor mío? -preguntó él.
La besó suavemente, tiernamente, y Shanna respondió con besos rápidos, fugaces.
– Sí, mi dragón, Ruark, mi hombre feroz y bestial, tú exigiste que se cumpliera el pacto pero el premio no fue solamente tuyo. Ruark le acarició el cabello en desorden y pasó su boca por la esbelta columna del cuello de Shanna, saboreando la exótica fragancia que parecía ser parte de ella, ese perfume que 1o había obsesionado cuando estaba en la cárcel, en todas sus horas de vigilia, en todos los minutos de sus sueños.
– Estás arrepentida, amor mío? -preguntó él roncamente.
Shanna negó con la cabeza y extrañamente no le mintió. Todos los remordimientos que había esperado, todos los sentimientos de culpa que había imaginado que la atormentarían, no estaban allí. Más la asustaba la extraña sensación que sentía en brazos de él, como si fuera allí donde tenía que estar, tal como el mar está sobre la arena o el árbol sobre la tierra. Sí, esa sensación de realización la turbaba más que lo que jamás hubiera podido hacerla la culpa. Shanna llevó su mente por un sendero diferente. Era el cumplimiento de su palabra lo que satisfacía a su conciencia, nada más. Le rodeó el cuello con los brazos y fue como seda deslizándose contra la piel de él. Shanna rió suavemente y mordió con suavidad el lóbulo de la oreja de Ruark.
– ¿Ahora estás conforme, Ruark? -preguntó.
Ruark entreabrió los labios contra los de ella, y respondió:
– Sí, amor mío. Por las noches que pasé despierto pensando en ti y torturándome, por los días en que no pude sacarte de mi mente, por las torturas que he sufrido sabiéndote cerca y siendo incapaz de verte, de tocarte. Sí, he saboreado la rosa. -Arrugó el entrecejo-. Pero como el loto, profundamente dentro de esta flor hay una semilla que se apodera de la mente. -La miró a los ojos-. La noche aún no ha terminado, Shanna.
Gentilmente, ella pasó los dedos por el ceño de él y las arrugas desaparecieron.
– Por esta noche -murmuró- yo soy tu esposa.
Shanna se llevó la mano de él a sus labios y besó lentamente los nudillos delgados y oscuros mientras los dos se miraban a los ojos. Ella mostró unos dientes pequeños y perfectos en una sonrisa traviesa antes de clavados suavemente en el dorso de la mano de él.
– Por todas las horas que me has atormentado, mi dragón Ruark, haré que venga a rescatarme algún gallardo caballero. Has abusado perversamente de esta doncella en desgracia.
Ruark la miró con expresión de duda.
– ¿Entonces me consideras el terrible dragón de tus pesadillas, querida mía? ¿Seré expulsado por tu caballero de plata? ¿Y en verdad, amada, he abusado perversamente de ti? ¿O me he atrevido a tratarte como a una mujer y no como a una altanera dama encaramada en un pedestal, una reina virgen a quien ningún mortal puede tocar?
Shanna lo miró con los ojos entrecerrados.
– ¿Entonces, Ruark Beauchamp, por fin admites que soy una mujer? -preguntó.
– Sí, eres una mujer, Shanna -replicó Ruark roncamente-. Una mujer hecha para el amor y para un hombre, no para sueños de caballeros y dragones y damiselas en desgracia. Si yo soy tu dragón, Shanna, que se sepa que tu caballero de brillante armadura no podrá someterme fácilmente.
¿Estás amenazándome, monstruoso dragón? -Los ojos azul verdoso lo miraron casi asustados.
– No, Shanna, amor mío -susurró él-. Pero es que yo tampoco creo en fábulas.
Se apretó contra ella y su cuerpo respondió al contacto de la piel de Shanna. Su boca entreabierta le buscó los labios. Sus respiraciones se fundieron en una. Shanna perdió su último contacto con la realidad. Su mundo se sacudió locamente ante la urgencia salvaje de los besos exigentes de él y sintió se arrastrada al centro de una violenta tormenta de pasión. El bajó, una mano y la cerró alrededor de la suave redondez de un pecho antes de que su boca la siguiera. Shanna contuvo el aliento mientras volvía a sentirse inundada por el placer. Los besos ardientes, hambrientos de él cubrieron su carne desnuda y a la luz vacilante de la vela el cabello de él brilló como una mancha de satén negro contra la piel clara de ella. El cabello de Shanna extendiese sobre la almohada en relucientes ondas y sus ojos adquirieron un extraño, profundo tono de azul humoso. Fue nuevamente de él y sintió se inundada de felicidad.
En un momento de más calma, Ruark se separó un poco y se recostó contra la cabecera de la cama.
Sirvió una copa de Madeira de la botella que estaba sobre la mesa de noche y se la ofreció a ella. -Compartiremos una copa -dijo, y la besó en el cuello.
Shanna apoyó una mano en el pecho de él para detener el vertiginoso torbellino que rugía en su interior, y le respondió cuando los labios de Ruark encontraron los de ella.
Probaron el vino como amantes, bebiendo del mismo punto de la copa y en seguida besándose mientras el sabor persistía en sus bocas. El la devoraba con los ojos, bebía su belleza, la tocaba en todas partes. Su mano se movía audazmente, le acariciaba los muslos, trazaba intrincados dibujos sobre la piel de su vientre. Sus pechos llenos, tentadores y terminados en puntas rosadas, temblaban bajo las suaves caricias.