Su curiosidad despertó y siguió a Hergus vistiendo solamente sus calzones cortos Y sus sandalias. Ella 1o llevó hasta el porche de la cabaña y abrió la puerta para que él entrara. Después cerró la puerta y Ruark oyó sus pisadas que se alejaban. Desconcertado, Ruark miró a su alrededor un pequeño salón iluminado solamente por una única vela que lanzaba una luz apenas más brillante que la luna llena. El cuarto estaba costosa y cómodamente alhajado. La alfombra hubiera bastado fácilmente para pagar varias veces su libertad de la servidumbre.
Un sonido leve interrumpió el silencio y se abrió una puerta. Ruark miró sorprendido. Era Shanna y el nombre escapó de sus labios en una susurrada pregunta. Como un pálido fantasma nocturno, ella se adelantó. Vestía tina larga bata blanca y llevaba el cabello sujeto con una cinta de modo que caía sobre su espalda. Cuando habló lo hizo con voz ronca.
– Ruark Beauchamp. Bribón. Descarado. Asesino. Condenado a la horca. Me has vejado mucho estos últimos meses. Hablas de un pacto que yo desconozco. Pero yo 1o cumpliré y pagaré mi deuda a fin de que no tengas nada más que reclamarme. En esta forma seré libre. De modo que, como tú dice, por esta noche y hasta las primeras luces del amanecer, seré tu esposa. Después no quiero saber nada más contigo.
Ruark la miró con total incredulidad. Recorrió la habitación y bajo la atenta mirada de Shanna revisó la antecámara, el comedor y hasta detrás de los cortinados de seda. Se detuvo junto a ella y Shanna le devolvió la mirada con el mismo atrevimiento.
– ¿Y tu amigo Pitney? -preguntó él-. ¿Dónde se oculta esta vez?
– No está aquí. Estamos solos. Te doy mi palabra.
– ¡Tu palabra! -Su risa sonó con un tono despectivo-. Eso, Shanna, casi me asusta.
Shanna ignoró el mordaz comentario y señaló con la mano la puerta del dormitorio.
– ¿No vas a buscar debajo de la cama? Quizá tu hombría necesita un poco de aliento.
Ruark la miró, pensando en huir de ese lugar antes que se confirmaran sus peores temores. Pero la idea de ella entregándosele voluntariamente empezaba a dominado.
– Temo que el juego empiece una vez más -dijo roncamente- y ya he sobrevivido a tantas cosas que me inquieta el destino que puedes tenerme reservado.
Shanna rió suavemente, extendió una mano y lo acarició en la espalda, siguiendo sus músculos largos y poderosos. Ruark sintió que las rodillas se le debilitaban mientras esa mano lo tocaba y avivaba sus emociones. Apretó los dientes y exclamó:
– ¡Al demonio con las espinas!
Ella le acarició el ligero vello del pecho. Ruark se decidió. Ya vería ella a lo que la llevaba esta maniobra.
Empezó a desprender la bata y ella lo miró a los ojos y sonrió débilmente, mientras él terminaba de desabrochada. Shanna se alzó de hombros y la prenda cayó a sus pies, revelando lo que parecía un vestido griego antiguo. Un hombro suave y hermoso quedaba tentadoramente expuesto mientras que el otro estaba cubierto por los mismos lazos de seda que adornaban el vestido. El vestido no ocultaba nada y Shanna vio las intensas chispas de la pasión que se encendían en esos ojos dorados. Sus pechos llenos, maduros, tensaban la delicada tela de gasa que dejaba ver perfectamente los pezones pálidos, delicados, que sobresalían impúdicamente. Ruark sintió un nudo en la garganta y no pudo controlar el temblor que se había apoderado de su cuerpo. El ya se había percatado de que, debajo de todas sus ropas, Shanna era lo que soñaba todo hombre, una visión de incomparable belleza. Su piel relucía con el suave resplandor del satén y a través de la gasa del vestido él vio la curva interna de su cintura, sorprendentemente delgada, la seductora redondez de las caderas y la gracia exquisita de sus miembros.
– Tengo la intención -murmuró suavemente Shanna- de ser tu esposa en todo sentido, en cualquier cosa que tú desees.
La largamente contenida pasión de Ruark se encendió y fundió la cólera y dejó sólo una pequeña sospecha que roía el borde de su conciencia. A esto, también, lo descartó. Esta noche valía la pena correr todos los riesgos.
Sin embargo, no alcanzaba a comprender los motivos de ella. Pero sus ojos siguieron regodeándose con su belleza, buscando hasta los encantos más ocultos. Shanna se sintió devorada y le costó un esfuerzo de voluntad permanecer impasible bajo esos ojos hambrientos.
– Vamos -dijo ella con una voz que sonó extraña en sus propios oídos, y lo tomó de un brazo-. Tu baño está preparado.
Ruark se dejó conducir como un animal atontado al dormitorio, donde una cama grande ocupaba la pared más alejada. Junto a ella, sobre una: mesa, había un candelabro las llamas de cuyas velas se agitaban suavemente con la brisa que inflaba las cortinas de las ventanas. Había también en la mesa copas y botellones de cristal con varias bebidas. Un tul blanco y sutil estaba asegurado a los postes de la cama. Ruark vio que el cobertor y las sábanas habían sido doblados de modo que quedaban invitadoramente abiertos.
Shanna se detuvo junto a la tina. Cuando él se le acercó desde atrás, los ojos azul verdoso de ella se clavaron en los suyos y casi quedó abrumado por la proximidad de Shanna y por la fragancia dulce, exótica, que emanaba de ella.
– Pensé que te gustaría tomar un baño -murmuró Shanna-. Si no…
Ruark recorrió la habitación con la mirada pero no vio ningún lugar donde pudiera ocultarse algún atacante y ciertamente ninguno que pudiera esconder al corpulento Pitney. Las cortinas y las ventanas estaban abiertas y del exterior solamente llegaban los sonidos habituales de la jungla y la noche.
Devolvió la mirada a Shanna, quien esperaba pacientemente una respuesta.
– Tanto lujo podría adormecer mis sentidos -dijo él, quitándose las sandalias-. Pero probaré esta riqueza antes que caiga sobre mí cualquier desastre que me tenga reservado el destino.
– Todavía, no confías en mí -dijo Shanna, sonriendo suavemente, y tiró con sus dedos delicados del cierre de los calzones de él.
– Recuerdo nuestro último encuentro en Inglaterra -respondió secamente Ruark- y temo que otra interrupción como aquella pueda dejarme inútil para cualquier mujer.
Shanna pasó sus manos por las costillas de él pero mantuvo sus ojos fijos en los de él mientras él dejaba sus calzones sobre una silla.
– A la tina, mi impúdico dragón. Estoy aquí para cumplir con lo pactado y no debes temer nada de mí.
Ruark se metió en el baño tibio y se relajó un momento. Shanna le acarició suavemente un hombro y le ofreció una gran copa de brandy. Ruark vació la copa de un golpe. Shanna tomó la copa vacía, sirvió más brandy y se la ofreció nuevamente. Lo besó rápida y suavemente en los labios, como una mariposa que toca una rosa.
– Es mejor que bebas lentamente, amor mío, y que 1o saborees con plenitud.
Ruark apoyó la espalda en el borde de la tina, _erró los ojos y disfrutó de la sensación del agua tibia. Sus baños en el arroyo habían sido suficientes para la limpieza pero les faltaba comodidad y relajación. Ruark abrió un ojo y 1o que Shanna dejaba la copa a un lado.
– ¿De veras serás mi esposa?
Ella asintió.
– Solo esta noche.
– Entonces, frótame la espalda, esposa.
Le tendió una esponja y se inclinó hacia adelante. Shanna se acercó y empezó a enjabonarlo suavemente. Nuevamente pensó en un gato, esbelto, poderoso, y no pudo dejar de maravillarse ante la fuerza que yacía bajo sus manos. Curiosamente contenta con la tarea, Shanna enjabonó el cabello oscuro, 1o enjuagó, secó y cepilló. Le masajeó el cuello y los hombros para disolver toda fatiga que pudiera haber allí. Ruark no podía recordar otro momento de su vida en que se hubiera sentido tan a gusto.
Después ella le hizo apoyar la espalda contra el borde de la tina. Tomó una navaja y jabón y lo rasuró cuidadosamente. Para terminar, le pasó por la cara una toalla caliente.
– ¿Así hace una esposa? -preguntó Shanna, casi con vacilación-. He tenido muy poca práctica.
Ruark la miró a los ojos, la tomó de una mano y quiso atraerla hacia él pero ella se apartó y fue hasta la ventana abierta donde empezó a jugar con los flecos de las cortinas. Ruark se relajó para terminar su baño. Había captado la fugaz expresión de desconcierto en el rostro de Shanna y se preguntó qué extrañas circunstancias habían impulsado a la renuente mujer a llegar a esta situación. Ciertamente no había sido un ataque de él, porque él no pensaba arriesgarse a que lo apalearan o algo peor.
Shanna trató de dominar la vacilación que sentía y luchó contra las mareas de frialdad que surgían en su interior. Cuando su mirada se encontró con la de Ruark sintió un brusco choque, porque súbitamente comprendió que se acercaba rápidamente el momento para el cual había hecho todos estos preparativos. ¿Trataría él de vengarse cruelmente o se mostraría gentil? ¿Ella encontraría placer o dolor en brazos de él? Era demasiado tarde para volverse atrás. ¿Cómo pudo creer que un siervo, un colonial quien ya había demostrado que no era un caballero, respetaría su condición de mujer? ¿Cómo había podido ella entregarse tan temerariamente en manos de él?
Shanna se volvió al oír un sonido y vio que él salía de la tina.
¡Era demasiado tarde! ¡Demasiado tarde!