Apartó la mano que intentaba acariciarle el cabello pero su rodete se deshizo y cayó en suaves rizos sobre la espalda. Shanna trató sin éxito de volverlo a acomodar.
– ¡Muéstrate serio por un momento! -1o regañó-. Controla tu lujuria. No vine aquí a acostarme contigo sino a apelar a tu honor. ¡Déjame! -Levantó la voz y 1o amenazó con la fusta-. ¡No volveré a dejar que me toque alguien como tú!
Ruark retrocedió y se apoyó contra la pared, junto a ella.
– Ah, Shanna -dijo tristemente-. ¿De veras debo pensar que tú no cumplirás con 1o pactado?
– ¡Lo pactado! -Shanna golpeó la puerta entreabierta con su fusta, exasperada-. Eres un…
– Sshh -dijo él llevándose un dedo a los labios. Su cara estaba en la sombra pero sus ojos parecían resplandecer, reírse de ella, burlarse de ella-. Harás que toda la aldea venga a ver qué sucede.
Ruark fue hasta la alacena, tomó la botella de vino y un jarro y sirvió un poco de la bebida.
– Quizás una pequeña libación tranquilice tus nervios, Shanna. ¿Un poco de jerez?
– ¡Mis nervios! -las palabras salieron como un latigazo. Pero aceptó el jarro que él le tendía, probó un sorbo, arrugó la nariz y 1o miró a los ojos-. -Descaro es lo que te sobra, Ruark.
– Me insultas, Shanna. -Tendió la mano hacia los rizos de ella pero se detuvo cuando ella volvió a levantar la fusta, y se alzó de hombros-. Yo sólo sé 1o que quiero y entonces 1o busco.
– Estimado Ruark -dijo Shanna en tono venenoso-, cuando me entregue a un hombre será bajo los votos del matrimonio y con todo el amor de que yo sea capaz..
Ruark rió, puso un pie sobre la cama y apoyó el codo en la rodilla.
– ¿No te bastan mi amor eterno y un pacto concertado de buena fe? Y podría añadir que los votos ya han sido…
– ¡Oh, grosero! -Shanna casi no podía hablar ante la actitud descarada de él-. Tuve un sueño…
– ¡Ningún sueño! -estalló él-. Una barrera levantada contra un hombre de carne y hueso.
– ¿Tan poco sentido del honor tienes que me exiges el cumplimiento de un pacto tan vil?
– ¿Sentido del honor? Sí, lo tengo. -Echó la cabeza hacia atrás y la miró fijamente con sus ojos ambarinos y brillantes-. ¿Y tú qué tienes? ¿Te ofreces por un capricho y, cuando se te ha pagado según lo acordado, reniegas del pacto?
Lágrimas de cólera asomaron a los ojos de Shanna.
– ¡Soy bien nacida y tiernamente criada, pero no me inclinaré a la voluntad de otro!
– Ajá. -El tono de él fue despectivo-. La virgen Shanna, cruelmente traicionada.
– ¡No aceptaré imposiciones! -Rígida de furia, con lágrimas turbulentas corriéndole por las mejillas, lo miró con odio.
– ¿Ajá? – Ruark fingió sorpresa-. Así que ésta es la reina Shanna, majestuosa, dominante. Escondida detrás de tu espinoso trono, amor mío. ¡Nunca una mujer!
– ¡Oh, sucio grosero!
– Shanna. -Su voz sonó dura, mordiente-. Crece.
La fusta cortó el aire y lo golpeó en el pecho. Shanna la levantó para golpear otra vez pero él apartó la fusta de un golpe y la misma voló de la mano de ella. La cólera de Shanna había aumentado a proporciones violentas. Lo golpeó en una mejilla con la palma de la mano, que volvió para golpeado con el dorso en la otra mejilla, mientras sus ojos echaban chispas de odio. Súbitamente el la tomó de la muñeca, le torció el brazo detrás de la espalda y la atrajo contra su pecho desnudo, que exhibía dos marcas lívidas dejadas por la fusta. Shanna se enfureció tanto con esto que trató de levantar la otra mano para arañar esa cara que tenía ante ella, pero el la rodeó con el brazo y le impidió moverse. Estaba atrapada contra él, su aliento salía sibilante entre sus dientes y su pecho subía y bajaba contra el de él.
– Basta, Shanna, amor mío -dijo él enérgicamente-. Has abofeteado mis dos mejillas antes que yo tuviera tiempo de volver la otra.
El abrazo de él se hizo más fuerte hasta que Shanna dejó de tocar el suelo con los pies y se encontró apoyada contra él, luchando por respirar. La boca de él descendió sobre la de ella, retorciéndose, exigiendo, explorando, su lengua como un hierro al rojo, marcándola a fuego, poseyéndola. Shanna luchaba débilmente, trataba de encontrar algo de lógica en el caos que giraba en su mente. El placer se filtraba por la barrera de su voluntad. El contacto brutal de esos labios contra los de ella, esos brazos fuertes que la estrechaban contra ese pecho endurecido por el trabajo se convirtieron en algo soportable y ella empezaba a responder, ya no luchaba, sentíase acalorada.
Entonces el aflojó los brazos y ella quedó libre, apoyada contra la puerta abierta. Los ojos ambarino s la miraron un momento con expresión intrigada; después se llenaron de ira.
– Armate, Shanna. Ninguna treta de muchachita te librará de mí. Yo te tendré cuando se me dé la gana.
Ella sintió temor, no de él sino de sí misma, porque pese a sus palabras, ahora deseaba atraerlo hacia la estrecha cama Y mostrarle una vez más que era más mujer de lo que él podía imaginar.
Temblorosa, Shanna se mordió el dorso de la mano tratando de despertar su voluntad por medio del dolor. Corrió muy agitada fuera de la cabaña y no se detuvo hasta que llegó jadeante a apoyarse en el flanco de Attila. Tuvo que esperar que le volvieran las fuerzas antes de poder saltar a la silla. Le ardía la cara donde el mentón sin afeitar de él había raspado su tierna carne.
Tomó nuevamente por el oscuro callejón, sintiéndose derrotada.
¿Se había percatado él? ¿Había detectado el súbito deseo desnudo que debió brillar en los ojos de ella?
La cabalgata de regreso a la casa fue muy larga.