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Levantó su frente atezada, miró las mejillas enrojecidas y la boca trémula de ella. Bajó la mirada y la fijó en el pecho agitado, hasta que Shanna se preguntó si él podía ver a través de su traje de amazona. Bajo la mirada fija y penetrante de él, sintió que los pechos ardían y no pudo controlar su rápida respiración. Llena de vacilación, cruzó los brazos sobre, el pecho como si estuviera desnuda ante esa mirada. Ruark sonrió perversamente y la miró otra vez a los ojos.

– En la cárcel -dijo- mi mente era torturada por tu belleza y no pude olvidar ni el más pequeño.detalle de ti en mis brazos. Esa imagen quedó grabada en mi memoria como si tú me hubieras marcado a fuego.

La miró un largo momento con un brillo semienloquecido en los ojos que hizo que Shanna dudara de su propia cordura por haberlo buscado una vez. Entonces él sonrió y se mostró más gentil.

– Encontraré la forma de pasar entre las espinas y, arrancar la rosa -prometió.

Su mano subió por la espalda de ella hasta los rizos sedosos y los tocó suavemente. Su sonrisa se amplió

en una mueca disoluta, más propia del Ruark que Shanna conoció en el coche. Súbitamente, ella pensó que él no estaba loco sino inclinado a la venganza..

– No tengo intención de revelar tu secreto, Shanna, pero te he dado todo lo, que me correspondía darte según el pacto. Lo único que falta es tu parte del acuerdo y, querida mía, no descansaré hasta conseguirla.

– La mente de Shanna giraba sin rumbos en círculos cada vez más amplios,

– ¡Nada de pactos! -gritó, irguiéndose ante él-. ¡No hay pacto! ¡Tú no has muerto!

– ¡El pacto sigue vigente! -replicó él-. Tienes mi apellido y todo lo que deseabas. Yo no tengo la culpa de que Hicks sea codicioso. Pero quiero mi parte del convenio, toda una noche contigo como mi esposa, a solas, y sin nadie que abra la puerta para arrancarme de tu lado. -La miró fijamente-. Creo que a ti también te gustará.

– No -susurró Shanna, avergonzada por el recuerdo de su propia respuesta a las caricias de él-. El matrimonio se consumó. Conténtate con eso.

Ruark rió despectivamente.

– Si no eres suficiente mujer para saberlo, mi adorada inocente, apenas habíamos comenzado y de ninguna manera se consumó. Una noche entera, no menos, Shanna. ¡Eso es lo que deseo!

Era mejor seguirle el juego y no irritarlo, pensó ella, por lo menos hasta que pudiera escapar, y entonces Pitney…

Ruark entrecerró los ojos en gesto de advertencia.

– Aunque tu feminidad es lastimosamente escasa, Shanna, yo he burlado al verdugo para encontrarte. Si lanzas en pos de mí a los perros o a ese gandul de Pitney o a tu padre, yo me les escaparé. Y te juro que vendré a reclamar lo que me debes. Y ahora, mi amante esposa…

La soltó y tomó a Attila de la brida haciéndolo volverse. Se agachó y unió las manos para que ella pisara para montar; Shanna, ansiosa de alejarse, no vaciló. Puso una mano sobre el hombro musculoso de él, y se acomodó sobre la silla. Ahogó una exclamación cuando él levantó atrevidamente una mano y calzó la rodilla de ella alrededor del arzón. Shanna tomó las riendas, hizo volver al caballo y lo azuzó con el talón hasta que salieron al galope por el camino. La risa baja y burlona de Ruark siguió sonando en sus oídos hasta mucho después de haberlo perdido de vista.

Frente a la gran mansión blanca, Shanna detuvo el caballo y se dejó caer de la silla. Un sirviente tuvo que correr por el prado de césped hasta alcanzar al animal.

Shanna pasó corriendo junto a Berta -quien se detuvo sorprendida- subió la escalera, entró en su saloncito y cerró la puerta violentamente. En seguida le echó llave para evitar cualquier intromisión. y se apoyó de espaldas, casi sin aliento.

– ¡Está vivo! -exclamó.

Arrojó sus guantes de montar sobre el pequeño escritorio y fue a su dormitorio. Dejó las botas y el traje de amazona en un descuidado montón sobre la espesa alfombra. Cubierta solamente con la delgada camisa, empezó a caminar nerviosamente de un lado a otro.

– ¡Está vivo! -exclamó-. ¡Está vivo!

Había una terrible, desagradable sensación en la boca de su estómago; sin embargo, cerca de su corazón, que palpitaba con fuerza en su pecho, florecía una curiosa sensación de júbilo, hasta de liberación. Tras el remolino de sus pensamientos, se le ocurrió que se había sentido encadenada. por la muerte de un hombre por su propio beneficio. El sueño recurrente de ese cuello musculoso retorcido por una cuerda fue borrado de su mente y la visión de un cadáver corrompiéndose en una caja de madera desapareció para no volver jamás.

– ¿Pero cómo? Yo vi cuando lo sepultaron. ¿Cómo… puede… ser? Con expresión de profundo desconcierto, siguió caminando por su dormitorio y pensando en este enigma.

¿Un siervo? Ralston era el responsable de todos los siervos que llegaban a Los Camellos. ¿Pero cómo llegó Ruark? ¿En el Hampstead? No, en ese barco no llegaron siervos. ¡Solamente en el Marguerite!

¡Santo Dios! ¡Directamente debajo de sus narices! Sintió la amenaza de una risa histérica y se arrojó de espaldas a través de la cama. Se cubrió los ojos con el brazo como si quisiera anular la visión de esos sonrientes ojos color ámbar.

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