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– Algo le pasó. Alguien la quemó por el camino.

– ¿Un espíritu?

– Sí -respondió Ford con calma.

– Con frecuencia me enviaba rosas, quizá me traía una de Francia y se quemó en el accidente. ¿Podría ser eso?

Movió la cabeza.

– Es una posibilidad -concedió y frunció el ceño.

– Pero no lo cree.

– Esta noche había otros espíritus a nuestro alrededor, haciendo travesuras diabólicas. -Se estremeció.

– ¿Y uno de ellos pudo quemar la rosa?

– Es posible. Esta noche han ocurrido muchas cosas que no acabo de entender.

– ¿Quiere decir que no tuvimos éxito?

– No lo sé. Nuestra intención era rescatar a Fabián, liberarlo del plano terrenal. Pero había demasiadas interferencias, demasiada confusión. No estoy seguro de haberlo conseguido.

– Interferencias por parte de la chica, ¿es eso lo que quiere decir?

Ford sacudió la cabeza.

– Parcialmente.

Alex encendió su cigarrillo y de nuevo se dejó caer en el sofá.

– Se manifestó ya con anterioridad, en el salón de su casa. Una chica llamada Carrie, con la que Fabián acostumbraba a salir.

– Pero tenemos también a ese hombre que decía ser el padre de Fabián. -Miró a Alex con fijeza-. Se llamaba John Bosley o algo semejante, ¿no es eso? No comprendo cómo se introdujo en el círculo, pero en ocasiones los espíritus malignos suelen hacernos esas malas faenas.

Una vez más Alex sintió que el rostro le ardía.

– ¿Ha tenido alguna experiencia -preguntó- de espíritus que deseaban regresar?

– ¿En forma humana?

Ella afirmó con la cabeza.

– ¿Quiere decir posesión?

– No estoy segura de cómo se le puede llamar. Alguien que quiere volver al plano terrenal porque dejó sin terminar asuntos importantes.

Ford consultó su reloj.

– Muchos espíritus se sienten confusos después de su muerte, los que se sienten muy unidos a la tierra; con frecuencia no se dan cuenta de que han muerto; sólo cuando tratan de entrar en contacto con las personas amadas o con los amigos y ven que nadie puede verlos ni oírlos comienzan a comprender lo que les ha ocurrido. Hasta ese momento muchos de ellos tratan de seguir actuando como antes de su muerte, acuden a su trabajo y se imaginan que hacen todo como cuando aún estaban vivos.

– ¿Lo consiguió alguien… continuar haciendo su trabajo?

– Sí.

– ¿Cómo?

– Utilizan el cuerpo y la mente física de alguna persona viva. Se introducen en ella y usan su cuerpo. Eso es lo que conocemos como estado de posesión. -El médium sonrió-. Hay experiencias bien probadas de espíritus que continuaron su trabajo mediante su influencia sobre otras personas vivas. Se han dado casos de cirujanos, pintores y compositores. Mozart componía una música genial a los cuatro años; es muy posible que lo hiciera bajo la influencia de un espíritu.

– ¿Y qué hay de la posesión diabólica?

– Hitler -dijo Ford-. No hay evidencia concreta pero sí bastantes cosas que indican que Hitler y muchos otros miembros del Tercer Reich estuvieron poseídos por espíritus malignos, lo cual explicaría sus actos.

– Cuando fui a visitarle por primera vez, usted me dijo al final de la reunión que Fabián deseaba regresar. ¿Es eso lo que quiso decirme? ¿Que había dejado sin terminar algunos asuntos?

De pronto Ford pareció nervioso. Parecía incómodo con el tema y Alex se preguntó si había llegado al límite.

– ¿Asuntos sin terminar?

– Sí.

– ¿Qué tipo de asuntos podrían ser, a tu juicio?

Alex bajó los ojos a la alfombra.

– ¡Qué extraño me parece…! Hablar de él como si estuviera…

Hizo una pausa y después se puso de pie súbitamente, cruzó la habitación y sacudió la ceniza de su cigarrillo en la papelera.

– ¿Como si aún siguiera vivo?

Ella afirmó.

Ford sonrió misteriosamente.

– Eres una mujer muy sensible, quizá demasiado sensible.

– ¿Qué diantres quieres decir? -Ford movió la cabeza y volvió a sonreír-. No lo entiendo.

– Creo que un día lo comprenderás.

El rostro de Ford se oscureció y de nuevo Alex se sintió incómoda.

– Creo que debemos celebrar otro círculo, el próximo jueves -dijo el médium.

– No.

– Es muy importante para tu hijo.

– Tengo demasiado miedo.

– Siempre causa miedo la primera vez. Pero las cosas no han quedado resueltas. -Con ansiedad miró a su alrededor-. Te sentirás mucho mejor cuando lo estén.

– No puedo ni imaginármelo.

– No -insistió Ford-. No podrás en tanto que el espíritu extraño siga rondando por aquí. Cuando hayamos ayudado al espíritu de tu hijo a pasar a su mundo, encontrarás la paz y comenzarás la curación.

– ¿No piensas, quizá, que he estado removiendo demasiado las cosas y que sería mejor dejarlas como están?

– Tienes que pensar en tu hijo.

Miró intensamente a Ford tratando de descubrir su verdadera personalidad. ¿Era todo aquello un truco, un engaño, como David había insinuado? ¿Había sido hipnotizada, lo había imaginado todo? No, las voces fueron demasiado claras, demasiado reales. Sin embargo una sombra de duda comenzó a surgir en su interior. Al fin y al cabo Ford estaba interesado en seguir adelante, mientras pudiera continuar con sus trucos y pudiese darle trabajo a sus extraños colegas, con sus pendientes de oro y sus pies enormes.

– Tengo que pensar en mi marido.

– ¿Porque es escéptico?

– Ésa es otra razón. -Se paseó por la habitación y volvió a sentarse-. Ese hombre que se entrometió, afirmando ser el padre de Fabián…

– ¿El espíritu engañoso?

Alex movió la cabeza.

– No necesariamente engañoso. -Hizo una pausa-. David no es el padre de Fabián.

Ford la miró con aire inquisitivo, pero en seguida bajó la vista y se puso a comprobar la inmaculada limpieza de sus uñas perfectamente manicuradas. Algo le preocupaba a fondo, pensó. Su revelación debería haberle clarificado las cosas, pero al contrario, parecía empeorarlo todo.

– Bosley, ¿no era ése el nombre? -preguntó Ford.

– Yo no sé quién es el padre de Fabián.

Vio que Ford la miraba extrañado y le sonrió débilmente.

– No, no es lo que piensas -explicó Alex-. No podíamos tener hijos, ¿sabes? -Se dio cuenta de que se ruborizaba-. La cuenta espermática de mi marido era demasiado baja.

– ¿Y consiguió un donante?

– No exactamente, pero sí algo parecido. -Suspiró y después aspiró profundamente-. No quise someterme a inseminación artificial. Quería que el hijo fuera de David. Nos pusimos en contacto con un especialista que aquellos días estaba experimentando, con la mezcla del esperma del donante y la del marido, para conseguir lo que él llamaba un esperma de elevada movilidad. -Alex sonrió tristemente-. De ese modo, así se suponía, nunca podría saberse si el padre era el marido o el donante… -Se detuvo vacilando.

– Y ahora piensas que…

Alex enrojeció.

– David siempre estuvo convencido de que Fabián era su hijo, lo cual era muy conveniente para todos. Pero yo siempre supe que no era así.

– ¿Por qué?

Alex se ruborizó aún más.

– No dio resultado. El especialista me dijo que el esperma de David era demasiado hostil… Nunca llegué a entenderlo bien. Algo en la composición química no funcionaba. Le pedí al especialista que me sometiera a inseminación artificial… sin que David lo supiera.

Ford afirmó con la cabeza.

– Los genes son muy importantes en el mundo de los espíritus, ¿sabes? -señaló Ford-. Son como el anteproyecto del carácter. Nosotros sabemos que son esenciales para el cuerpo y la mente carnales y que dan forma y lo controlan todo. Y yo creo que son igualmente importantes en el estado incorpóreo.

– ¿Quieres decir que al morir nos llevamos nuestros genes con nosotros?

– La parte de ellos relacionada con nuestro carácter.

– Es decir, que ahora Fabián ha encontrado a su verdadero padre.

– Es posible.

– No quiero que David lo sepa -dijo Alex-. ¡Quería tanto a Fabián! Se sentía orgulloso de ser su padre y no quiero que deje de estarlo.

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