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Lo empujé:

– Bien, y ¿cuándo te vas?

– A más tardar a fines del mes que viene, quiero pasar a tu lado cada minuto y cada segundo. -Agachó la cabeza, la metió en mi pecho. Mis pezones, al contacto con sus cabellos a través de mi delgado camisón, se irguieron como una flor desesperada ante la inminencia de la noche.

El auto corría rápido y suave, los colores de nuestros sueños se oscurecían, los bordes del sueño poco a poco se plegaban, como los valles profundos y los negros acantilados del lado oscuro de la Luna. Las noches de Shangai están llenas de un aliento emocionante y desgarrador. Volábamos por las calles lisas, entre las luces de neón y de polvo dorado, por los parlantes sonaba Iggy Pop: "Somos sólo huéspedes de paso, visitantes apresurados, mira el cielo lleno de estrellas, esperando que desaparezcan juntos ".

Se puede hacer el amor hasta el agotamiento, entristecerse hasta más no poder, construir verdades, apagar los sueños, cualquier cosa vale, pero lo único que nadie entiende es por qué derramamos lágrimas, tantas como Dios ha puesto estrellas en la noche. Durante un instante pensé que esa noche iba a ocurrir algo extraordinario, por ejemplo el auto podría chocar con algo y nosotros morir en un accidente fortuito e inexplicable.

Pero no hubo tal accidente, el auto llegó al Parque Central de Pudong, estaba cerrado e hicimos el amor a la sombra de unos árboles fuera de la valla que rodeaba el parque. Los asientos reclinables de cuero exudaban olor a frivolidad. Sentí un calambre en el tobillo pero no dije nada, permití que esa sensación incómoda creciera hasta que los jugos de nuestros sueños llenaron mi entrepierna.

Cuando en la madrugada desperté en su departamento, pensé que todo había sido un sueño, el sexo crece y se desborda fácilmente, como la tinta negra en las pinturas chinas, pero el sexo no puede cambiar nada, especialmente cuando los rayos del sol entran en la habitación y ves en el espejo las ojeras bajo tus ojos.

Cada historia llega a su fin después de pagar el precio justo. Cuando un cuerpo extiende sus tentáculos para unirse estrechamente con otro cuerpo, es sólo el preludio de una separación ineluctable.

Mark me informó que desde ese día hasta fines del mes siguiente tendría vacaciones de despedida. Ya no necesitaba ponerse la corbata e ir a diario a las diez menos cuarto de la mañana a la oficina. Había decidido disfrutar plenamente cada día. Me suplicaba pasar más tiempo con él. Mi novio pintaba a Modigliani en las paredes del restaurante de su madre, a mi novela sólo le faltaban las últimas hojas, y después de algunos días tal vez jamás volvería a ver a este hombre.

¡Qué vida, qué mundo!, sólo sentía que la cabeza me dolía como si estuviera partida. Él bajó el volumen de la balada de Suzhou y me trajo unas aspirinas del botiquín, me dio un masaje en la espalda y la planta de los pies con los rudimentos que había aprendido en Pure Massage, mientras bromeaba conmigo en shangainés. De principio a fin, como sufriendo, atendía a su princesa oriental, a su novia encantada de pelo negro y largo hasta la cintura con ojos nobles y tristes.

Y yo finalmente comprendí que había caído en la trampa de amor y deseo de este alemán, que no estaba destinado a ser más que un compañero sexual. Atravesando mi vagina había llegado a mi frágil corazón, se apoderó de lo más íntimo de mí… Las teorías feministas no han podido explicar el poder hipnótico de ese tipo de sexo. Yo en mi propio cuerpo experimenté esa debilidad de la mujer. Me engañaba a mí misma, eso en realidad era un juego, engañaba a los demás y me engañaba yo sola, la vida no es más que un parque de diversiones y no podemos dejar de buscar el placer.

Mientras tanto mi amado seguramente aún estaba en el restaurante, sumido en su propio mundo, usando colores y líneas para expresar sus sentimientos, para salvar al mundo y a sí mismo, que ante sus ojos eran un caos.

Me quedé en la casa de Mark. Desnudos, acostados en la cama, escuchábamos música, veíamos películas, jugábamos al ajedrez, cuando teníamos hambre cocinábamos espagueti italiano o ravioles chinos. Dormíamos muy poco y en realidad ya no nos mirábamos a los ojos, eso sólo aumentaría nuestra angustia.

Cuando el esperma, la saliva y el sudor colmaban cada uno de nuestros poros, agarrábamos el traje de baño, las antiparras y la tarjeta de huésped distinguido e íbamos a nadar al Hotel Ecuatorial. En la piscina no había casi nadie, nadábamos como dos peces extraños en el agua para allá y para acá. Nadábamos en la nada llena de luces anaranjadas, cuanto más cansados más hermosos, cuanto más viles más felices.

Regresábamos a la cama y la atracción sexual que había entre nosotros brotaba con una fuerza que sólo posee el Diablo, llegamos hasta el grado de que si Dios decía que eso era polvo, entonces queríamos retornar al polvo, si Dios decía que era el día del Juicio Final, entonces estábamos en el Día del Juicio. Su miembro parecía hecho de goma, todo el tiempo estaba erecto, no conocía la derrota, nunca decaía, hasta tal punto que me salió sangre de abajo, pensé que algunas células de mi vagina ya estaban muertas y se estaban desprendiendo.

La llamada de su esposa me salvó, se levantó tambaleándose de la cama y fue a contestar, Eva lo culpaba por teléfono de no contestar sus mensajes electrónicos.

Pensé, Dios, después de hacer aquello sin parar, ni siquiera tenemos fuerza para prender la computadora.

A Eva no le quedó más que llamar por teléfono para preguntarle a su esposo cuándo regresaría a casa. Hablaron en alemán sin que yo pudiera entender, gritaban un poco pero no peleaban.

Cuando él colgó y subió a la cama, le di una patada y cayó sentado al suelo.

– Me voy a volver loca, esto no está bien, algo va a salir mal -decía mientras me vestía toda aturdida. Abrazó mi pie, lo besó, entre los pañuelos desechables usados en el suelo encontró los cigarrillos, prendió uno y lo puso en su boca.

– Nosotros dos ya estamos locos desde que nos conocimos. ¿Sabes por qué estoy tan encantado contigo? Tú no eres fiel, pero al mismo tiempo eres totalmente confiable. Esos dos principios opuestos están unidos en tu persona.

– Gracias por decirlo así -dije desanimada mientras seguía vistiéndome, qué feo, parecía una muñeca varias veces violada, pero sólo con quitarme nuevamente la ropa la fascinación desconcertante reaparecería de inmediato en mi cuerpo.

– Me voy -dije en voz baja.

– Das miedo. -Me abrazaba con ternura.

– Sí -dije sintiéndome tan pero tan mal, ni el infierno podía ser peor, quería llorar, me odiaba a mí misma y a la vez me tenía lastima. Él me abrazaba, los vellos dorados de su cuerpo como innumerables tentáculos extendidos me consolaban.

– Tesoro, dulce, creo que estás muy cansada, mientras más consumes la energía de tu cuerpo, más amor generas, yo te amo.

No quería escuchar esas palabras, quería desaparecer como el viento, regresar a mi sitio original, tal vez ningún lugar me podía proporcionar seguridad, pero aún quería escabullirme como un ratón.

Los rayos del sol lastimaban los ojos como navajas resplandecientes, oía mi sangre correr por mi cuerpo, y de pronto enfrentada a la multitud en la calle no sabía qué hacer, no sabía qué fecha era, no sabía quién era yo.

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