Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Pensé un rato qué había detrás de ese robo. Tal vez era por los celos que me provocó el feliz ambiente familiar de la foto, o tal vez un pequeño castigo para mi amante alemán quien en su inconsciencia pierde unos cuantos billetes y luego regresa por mí apasionadamente. Luego me dediqué a analizar nuestra relación, no tenía ninguna expectativa sobre ella, tampoco tenía ninguna responsabilidad, el deseo es el deseo, sólo con dinero y traición se puede conjurar el peligro de que el deseo carnal se convierta en cualquier momento en amor. Antes, todo el tiempo tenía miedo de enamorarme perdidamente de Mark y no poder zafarme de esa hoguera de excitación y sentimientos bajos.

Después de media hora, Mark jadeando tocó mi puerta. Le entregué la billetera Yves Saint-Laurent, me besó, se la guardó en el bolsillo y sonriendo corrió escaleras abajo.

Desde mi balcón lo vi subirse al coche y desaparecer en la noche como humo por la calle vacía.

XV Una helada Navidad

No hacía nada, sólo esperaba la llamada de Edmonson.

Jean-Philippe Toussaint

Wu Dawei sentado en el sillón giratorio de cuero se sonaba constantemente los mocos, el periódico nocturno decía que un virus de gripe tipo A3 había invadido la ciudad y que la gente debía cuidar la higiene para prevenir el contagio, así como descansar y cuidar la alimentación y la ventilación. Abrí la ventana, me senté junto a ella donde había aire fresco, procurando estar lo más cómoda posible.

– Siempre sueño con una habitación donde hay un girasol grande en una maceta. La flor está seca, las semillas se riegan y nacen muchos nuevos girasoles, eso me da miedo, también hay un gato que quiere comerse las flores. Cuando brinca, salta por la ventana y desaparece. Miraba de repente todo eso por la puerta de la habitación, mi corazón palpitaba más rápido. En otro de mis sueños hay una caja, la abro y adentro hay otra más pequeña, abro ésa y adentro hay otra aún más pequeña y así hasta que todas las cajas desaparecen y en mi mano tengo un libro muy pesado, deseo enviarlo a alguien pero no me acuerdo de la dirección ni a quién se lo iba a enviar.

Wu Dawei me miraba apacible:

– Tienes temor en el corazón, temes que algo te pueda pasar, que tu escritura pueda verse en dificultades, por ejemplo un embarazo, o la ansiedad que precede la publicación de un libro, de todo corazón deseas el éxito pero algo siempre te frena, ¿me entiendes? Todo eso viene de la jaula que tú sola imaginaste. Thomas Morton decía: "La verdadera liberación del hombre es escapar de su propia cárcel", dime cómo anda tu vida amorosa.

– No está tan mal pero tampoco es ideal.

– ¿Qué te preocupa?

– Un sentimiento de vacío que jamás puedo eliminar, y al mismo tiempo un juego amoroso que bestialmente crece en mi pecho pero no lo puedo liberar. El hombre que amo no me puede satisfacer sexualmente, ni siquiera me da seguridad, fuma marihuana y otras cosas y no enfrenta la vida. Abrazado a una gatita se fue al sur, como si en cualquier momento me pudiera dejar, dejarme para siempre. Un hombre casado, sin embargo, me ha proporcionado placer una vez tras otra, pero no tiene ningún efecto sobre los sentimientos de vacío de mi corazón. Nos comunicamos a través de los cuerpos, existimos a través de los cuerpos, pero al mismo tiempo esos cuerpos son la barrera que no permite el contacto espiritual entre nosotros.

– El miedo a la soledad enseña al hombre a amar -dijo Wu.

– Pienso demasiado, el noventa y nueve por ciento de los hombres no desea convivir con alguien que piensa tanto, puedo recordar mis sueños y hasta los puedo anotar.

– Por eso la vida no es fácil. No todos pueden actuar conforme a sus pensamientos. Tú ya sabes la respuesta, usa el psicoanálisis para enfrentar las decepciones, tú no te satisfaces con lo ordinario, además eres una mujer atractiva.

Sus palabras eran muy dulces, no sé si consuela de ese modo a sus pacientes. Desde que lo elegí como psicoanalista, ya no lo invito a comer, ni a jugar al tenis, ni a bailar, temo que psicoanalice todas mis actitudes y comportamientos.

Rayos del sol entraron, polvos flotantes como partículas de pensamiento danzaban en el espacio, sobre el sillón, aturdida, sostenía mi cabeza, será que por fin había entendido mi naturaleza y mi conciencia femenina. ¿Seré una mujer atractiva? ¿Seré algo hipócrita, arribista, torpe tal vez? Los problemas de mi vida están encadenados uno al otro, tendré que usar la energía de toda la vida para afrontar esa fuerza maligna.

Navidad. Durante todo el día nadie me llamó por teléfono. Al atardecer el día estaba gris pero no nevaba. Ya hace muchos años que en Shangai no nieva cuando debe nevar. Vi películas durante todo el día, fumé un paquete y medio de Siete Estrellas, me moría de aburrimiento. Lo llamé a Tiantian, nadie contestó, me dispuse a llamar a Mark, después de marcar algunos números desistí, esa noche definitivamente quería estar con un hombre para hablar, quería estar acompañada.

Nerviosa caminé por el cuarto y finalmente decidí que tenía que salir de allí, no sabía a dónde. Puse suficiente dinero en mi cartera, me maquillé. "Esta noche pasará lo que tenga que pasar", pensé.

Me subí a un taxi, el chofer preguntó:

– Señorita, ¿a dónde va?

Le dije:

– Vamos a dar unas vueltas. -Fuera de la ventana del auto el ambiente estaba lleno de espíritu festivo. Aunque la Navidad no es una fiesta china, para la juventud moderna es una excusa para divertirse un rato. Parejas enamoradas entraban y salían de los restaurantes, de los negocios, cargaban bolsas llenas de cosas. Las tiendas aprovechando la ocasión rebajaban las mercancías para vender más, iba a ser una noche llena de alegría burbujeante.

El chofer buscaba conversación todo el tiempo, no tenía ganas de contestar, en la radio se oía un solo de guitarra, luego sonó la voz alegre del conductor del programa, hablaba de un grupo de Pekín de música moderna que había perdurado mucho tiempo en la escena musical. Luego curiosamente oí un nombre conocido, Puyong.

Hace algunos años, cuando aún estaba en la revista, fui a Pekín a entrevistarlo a él y al resto del grupo, terminamos tomados de la mano caminando por la plaza Tiananmen a medianoche. Parado en el puente Lijiao me dijo que quería mostrarme una obra de arte espontáneo, se abrió la bragueta y empezó a orinar hacia el cielo. Luego tomó mi cabeza y me estampó un beso en los labios. Este romanticismo salvaje me interesó, pero temía que al hacer el amor quisiera orinarse encima de mí o hacer cualquier otra extravagancia. Solamente fuimos amigos, además nos veíamos poco.

Apareció la voz de Puyong en la radio. Respondió una pregunta simple del conductor acerca de la creación musical y luego empezó a conversar con el público. Una chica le preguntó: "¿En China existe o no un rock amp; roll nacional?". Otro chico le preguntó qué tipo de inspiración le proporcionaban las mujeres a su alrededor. Tosió un poco y luego, con una voz sensual y tono bajo, dijo varias tonterías. Paré al chofer:

– Espéreme aquí unos minutos.

Me bajé del taxi y me dirigí hacia la cabina telefónica. Inserté mi tarjeta telefónica y tuve suerte, sin ningún esfuerzo me comuniqué con el programa.

– Hola, Puyong -le dije alegre-, soy Nike. -A continuación oí un saludo exagerado pero conmovedor.

– ¡Ey, feliz Navidad! -Como estaba en un programa de radio no me llamó "baobei", bebé.

– Ven a Pekín hoy -dijo con tono ligero y alegre-. Tenemos show en el bar La Abeja Diligente, luego tendremos una fiesta.

– Está bien, volaré esta noche de Navidad para oír tu música.

Colgué, caminé un rato frente a la cabina y luego decidida entré en el taxi: -Al aeropuerto lo más rápido posible.

23
{"b":"101355","o":1}