Литмир - Электронная Библиотека
A
A

Me abrazaba como si yo fuera su niño muerto y eso me hacía sentir aun peor.

Me aparté de él, saqué mi bombacha de su bolsillo trasero y me la puse. Me arreglé un poco la falda.

– Tú no me violaste, a mí nadie me puede violar, no digas "sorry, sorry" todo el tiempo, eso es muy burdo -le dije en voz baja-. Lloro porque siento que estoy muy fea, lloro y me siento mejor, ¿entiendes?

– No, no estás fea. -La cara de Mark mostraba la típica seriedad de un alemán.

Sonreí.

– No, lo que digo es que un día moriré miserablemente. Yo soy una chica mala y a Dios no le gustan las chicas malas, aunque yo me quiera mucho -mientras decía eso empecé nuevamente a llorar.

– No, no, cariño mío, no sabes cuánto te quiero. De veras Cocó, cada día te quiero más.

Sus ojos reflejaban una inmensa ternura, esa inmensa ternura bajo la luz del baño se convertía en una inmensa tristeza. Nos abrazábamos fuerte deseando flotar de nuevo.

Alguien empezó a tocar a la puerta, al parecer era una mujer que ya no podía aguantar. Me asusté. Mark hizo un gesto de silencio y me besó apasionadamente. Detrás de la puerta unos pasos se alejaron. Despacio lo aparté de mí:

– No debemos volver a vernos.

– Nos descuidamos y volveremos a toparnos, Shangai es muy pequeño, tú lo sabes.

Salimos rápido del baño.

– Me voy -dije y me dirigí hacia la puerta. Él insistía en llevarme en su auto, yo me rehusaba.

– Está bien. -Llamó un taxi, sacó un billete de su monedero y lo puso en la mano del taxista. No lo detuve, me senté en el auto y por la ventana le dije en voz baja:

– No me siento bien, me siento culpable.

– Es por el lugar donde hicimos el amor, ese sitio puede hacer que te sientas mal. -Estiró el cuello y me besó. Ninguno de los dos mencionamos a Tiantian, engañándonos a nosotros mismos y engañando a los demás nos quedamos callados.

En la radio del taxi, una ama de casa abría su corazón ante el conductor del programa Acompañándolo hasta el amanecer. El marido tenía otra, pero ella no quería el divorcio, simplemente anhelaba que la otra desapareciera, pero no sabía cómo reconquistar el corazón del marido. El chofer y yo nos mantuvimos callados. La gente de la ciudad disfruta oír despreocupadamente historias ajenas, no se compadecen ni pueden hacer nada por ayudarles aunque quisieran. Cuando el taxi subió al puente Gaojia vi innumerables luces, brillantes y fantásticas, y pensé cuántas historias estarían ocurriendo bajo las luces de Shangai en ese instante, cuánto bullicio, cuánta conmoción, cuántas luchas feroces, cuánto vacío, satisfacción, amores difíciles.

Tiantian aún no se había dormido. Estaba sentado en el sillón junto con la gata Ovillo. Con un bloc en las manos, le escribía una larga carta a su madre en la lejana España. Me senté a su lado, Ovillo corrió. Tiantian levantó de pronto la cabeza y me miró, me asusté, pensé que había percibido el olor al otro. Acaso sabría que el sudor de Mark tenía un aroma suave y que yo disfrutaba enormemente ese suave aroma animal.

No soporté los ojos fríos como el hielo de Tiantian. Nerviosa, me paré y fui al baño. Él bajó la cabeza y continuó escribiendo.

Abrí el agua caliente, el vapor poco a poco cubrió el único espejo del baño hasta que ya no pude ver mi rostro reflejado. Exhalé con fuerza, sola, en la bañera el agua caliente echaba humo, me relajé, ante las dificultades siempre me refugio en una bañera de agua caliente, el agua estaba muy caliente, mi cabellera flotaba en el agua como un nenúfar negro, entonces pude recordar cosas agradables, bonitas.

Recordé que de niña siempre subía a escondidas a la terraza de la casa de mi abuela. Allí había una vieja mecedora de cuero y un gran baúl de caoba con esquinas de cobre cubierto de polvo. Lo abría y adentro había pequeños frascos de porcelana azul con letras "Salt", unos retazos de telas para qipao y otras cositas raras e inútiles. Sola, sentada en el viejo sillón, jugaba con las pequeñas cositas. Los colores del día poco a poco se desvanecían detrás del pequeño tragaluz. "Nike" me llamaba mi abuela, yo pretendía no haber oído, "Nike, sé dónde estás". Luego veía la sombra de mi gorda abuela subir a la terraza. Cerraba rápidamente el baúl, pero mis manos y mi ropa quedaban sucias. Mi abuela enojada me decía: "No subas a jugar aquí, si te gustan estas cosas te las regalo como dote cuando te cases".

Cuando el gobierno municipal empezó a construir el subterráneo, ese viejo edificio construido por los franceses en 1931 fue demolido, toda la gente fue desalojada rápidamente y los tesoros de mi niñez se perdieron para siempre.

Estiré las piernas, pensar en la niñez siempre es como pensar en algo que pasó hace mucho tiempo, en una vida anterior. Aparte de esos recuerdos tiernos todo parecía mentira. En ese momento la puerta del baño se abrió y Tiantian entró. Sus ojos estaban rojos, se arrodilló al lado de la bañera.

– ¿Terminaste la carta? -pregunté quedamente.

– La terminé -dijo Tiantian mientras observaba silenciosamente mis ojos-, le pido que desista de la idea de venir a Shangai a abrir un restaurante, cuando fui a lo de mi abuela también hablamos del asunto. Mi abuela dice que es bueno que venga, ya que tiene cuentas pendientes con ella. Yo no quiero que venga, aunque estuviera solo toda la vida, hasta el día de mi muerte…

"Cocó, pase lo que pase nunca me vayas a mentir. -Miraba mis ojos fijamente, un cincel imaginario perforó la delgada membrana rosa de mi corazón, un espantoso y pesado silencio inundó el espacio como sangre. Mientras más crece un amor sin esperanzas, más profundo te escondes en mentiras, más profundo te hundes en desvaríos.

– Te amo. -Lo abracé, cerré los ojos, nuestras lágrimas cayeron a la bañera, el agua quemaba cada vez más, estaba cada vez más turbia, hasta que finalmente parecía un caldo que absorbía nuestros sollozos y nuestros miedos. Esa noche juré que Tiantian jamás sabría lo de Mark, ni lo de los otros. Ni un solo detalle, no quiero que muera por mí, que muera por mis encuentros galantes.

XII Almuerzo campestre

Contra la uniformidad, la diversidad. Contra las restricciones, el fanatismo por la ausencia de límites. Contra el igualitarismo, la jerarquía. Contra las espinacas, los caracoles.

Salvador Dalí

Era de tarde, el sol del otoño iluminaba la calle y la multitud dejando una sombra suave y ligera. El otoño brotaba en los árboles, las hojas colgaban de las ramas como gusanos oscuros que poco a poco se tornaban amarillos. El viento soplaba en la cara, el ambiente era fresco.

Las cosas pasan en la vida una tras otra velozmente y ni siquiera te das cuenta de que las estaciones cambian, de que el tiempo pasa rápidamente.

Tiantian finalmente fue a un Centro de Salud Reproductiva, la primera vez lo acompañé.

La sensación de entrar en ese edificio no era buena, en el aire había algo opresivo, los cuadros que colgaban en los pasillos y las caras de los médicos estaban demasiado limpios. El médico que lo atendió, de lentes gruesos y ojos inexpresivos, anotaba cosas en el expediente mientras interrogaba a Tiantian.

– ¿Cuándo tuviste tu primera polución nocturna? ¿En la mañana tienes erecciones espontáneas? ¿Cuándo lees libros o películas de aquellas tienes alguna reacción? ¿Has tenido alguna relación sexual completa? Me refiero a que si puedes penetrar con éxito y mantener la erección por más de tres minutos. ¿Además qué otras reacciones tienes?

El rostro de Tiantian estaba cada vez más pálido. Su frente se cubrió de gotas de sudor, hablaba sin poder terminar las frases, yo sentía que si sólo estiraba mi mano y lo agarraba él escaparía volando de ese lugar. Me senté en las sillas del pasillo, y vi que se llevaron a Tiantian al consultorio contiguo. Se lo veía de lo peor, como si fuera a desvanecerse en cualquier momento. Cuando llegó a la puerta, me lanzó una mirada con ojos llenos de terror.

17
{"b":"101355","o":1}