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Una grieta sin nombre apareció. El marido empezó a sospechar que ella tenía otro. Una noche le preguntó por qué las medias de seda estaban al revés, él a propósito en la mañana le había manchado con esmalte rojo de uñas la media del pie izquierdo y por la noche ella la traía en el pie derecho. En otra ocasión un amigo llamó muy tarde. Ella tomó el teléfono y oyó que en la otra habitación él también levantó el aparato.

El desayuno caliente traído a la puerta había desaparecido. Lo más increíble era que cuando se le olvidaba la llave de la casa, él la dejaba tocar por más de una hora sin abrirle.

– Que horror, parece que el mundo cambió por completo. Un hombre que pensabas conocer a fondo te trata de esa manera, como sea vivimos cinco años juntos, cambió del cielo a la tierra, de pronto era un extraño, incluso asustaba más que un extraño. Como te conoce usa tus debilidades para maltratarte… Así son los hombres -decía Zhusha apagada, con los ojos enrojecidos, temerosa de sus recuerdos.

– Qué espanto -asentía con la cabeza-. Un hombre encantador, distinguido, tan atento, que de pronto se convierte en un perverso maltratador de mujeres, es un horror.

– ¿Por qué cuando una mujer quiere dejar a un hombre todos piensan que tiene otro? ¿Acaso las mujeres no pueden tomar una decisión por sus propios sentimientos? ¿Piensan que las mujeres ni por un instante podemos estar sin ellos? -Zhusha me preguntaba con seriedad.

– ¡Porque todos ellos sólo son unos patanes engreídos e ignorantes! -dije yo de una manera tan enfática que parecía la jefa de la asociación feminista de la ciudad.

IX ¿Quién llama?

No vengas a molestarme, no toques a mi puerta ni me escribas.

Wllliam Burroughs

Alguien tocó la puerta. En el equipo de música sonaba La bella durmiente de Tchaikovski. Oí los golpes en la puerta a pesar del fuerte volumen de la música. Tiantian me miró:

– ¿Quién es? No será Madonna -dije.

Nosotros no teníamos muchos amigos, lo que era nuestro defecto mortal, pero también nuestra dulce ventaja.

Fui a la puerta, me asomé por el visor y vi a un extraño. Abrí un poco la puerta y pregunté quién era.

– Si usted tiene tiempo e interés, quisiera mostrarle la nueva aspiradora que mi empresa promueve. -En su cara flotaba una entusiasta y amplia sonrisa. Alisó su corbata con la mano, parecía que un "está bien" era suficiente para que él de inmediato ofreciera una demostración de la cual jamás me iba a arrepentir.

– Este… -no sabía qué hacer, se necesita poca vergüenza para despedir cruelmente a un hombre que no parecía feo ni peligroso. El hecho que él pueda vestir un traje occidental barato con tanta decencia y limpieza, demuestra que es un hombre sano cuya dignidad no se puede golpear con rudeza. Además, tampoco tenía algo más importante que hacer.

Tiantian impávido veía cómo metía a un extraño en la casa. El hombre sacó una tarjeta y atentamente se la dio, abrió la bolsa que traía y sacó una flamante aspiradora.

– ¿Qué va hacer? -preguntó Tiantian en voz baja.

– Deja que haga la demostración, me da pena rehusarme -le contesté también, en voz baja.

– Si hace la prueba y no la compramos, da aún más pena.

– Pero ya la está probando -dije.

Desde que vivía en ese edificio, esa era la primera vez que ocurría algo así. El furor de vender de puerta en puerta como nueva técnica comercial en esta ciudad se puso de moda a principios de los años noventa, y luego dejó de usarse. Lo que pasó ese día era excepcional.

El extraño se agachó y comenzó a limpiar la alfombra con la aspiradora. El ruido del motor era muy fuerte. Tiantian huyó a la otra habitación.

– La potencia de aspirar de esta máquina es muy alta, puede absorber hasta los ácaros atrapados en la alfombra -dijo el hombre en voz alta.

Me espanté:

– ¿Ácaros?

Cuando terminó, vació la basura sobre un diario. No me atreví a mirar, temía descubrir bichos retorciéndose.

– ¿Cuánto cuesta? -pregunté.

– Tres mil quinientos yuanes -dijo.

Eso era mucho más del precio que me imaginaba, pero admito que desconozco los precios de las cosas.

– Pero los vale, cuando tengan un hijo este aparato será aún más útil, ayudará a mantener limpia la casa.

Me disgusté, cuando mencionó la palabra "hijos".

– Discúlpenos, no deseamos comprarla.

– Les puedo ofrecer un descuento del veinte por ciento -no se rendía-, mantenimiento gratis por un año, somos una compañía seria.

– Gracias, ya te sacamos mucho tiempo. -Abrí la puerta. Sin cambiar la expresión de su rostro, él empezó a guardar las cosas y con paso firme salió. Luego se dio vuelta:

– Tienen mi teléfono, si cambian de idea, llámenme.

– Cocó, todo lo quieres probar, siempre te buscas problemas -dijo Tiantian.

– Qué problemas, por lo menos limpió un poco la alfombra -suspiré y me senté frente al escritorio. No me imaginaba a qué se refería Tiantian al decir "todo lo quieres probar".

Nuevamente tocaron a la puerta. Me apuré a abrirla. Esta vez era la vecina gorda de al lado. Traía en la mano varios recibos de luz, agua, teléfono y dos cartas que estaban en el buzón del edificio. Me acordé que hacía varios meses que no recogía la correspondencia del buzón, que no tenía candado. Le agradecí a la señora gorda y ella contenta se fue.

Los vecinos de este barrio tienen la amabilidad típica de los viejos shangaineses. Son gente de poco dinero, las amas de casa que no tienen empleo administran muy bien el dinero, son muy ordenadas en la vida diaria. En las ventanas de las cocinas cuelgan pescados secos y nabos salados. De vez en cuando nos llega el humo de las estufas de carbón. Los niños vestidos de uniforme escolar verde con pañuelos rojos en el cuello juegan a los juegos de guerra que nunca pasan de moda. Los ancianos en círculo dentro del pequeño parque juegan al ajedrez o a las cartas, de vez en cuando el viento sacude sus barbas blancas como la nieve. Los días y las noches se suceden y se escurren entre los horribles talleres y las calles destruidas. Para las personas de edad estos barrios están llenos de recuerdos y de nostalgia, para los jóvenes son sitios marginados que finalmente serán destruidos, esquinas sin esperanza. Sin embargo, después de vivir allí un tiempo, uno puede apreciar su simpleza y su muda vitalidad.

Una de las dos cartas venía de España, se la di a Tiantian que estaba tirado en la cama:

– Es de tu madre. -Solté la carta en sus manos, la abrió, leyó unas líneas y dijo:

– Se va a casar… además habla de ti.

Con curiosidad me acerqué:

– ¿Puedo leerla? -Asintió con la cabeza, salté a la cama, me abrazó por la espalda y con las dos manos extendió la carta frente a mis ojos.

"Hijo mío, ¿cómo has estado? En la última carta mencionaste que vivías con una muchacha, no me dices mucho de ella (tus cartas son siempre tan tristemente escuetas, me quedo ávida), pero adivino que la quieres mucho, te conozco y sé que tú no te acercas fácil a la gente. Está bien, finalmente tienes una pareja.

"…El primero del próximo mes me casaré, por supuesto con Juan. Llevamos mucho tiempo juntos, pienso que podremos convivir mucho tiempo más con este acuerdo tácito. El restaurante chino sigue viento en popa, nunca me lo hubiera imaginado, ahora estamos pensando en un futuro abrir en Shangai un restaurante de auténtica comida española. Añoro el día en el que te pueda ver. Aunque nunca he entendido por qué no has querido venir a España, parece que no me tienes confianza, algo malo se interpone entre nosotros, el tiempo pasa tan rápido, ya son diez años, tú has crecido, como sea tú eres mi hijo adorado."

– Parece que tú y tu madre se van a encontrar, -dejé la carta- en diez años ella no ha venido a verte ni tú has ido a verla, qué extraño. -Lo miré, no se veía muy bien. -No me puedo imaginar el encuentro entre tú y tu madre.

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