Un día la gatita Ovillo se fue. No había comido durante días y su dueño ya no la cuidaba, así que decidió salir, el estómago se le había encogido, sus pelos estaban opacos y delgados, ya se le veían los huesos, parecía que iba a morir.
Nunca más regresó, si no ha muerto se habrá convertido en una gata salvaje, viviendo en los basureros y maullando en algún lugar por las calles.
Las cosas ya estaban así, de pronto me quedé atontada, con un caos en la cabeza, encima el insomnio me acaloraba y me deshidrataba, las sombras flotaban a mi alrededor. Registraba miles de imágenes y sensaciones, desesperada, acostada en la noche, seca, sin esperanzas, pensando y meditando, repasaba en desorden el día en que conocí a Tiantian, mi cerebro parecía una pantalla llena de polvo gris, y mi amado y yo éramos la pareja más desamparada del mundo.
Nos amábamos tanto que ninguno podía dejar al otro, y menos en ese momento. El corazón se me oprimía con el temor de que Tiantian en cualquier momento, como una partícula de polvo extraterrestre en gravedad cero, pudiera irse flotando lejos. Sentía que lo amaba más que nunca, ansiaba la aurora para no enloquecer.
XIX Al sur
La llave está en el quicio de la ventana.
Está bajo el sol de la ventana.
Yo tengo esa llave, Allen, vamos a casarnos.
No te drogues.
La llave está bajo el sol de la ventana.
Allen Ginsberg
Al siguiente día con una pequeña valija tomé un taxi y me fui directamente al aeropuerto. Compré un boleto para el próximo vuelo a Haikou. Me di cuenta de que tenía que hacer algunas llamadas. En el cuarto de Tiantian nadie contestaba, parecía no estar en el hotel, así que dejé un mensaje en la recepción y les dije mi hora de llegada. Le daba vueltas a la guía telefónica, me sentía deprimida, en ese momento cuando enfrentaba un problema tan grave no encontraba a quién hablarle para compartir mi miedo y desesperación.
El celular de Madonna estaba apagado, el teléfono de la oficina de Zhusha estaba ocupado, su celular también, no sabía que ella podía hablar simultáneamente con varias personas. La Araña había salido de Shangai por un viaje de trabajo. Su colega me preguntó si quería dejar algún mensaje, le dije gracias, no es necesario. Los que quedaban eran mi editora Deng, mi psicólogo Dawei, mi amante Mark, mis padres y algunos ex novios.
Metía y sacaba la tarjeta del teléfono, andaba con muy poco ánimo, miré hacia el gran ventanal y vi un avión McDonnel Douglas deslizarse por la pista, muy rápidamente subió la nariz y salió de mi campo de visión. El momento del despegue de los aviones suele ser hermoso, parecen un gran pájaro plateado. ¿A cuántos pasajeros conmoverá la canción de John Denver Leaving on a jetplane?
Caminé hacia el salón de fumadores y me senté frente a un hombre. Estaba un poco inclinado hacia adelante y yo pude ver su pequeña barba a lo Agassi que le estaba creciendo, él también llevaba una falda larga acampanada de piel. Nunca había visto un hombre chino que se viera tan bien con ese estilo de barba, también era el único hombre que había visto subirse a un avión vestido de falda larga de piel. Fumaba 555, podía distinguir ese aroma fuerte que parecía harina integral pegada en la punta de la lengua, el filtro caliente estaba en medio de sus dedos fríos.
Luego dio vuelta la cara mirándome de frente. Sus ojeras eran un poco oscuras pero sus ojos eran muy brillantes, autoritarios pero delicados, era una combinación excitante de yingy yang.
Nos miramos con los ojos bien abiertos, él se levantó y estirando sus brazos sonrió:
– ¿Cocó, eres tú? -Era Fei Pingguo, el estilista que había conocido en Pekín.
Nos abrazamos y luego nos sentamos uno al lado del otro para seguir fumando. Intercambiamos unas palabras y nos dimos cuenta de que íbamos al mismo lugar en el mismo avión. Yo tenía un fuerte dolor de cabeza y la luz del salón me molestaba.
– No pareces estar muy bien ¿qué tienes? -Agachó la cabeza y me observó con cuidado, pasándome el brazo alrededor.
– No estoy muy bien… pero el cuento es muy largo, voy por mi novio, está a punto de colapsar allá… y yo no tengo fuerzas -hablaba despacio, tiré la colilla y me levanté:
– El aire aquí está denso -dije mientras me dirigía hacia la puerta.
Me alcanzó:
– Espera, eh, ¿qué es esto en el suelo? -Yo con la cabeza agachada sólo quería salir de allí.
– Cocó, ¿se te cayó un aro?
Toqué mi oreja, suspiré y agarré mi aro de cobalto del tamaño de un grano de arroz de la mano de Fei Pingguo. Esos bonitos aros bajo una diferente iluminación cambiaban de color y de forma, en ese momento era lo único que brillaba en mi cuerpo oscuro. Le agradecí y mientras caminaba pensaba: "Cuando uno tiene un problema todo de pronto te sale mal, estás fumando tranquilamente un cigarrillo y de pronto se te cae el aro.
Frente a la puerta de embarque llamé a Mark por teléfono, por su voz parecía estar muy ocupado.
– Hello -dijo distante. Mi voz también era gélida, pagar con hielo la frialdad es apenas lo justo, así me protejo.
– Estoy en el aeropuerto -le dije-, no podré asistir a la cena de este fin de semana, por favor discúlpame con tu esposa.
– ¿Dónde vas? -Finalmente obtuve su atención.
– Con mi novio.
– ¿Te quedarás mucho tiempo? -Su voz empezó a mostrar intranquilidad, tal vez se le cayó la lapicera de la mano, o se le cerró la carpeta.
– ¿Y si fuera así te importaría? -seguía con mi tono gélido. De veras que no me podía contentar, seguramente me veía pálida y rígida, como una mujer resentida de fines del siglo XX, nada me parecía bien, estaba llena de problemas.
– Cocó -dijo-, sabes que sí me importa, eh, por favor no bromees, regresarás pronto, ¿verdad?
Permanecí callada por un instante, claro, él tiene razón, traeré de vuelta a Tiantian y todo saldrá bien. ¿Pero podrá todo estar como antes? ¿Podré estar tranquila con dos hombres simultáneamente (uno de los cuales se droga por estar deprimido) y despreocupada seguir escribiendo?
Empecé a llorar, Mark nervioso dijo:
– ¿Qué ha pasado?, querida, dímelo.
– Nada, cuando vuelva me comunico contigo. -Colgué el teléfono. Pensé que estaba contaminando a los demás con mi pésimo estado de ánimo, que Mark estaría preocupado dando vueltas en la oficina, pobre de él, pobre de mí.
Wu Dawei me había dicho que tener lástima de sí mismo es una actitud que debemos eliminar, cuando me lo dijo lo hizo con una expresión severa y amenazante, como de Dios, le brillaba la cara. Pero yo nunca le hice caso, siempre con mucha facilidad caigo en la lástima por mí misma, y además el narcisismo es precisamente mi más bella característica.
El avión atravesaba las nubes, Fei Pingguo estaba sentado en el asiento de al lado. Hablaba todo el tiempo mientras yo leía una revista, me quitaba el saco, me ponía el saco, otra vez tomaba la revista, cerraba los ojos, mi mano izquierda en el mentón, mi mano derecha sobre el pecho, tosía, abría los ojos, me ajustaba el cinturón.
Las azafatas trajeron bebidas y canapés, cuando bajé la mesa de servicio la Coca Cola se me cayó accidentalmente de la mano sobre las rodillas de Fei Pingguo. Rápidamente le dije:
– Perdón. -Y empecé a hablar con él, con ese hombre de mirada de fuego sacudidor, como una red invisible, como un motor, que puede hacer caer a muchas mujeres, excepto a una tan lastimada como yo.
Me contó que había absorbido las tendencias de moda en Japón, el uso de polvo rosa, azul y plateado para estilizar las imágenes de los clientes. En las filas de atrás estaban sus colegas, entre ellos había una actriz de cine, dos fotógrafos, tres estilistas ayudantes, y tres entrenadores. Precisamente iban a Hainan para hacer un video sobre la actriz. Me parecía que había visto antes a aquella actriz en alguna obra, no era una preciosidad pero tampoco era fea. Excepto sus bellos pechos, lo demás era ordinario.