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Al sepelio asistieron muchos amigos y parientes, la única que faltó fue la solitaria abuela de Tiantian. Todo pasó con tanta tranquilidad que daba miedo. No sabía cómo podría haber algo peor, no sabía cómo su carne podría transformarse en polvo inconsciente, no sabía cómo su alma inocente lograría romper el cerco en lo profundo de la tierra, escapar de los restos macabros de la muerte y atravesar el cielo para volar hasta el paraíso. En la cima del cielo debe haber un pedazo de claridad absoluta hecha por Dios, un lugar especial, una conciencia diferente.

Connie organizó el sepelio. Vestida de negro, la cabeza cubierta con un fino velo negro. Parecía salida de una película, solemne, propia y distante. Su tristeza no parecía venir de las entrañas, no había la locura de una madre que ha perdido a su hijo, sólo había la solemnidad de una bella mujer de mediana edad vestida de negro, parada al lado del féretro. Ser propia y solemne no era suficiente, ser auténtica es esencial para una mujer. Por eso de pronto ya no quise ver su cara, odié su tono de voz a la hora de leer la oración fúnebre.

Leí un poema que le había escrito a Tiantian:

"…En un último destello, yo vi tu cara,

en la oscuridad, en el dolor,

en el vaho de tu respiración sobre el vidrio,

en medio de la noche…

En la tristeza de mis sueños, ya no puedo abrirla boca,

no puedo decir adiós."

Luego me escondí entre la gente, me sentía perdida. Tanta gente, tanta gente que no tenía nada que ver conmigo estaba allí. No era una fiesta, era una pesadilla, una pesadilla que me taladraba el corazón.

Quería esconderme con todas mis fuerzas, pero Tiantian ya no estaba más, las paredes de nuestra casa habían perdido su sentido.

XXXII ¿Quién soy yo?

Pienso, luego existo.

Descartes

Yo soy yo, una mujer, no "el segundo sexo".

Lucy Stone

Todo, todo empezó así, todo empezó

en ese rostro encantador y deslumbrante,

extenuado y frágil. Ése fue el experiment.

Marguerite Duras

Así es la vida, dolor de cabeza, gritos, locura.

No soy una mujer de sangre fría, pero tampoco soy de las que enloquecen.

Mi libro anterior El grito de la mariposa fue reeditado. El Padrino y Deng me organizaron reuniones en universidades para promoverlo, así que estuve respondiendo preguntas de los estudiantes como: "Señorita Nike ¿correría un día desnuda en público?" y discutiendo con las mujeres acerca de sí las mujeres son o no "el segundo sexo" y "¿qué es lo que finalmente persiguen las feministas?".

Cuando fui a la Universidad Fudan, me acosté en el pasto por un momento a mirar al cielo y pensar en él.

Unos días después Zhusha se casó de nuevo, el novio era Dick, el ambicioso y joven pintor ocho años menor que ella. La boda se realizó tres meses y veinte días después del sepelio de Tiantian, tal vez nadie se dio cuenta de eso, excepto yo.

La ceremonia se llevó a cabo en la galería de arte Lawrence, en el parque Fuxing, ese mismo día fue inaugurada la exposición individual del novio. Llegaron muchos invitados chinos y extranjeros incluyendo a Madonna. Madonna les dio a los novios un regalo muy caro, un par de relojes Omega de oro con los que quería mostrar su magnanimidad, finalmente Dick había sido uno de los hombres que más le habían importado.

No hablé mucho con ella, de pronto ya no me caía bien, tal vez ella nunca le dijo nada a Tiantian, quizás a ella no le gustaba conscientemente manipular a sus amistades, pero ya no pienso acercármele mucho.

Había demasiada gente, el ambiente era sofocante y molesto, pronto me despedí.

Con frecuencia recibía correos electrónicos de Alemania, de Mark y de Shamir. Les escribí sobre la muerte de Tiantian, les dije que estaba más tranquila ya que mi novela estaba a punto de salir y eso era el mejor regalo para Tiantian y para esta parte de mi vida.

Shamir me invitó a visitar Alemania después de concluir mi novela. "Eso te ayudará a recuperarte, ven a ver los templos góticos, la selva negra y la gente, créeme que Mark también desea que vengas".

Los mensajes de Mark eran cada vez más largos, narraba pacientemente todo lo que había hecho últimamente, dónde había ido y hasta me contaba las discusiones con su esposa. No sé qué confianza hacia mí le provoca esos impulsos de desahogo. Tal vez una escritora simplemente inspira confianza debido a su capacidad intuitiva y a su comprensión, aunque le hubiera robado su anillo matrimonial de zafiro. Por cierto, siempre lo llevo en mi pulgar porque es muy bonito.

Decidí ir a Alemania a finales de octubre, antes de la fiesta de Halloween. Me gusta Halloween, es una fiesta romántica y llena de imaginación. Las fiestas de disfraces logran espantar el olor podrido de la muerte.

Antes de ir a Alemania puse en orden algunos asuntos, ordené mi novela, y arreglé el departamento en el lado oeste de la ciudad. Decidí regresar a la casa de mis padres y entregarle las llaves a Connie. Las cosas de Tiantian aún estaban allí, escogí el autorretrato de Tiantian, una antología de poemas de Dylan Thomas que a él le gustaba y una camiseta blanca que él solía usar.

La camiseta conservaba su olor, hundía mi cara en ella, y ese olor conocido me hacía recordar la felicidad perdida.

Ese fin de semana, una tarde caminé largo rato, atravesé la calle Hengshan llena de árboles fénix y entré a ese callejón lleno de recuerdos.

El restaurante español de Connie estaba ante mis ojos, luminoso y lleno de flores. Por la ventana veía las siluetas ir y venir. Me acerqué más y pude oír canciones latinas de amor seguidas de aplausos corteses.

Subí las escaleras y pregunté a un empleado dónde podía encontrar a Connie. Me guió a través de un largo pasillo, entre un grupo de gente parada vi a la impecablemente arreglada Connie, llevaba un vestido de noche con los hombros descubiertos, tenía el pelo recogido en un rodete, y los labios cubiertos con una gruesa capa de pintura. Se veía muy atractiva e inteligente, como una elegante grulla.

Una pareja de latinos vestidos de negro y perlas bailaban un ritmo latino. Eran jóvenes y bellos, el hombre sostenía muy elegantemente la pierna de la mujer mientras daban una serie de vueltas. Connie al terminar de hablar con un caballero de cabellos blancos se dio vuelta y me vio. Caminó hacia mí.

– Querida, ¿cómo estás? -me dijo mientras me abrazaba. Sonreí asintiendo con la cabeza:

– Estás bella, eternamente bella -dije y luego saqué la llave de mi bolsillo y se la di. Ya le había dicho por teléfono cuáles eran mis planes.

Mirando la llave permaneció en silencio un buen rato y luego la tomó:

– Hasta hoy no comprendo… ¿cómo pudo pasar todo eso? ¿Qué cosa tan terrible pude haber hecho yo, qué culpa tendré para que Dios me castigara de esa manera?… OK, olvida eso, tú eres una chica inteligente, cuídate. -Nos besamos para despedirnos, Juan también se acercó y me abrazó.

– Adiós. -Les hice un signo de despedida con la mano y salí rápidamente. La música y las danzas seguían pero nada tenían que ver conmigo.

Al llegar al jardín de la planta baja, justo después de salir por la puerta me topé con una anciana, de cabellos blancos, piel pálida, con lentes, parecía la esposa de algún profesor.

– Disculpe -le dije, pero ella no me hizo caso, se dirigió directamente hacia la puerta de hierro del restaurante.

Cuando el portero la vio inmediatamente cerró la puerta de hierro forjado. La anciana empujaba con todas sus fuerzas, al no poder abrirla empezó a gritar e insultar:

– Zorra, bruja, hace diez años mataste a mi hijo, no te bastó, luego mataste a mi nieto, tu corazón es negro, te maldigo, cuando salgas por esa puerta ojalá te atropelle un auto.

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