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– ¿Qué más? Dime más, quiero oírte -besaba el lóbulo de su oreja mientras le suplicaba.

– Bueno… eres totalmente insondable, tal vez todos los que tienen madera de escritores tienen doble personalidad, es decir, no son muy de fiar.

– ¿Qué te preocupa? -dije sorprendida mientras apartaba mis labios de su oreja. Tiantian movió la cabeza.

– Te amo -decía mientras me abrazaba y ponía la cabeza en mi hombro. Podía sentir que sus pestañas temblaban ligeramente en mi cuello y se apropió de mí una ternura aterciopelada. Sus manos se posaron sobre mi cintura, las mías sobre sus nalgas, estábamos parados uno frente al otro, viendo el espejo de nuestra propia imagen, el reflejo en la superficie del agua.

La sombra de la noche desvanecía los colores de nuestra piel. Él dormía, sobre la cama su cuerpo formaba una S, yo lo abrazaba por la espalda, aturdida. Sí, su calor y su fragilidad me atrapaban incomprensiblemente. Sentía cierto grado de responsabilidad hacía él, pero también me sentía perdida, como en un sueño.

En realidad, cuando llegó el día del cumpleaños de la Araña no pasó nada en el Lüdi, no llegó el ladrón profesional, la caja fuerte no desapareció, no hubo complot y ni siquiera una mosca llegó a molestar.

El viejo Yang, como siempre, con su corazón ancho y su cuerpo gordito contaba el dinero, supervisaba el trabajo, hablaba por teléfono y dormía la siesta. La nueva moza en el trabajo era tan buena como yo, y la Araña al poco tiempo también se fue con sus malas intenciones, sin dejar huella, como una burbuja de aire que se evapora.

Desde entonces me dediqué a la escritura. El largo y tortuoso camino de una escritora estaba ante mí y no tenía tiempo para otra cosa. La tarea esencial era establecer la sintonía con mi alma y, en una tranquilidad de hospital psiquiátrico, esperar pacientemente que llegaran las historias y los personajes. Tiantian, como un capataz, me miraba durante todo el día, me incitaba a usar los poderes de los magos para escribir un libro mágico. A su vez, eso se convirtió en el centro de su vida.

De pronto descubrió que le encantaba ir de compras. Nos parecíamos a los de la generación de nuestros padres, empujando un carrito y eligiendo con sumo cuidado los alimentos y los artículos de uso diario. Los nutricionistas dicen: "no hay que comer chocolate ni pochoclo", pero era justo el tipo de cosas que a nosotros nos gustaba.

En la casa yo mantenía las hojas de papel blancas como la nieve y de vez en cuando me miraba en el espejo para ver si mi cara reflejaba la sabiduría y la categoría de una escritora. Tiantian caminaba sigiloso por la casa, me servía refresco de la marca Sandeli, me preparaba ensalada de frutas con aderezo Selección de Mamá y me revitalizaba con chocolate negro de la marca Dove, ponía música que estimulaba un poco sin dispersar la concentración, ajustaba la temperatura y la humedad en el aire acondicionado; en el enorme escritorio había más de diez paquetes de cigarrillos Siete Estrellas apilados en orden como una pared, además había libros y montañas de hojas. No sabía usar la computadora y no pensaba aprender.

Ya he pensado en una sucesión de títulos, la obra debe ser profunda en su interior y en el exterior tener la atracción de un best-seller.

Mi intuición me decía que debía escribir sobre la Shangai de este fin de siglo, sobre esta ciudad de placeres, que despide olor a gozos, que engendra nuevos seres humanos, que llena las calles y los puertos de los sentimientos vulgares, tristes y los secretos que ella exuda. Ésta es una ciudad única en el Oriente, desde los años treinta es el punto del encuentro entre Oriente y Occidente, es la cultura en evolución. Ahora entró en la segunda ola de occidentalización. Tiantian siempre usa la palabra en inglés "post colonial" para describir ese proceso. Los clientes de Lüdi, cuando hablan diferentes idiomas, me hacen recordar aquellos elegantes y hermosos salones de lectura, espacios de intercambio que súbitamente te llevan a un viaje transnacional.

Cuando escribía un párrafo que me gustaba, llena de emoción se lo leía a Tiantian.

– Cocó querida, ya decía yo que tú puedes, no eres como los demás, tu puedes construir otro mundo con la pluma, aún más verdadero que el que vivimos… -Tomaba mi mano y la ponía sobre el lado izquierdo de su pecho, yo sentía el ritmo de su corazón. -Te aseguro que esto te va a dar inspiración ilimitada. -Cada vez que llegaba me traía regalos sorpresa, como si gastar el dinero en cositas bellas e inútiles le proporcionara gran satisfacción. Pero yo sólo lo quería a él, ¿cuándo llegaría el día en el que me diera su cuerpo como regalo?

Mientras más profundos son los sentimientos, más duele la carne.

Una noche tuve un sueño erótico. Yo estaba desnuda abrazada con un hombre con los ojos vendados, nuestros miembros estaban entrelazados como los tentáculos suaves de un pulpo, abrazados bailábamos. Los vellos sedosos con reflejos dorados del hombre me hacían sentir un hormigueo por todo el cuerpo. Justo después que mi canción preferida de acidjazz se terminó me desperté.

Me avergoncé de haber tenido ese sueño y luego me pregunté: "¿Qué presentimientos tendrá Tiantian? Él está más preocupado que yo sobre mi escritura. Casi me inclino a pensar que la escritura es como un potente afrodisíaco que alimenta nuestro amor inexplicable y sin lugar a duda limitado. ¿Acaso tiene una misión o es portador de una bendición divina? O tal vez es al contrario, quién sabe. El hombre siempre tiene que optar, para bien o para mal".

Pensando en eso me di vuelta y abracé a Tiantian. Despertó de inmediato. Sintió la humedad de mi cara y sin preguntar ni decir nada, con una mano comenzó a acariciar mi cuerpo. Nadie le enseñó cómo, él simplemente sabía cómo hacerme volar como espada que corta el espacio, como alma que vuela y espíritu que se dispersa, sin llanto, sin decir adiós, sólo pensé en volar, volar hasta el otro extremo de la noche. La vida es como un corto sueño primaveral, no hay razón para no entregarse a la embriaguez.

IV El seductor

Vengo de Berlín, tu amor se me aparece,

la proximidad de la noche me lleva a tus brazos,

mi amor, así emprendemos el vuelo.

Bertolt Brecht

Madonna nos invitó a una velada nostálgica con el tema "Retorno a la avenida Joffre". El lugar de la fiesta era el último piso de un edificio en la esquina de las avenidas Huaihai y Yadang. La avenida Joffre en los años treinta, que ahora se llama Huaihai, era un símbolo del viejo sueño occidental. En el ambiente neocolonial de este fin de siglo se la relaciona con esos años dominados por el qipao, los anuncios publicitarios de época, los rickshaw y el jazz, y atrae de nuevo la atención como una mariposa prendida al corazón nostálgico de Shangai.

Aquel día Tiantian no estaba de buen humor, aun así me acompañó. He dicho que en muchas situaciones somos como siameses, uno es sombra del otro.

Yo iba vestida con qipao y él llevaba el traje tradicional, ambos hechos a la medida. Entramos en el ascensor, cuando se oyó una voz: "¡Esperen por favor!". Tiantian con la mano detuvo la puerta a punto de cerrar. Un occidental alto con pasos grandes entró y junto con él una aureola perfumada de Calvin Klein.

Una lámpara mortecina iluminaba nuestras cabezas, dos hombres parados a mi lado, uno a la derecha y el otro a la izquierda. Focos pequeños señalaban los pisos que pasábamos. De pronto en aquel silencio me sentí ingrávida. Me puse a mirar a aquel hombre alto, distraído pero extremadamente sensual, con el porte de un verdadero playboy.

Cuando se abrió la puerta del ascensor nos recibió una mezcla de voces, olor a tabaco y transpiración. El hombre alto, con una ligera sonrisa, me invitó a salir primero. Tiantian y yo pasamos delante de un cartel de poliéster que indicaba la avenida Joffre, y al levantar una muy pesada cortina de terciopelo de seda encontramos un enorme grupo de gente de todo tipo bailando al compás de una música antigua.

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