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Aunque esa mujer caída del cielo llamada Connie tuviera sus manos manchadas con la sangre de su difunto esposo, aunque su alma por esto o por aquello haya sido infectada por la maldad, aunque haya miles y millones de verdades escondidas que hasta el día de su muerte no saldrán a la luz, aun si ella fuera todas las cosas que desprecio, odio, evito, y además denuncio y condeno… siempre existirá el momento en el cual un toque noble, sin culpa, se apoderó de nuestros corazones, como cuando la mano de Dios se extiende y en trance hace un gesto vacío hacia el mundo.

XXIV La cena diez a ños después

Cuando me senté a tu lado, sentí una inmensa tristeza.

Aquel día en el parque.

Luego un día regresaste a casa.

Cuánta alegría por regresar a casa.

Encontraste la llave de tu alma y

de veras la abriste, ese día regresaste.

Regresaste al parque.

Van Morrison

Una hora después de haber recibido la llamada de Mark en ese día seco y caliente (me dijo que ya había regresado a Shangai y que deseaba verme de inmediato, además me invitó a ver una película corta vanguardista alemana), Tiantian regresó a casa. Ellos dos existen uno en función del otro, como los lados claro y oscuro de la luna, se complementan mutuamente, los dos hombres importantes de mi vida habían regresado.

Cuando Tiantian empujó la puerta y entró me quedé perpleja, sin decir palabra nos abrazamos fuerte, nuestros cuerpos estaban particularmente sensibles, nuestras antenas invisibles se extendían hacia el otro disfrutando detalladamente aquel fuerte y fascinante arrebato fisiológico del otro, era un amor que venía de la mente, no del cuerpo.

De pronto se acordó que el taxi aún esperaba abajo a que le pagara.

– Yo voy. -Agarré la cartera y bajé por las escaleras, le di al chofer cuarenta yuanes, me dijo "no tengo cambio", le dije "no importa", me di vuelta y caminé hacia el umbral del edificio, de lejos oía las palabras de agradecimiento del chofer. Esa luz blanca que parecía derretirse detrás de mi cuerpo en un instante se desvaneció, mis ojos nuevamente se acostumbraron a los pasillos y escaleras oscuras, al entrar en la casa oí el agua de la bañera.

Me acerqué y me apoyé en la puerta, mientras fumaba veía a Tiantian bañarse. El agua caliente hacía que su cuerpo se viera rosado, como un batido de frutilla y como un bebé recién nacido.

– Quiero dormir-dijo y cerró los ojos. Me acerqué con una esponja y lentamente lo bañé. El jabón líquido Watson despedía un rico y refrescante aroma a hierbas del bosque, una pequeña abeja constantemente se pegaba al vidrio de la ventana del baño teñido del color del vino blanco por los rayos del sol. Ese silencio que se palpa, se ve, de pronto se puede esparcir como la savia.

Mientras fumaba veía su hermosa y delicada cara dormida y su cuerpo, como si oyera el nocturno de Kreisler La miel del amor. Parecía que se hubiera recuperado.

Tiantian de pronto abrió los ojos:

– ¿Qué vamos a cenar hoy?

Sonreí:

– ¿Qué quieres comer?

– Tomates con azúcar, fritura de raíz de lirios con perejil, brócoli frito con ajo, ensalada de papas, codornices en salsa de soja, y un gran tazón de helado de chocolate, de vainilla y de frutilla…

Él tenía muchos antojos, sacaba y metía su lengua rosada.

Lo besé.

– ¡Guau! Tu apetito nunca había sido tan feroz.

– Es que vengo del inframundo.

– ¿Dónde vamos a comer?

Tomó mi antebrazo y me dio un pequeño mordisco, como un animalito carnívoro.

– Vamos a cenar con tu madre.

Se quedó aturdido por un momento, soltó mi mano y se levantó de la bañera:

– ¿Qué?

– Ella volvió, su esposo español también.

Salió de la bañera y descalzo y sin secarse caminó directamente hacia el dormitorio.

– ¿Estás muy enojado? -lo perseguía.

– ¿Tú qué crees? -hablaba en voz alta, se acostó en la cama y puso sus dos manos bajo la nuca.

– Pero ella ya volvió. -Me senté a su lado mirándolo fijamente, mientras él miraba fijamente el techo.

– Entiendo cómo te sientes, no le debes tener miedo a esta situación complicada, no debes sentir odio, ni escapar, ahora hay que encarar a tu madre, afrontar todo lo que va a pasar, eso es lo que debes hacer.

– Ella nunca me quiso, no sé quién es ella, sólo es una mujer que cada tanto me envía dinero, y para ella enviarme dinero es disculparse, es una manera de disminuir su sentimiento de culpa. De cualquier manera, ella sólo se ama a sí misma, sólo le interesa su vida.

– Si la quieres o no, no me importa ni me interesa, sólo me importa una cosa, tú no eres feliz, y eso tiene que ver mucho con tu madre. Mientras más pronto pongas en orden tu relación con ella, más pronto yo podré verte feliz. -Mientras hablaba me colgué de él y lo abracé:

– Te lo suplico, quítate de encima todas las cadenas, y como una crisálida que rompe el capullo, conviértete en una hermosa mariposa. Quiérete a ti mismo, ayúdate.

Silencio. En el cuarto había una profundidad extraña, como una llanura amplia, nos abrazábamos cada vez más fuerte, nuestros cuerpos eran cada vez más livianos y pequeños hasta que nuestros cerebros fueron invadidos por pequeños capullos de flores.

Luego lentamente hicimos el amor, de esa manera nuestra, que no es plena pero que nada la puede sustituir, su vientre blanco y liso casi podía reflejar como un vidrio mis labios, sus vellos púbicos suaves como hierba despedían un olor cálido y dulce como el de un animalito (por ejemplo, un Conejo que era su signo del horóscopo). Usé mi otra mano para acariciarme, poco a poco sentí cómo esa parte se me ponía inflamada y caliente. Donde mis labios y mis dedos pasaban, pequeñas chispas secretas, azuladas, se encendían. Todo era besos, llenos de saliva, llenos de ternura; el caos, el vacío, el arrepentimiento, el miedo, fueron empujados a un lugar lejano. No creo haber besado antes de una manera tan enloquecida, simplemente no pensaba.

Sólo sabía que él era la felicidad que había perdido y acababa de recuperar, era la chispa que encendía el fuego de mi vida, era mi esfuerzo de autoexpresarme, era el dulce y el dolor inefables, era una bella rosa inaccesible que la alquimia hacía renacer de un antiguo jardín persa.

Cuando él se rindió yo llegué al orgasmo, saqué mi dedo húmedo, caliente y lleno de líquidos y lo acerqué a mis labios. Olí mi propio olor, él mordió mis dedos y los chupó:

– Es dulce, huele un poco a almizcle, sabe a sopa de pato con anís y canela. -Suspiró, se dio vuelta y no tardó en dormirse profundamente, con una de sus manos apretaba fuerte la mía.

A las siete treinta de la noche Tiantian y yo llegamos al Hotel de la Paz en el Bund. En el iluminado hall del hotel nos esperaban ansiosos Connie y su esposo.

Connie estaba impecablemente vestida, llevaba un qipao rojo con bordados dorados, tacos muy altos, un maquillaje pesado y elaborado, tenía el aspecto de una actriz china de Hollywood de los años cincuenta o sesenta. Al ver a Tiantian empezó a llorar, estiró sus dos manos hacia Tiantian pero él se retiró, el español se le acercó un paso y ella se refugió en su pecho, limpiando sus lágrimas con un pañuelo.

Pronto recuperó su compostura y esbozando una sonrisa le dijo a Tiantian:

– Jamás me imaginé que estabas tan delgado y buen mozo. De veras que… estoy muy feliz, eh, déjenme presentarlos. -Agarrando la mano de su esposo se nos acercó un paso. -El es mi esposo Juan -mirándolo-. Ellos Tiantian y Cocó.

– Seguramente que todos tenemos hambre, vamos a cenar-dijo Juan en inglés con fuerte acento español. Tenía la apariencia típica de un torero, unos cuarenta años, alto, fuerte, guapo, pelo color castaño, ojos café claro, nariz grande. Debajo de sus gruesos labios tenía una hendidura que sólo los extranjeros tienen, que parece esculpida con navaja y hace que el mentón se vea fuerte y sexy. Daba la impresión de que él y Connie se llevaban muy bien, eran una versión en edad mediana del cuento "La bella y el príncipe", aunque tal vez en este caso la bella era tres o cuatro años mayor que el príncipe.

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