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XX En una burbuja de cristal

No llores niño, no llores.

Paul Simon

Fuera de la ventana, el cielo gris se tornó en lluvia. En la televisión todo el tiempo transmitían sin parar un comercial de Pepsi Cola. Era miércoles, había visto la caricatura del ratón Mickey y sabía que los miércoles todo podía pasar.

Al levantarnos por la mañana Tiantian había cambiado de idea, no quería ir ese día al centro de rehabilitación.

– ¿Por qué? -le pregunté, mirándolo.

– Quiero estar más contigo.

– Pero no nos vamos a separar para siempre, todo va a estar bien… no te preocupes, te comprendo, pero si te sientes mal ¿qué vamos a hacer?

Sacó una pequeña bolsa de su zapato y la zarandeó.

– Tiantian -suspiré-, trajiste eso de regreso.

Por primera vez entró en la cocina para prepararme el desayuno. Me acosté en la bañera un rato escuchando el sonido de los huevos friéndose en la sartén y de la tapa que se cayó al piso, qué torpe. No me sobornará con un desayuno, no puedo perdonarle una recaída.

No comí el desayuno que hizo, él sin decir ni una palabra se acomodó en el sillón y le dio de comer a Ovillo comida para gatos. Sentada enfrente de mis borradores, de repente me invadió el pánico como cuando un mago descubre que acaba de perder sus poderes por completo. Ahora simplemente no podía penetrar en el mundo distante de las letras, a mi alrededor ocurrían cambios incesantemente, como las pequeñas ondas del agua. Siempre había pensado en un triunfo repentino, como Alí Baba que sólo con leer un conjuro abrió la puerta de la cueva del tesoro, como Bill Gates que en una noche se convirtió en archimillonario, como Gong Li que a mi edad ya había subyugado a decenas de millones de hombres blancos con su magnífica belleza sin hablar una sola palabra de inglés.

Y yo ni siquiera tenía fuerzas para seguir. En esta ciudad nunca podría realizar mis ideales. La única manera sería agarrarme a mí misma por los pelos y escapar de este planeta (antes de que las predicciones de Nostradamus se hagan realidad), o junto con Tiantian abandonar este lugar e ir a las selvas de África o alguna isla del Pacífico sur para sembrar marihuana, criar gallinas y pasar el resto de la vida bailando danzas autóctonas alrededor de una fogata.

– ¿Quieres salir a caminar? -Tiantian tiró en mi escritorio un avión hecho de papel. El avión que hizo era muy bonito, encima tenía dibujos, aforismos y dichos famosos como: "El infierno son los demás", "La soledad es inherente al hombre", "La verdadera vida está en otro lado", "Vive la poesía", etcétera.

Fuimos en taxi al centro de la ciudad. Cuando el coche pasó a la altura de la calle Yan'an, nos dimos cuenta de que aquel pedazo de autopista elevada no estaba aún terminado, después pasamos una hilera de casas viejas con pequeños jardines y rodeadas de muros. A la gente de Shangai siempre le ha gustado abrazar al mismo tiempo lo nuevo y lo viejo. Los proyectos de infraestructura del gobierno que se levantan aquí y excavan allá han moldeado el esqueleto de esta ciudad con un armazón de acero reforzado y han dejado reliquias históricas fragmentadas como lluvia adornando suavemente la conciencia de la ciudad. Cada vez que sentada en un taxi atravieso la ciudad mitad vieja y mitad nueva oigo en el camino su trepidar constante.

Tal vez recuerde ese sonido toda la vida, tal vez nunca lo entenderé, Mark me había dicho que todas las ciudades tienen su sonido. En los sonidos de París, Londres, Berlín, Venecia, Viena y Shangai, él había encontrado una cualidad especial, indefinible, difícil de precisar, es una cosa con forma y energía que tiene que ver con el ánimo de la gente. Esas ciudades se estimulan mutuamente y existen unas en función de las otras.

Suena muy esotérico. ¿Verdad? Los hombres que me gustan deben tener en el cerebro algunas neuronas mágicas, ya que el sexo y el amor hacen al hombre virtuoso, sensible, pensante.

Almorzamos muy bien en Benny, tal vez eso ya nos hizo el día. El dueño de Benny era un raro arquitecto belga que había diseñado el restaurante en forma de una langosta gigante. Había grandes ventanas plateadas, en las paredes colocó espejos redondos, los comensales si querían podían comer y a la vez levantar la cabeza y observar a los demás clientes, pero lo más extravagante era que desde los espejos sin ningún riesgo se podían ver todo tipo de contornos y cosas ocultas de las mujeres con vestidos escasos. Se decía que allí habían nacido muchas parejas, los hombres primero se enamoraban de la imagen en el espejo y luego caían en las redes del amor.

Tiantian y yo, comiendo sopa agrio-picante y mejillones salteados, entramos en una discusión insólita:

– ¿Te gusto como soy ahora? -Lo blanco azulado de los ojos de Tiantian era como un signo de interrogación, parecía que ya había acumulado cierta energía como preparación para esta conversación. -Pero sin mentiras.

– ¿Hace cuánto tiempo nos conocemos?… Casi un año, tengo la sensación de que es antes, además seguiremos juntos, cien años, diez mil años, porque yo te quiero, pero si no te pones bien pronto… ahora tengo vacía la cabeza.

– Si un día… me muero, no, no me interrumpas, quiero decir, en ese instante cuando cierre los ojos para nunca jamás despertar, ¿qué pensarás de mí?

Ya no quería comer más, la punta de mi lengua perdió sensibilidad, el estómago también se me entumeció, nuestras miradas separadas por los platos y vasos se cruzaron y se sostuvieron por un largo rato. Lo blanco de sus ojos se hacía cada vez más azul, hasta llegar al punto en que "exudaban un líquido gaseoso" como diría la norteamericana Joan Hawkes.

– Te voy a odiar-le dije deletreando.

– La muerte es una expresión de aburrimiento, es una respuesta natural al aburrimiento sin límites, he pensado sobre ello mucho tiempo, tal vez toda la vida, llegué a algo, siento que la muerte ya no me avergüenza. Una persona como yo no puede envenenarse a sí misma ilimitadamente, enterrar en el olvido su alma. -Apuntó con su dedos el lado izquierdo de su pecho, si no fueran sus dedos y fuera un puñal se vería más natural.

– Puedo ver un tipo de impulso en el lado oscuro de mi alma, los psiquiatras dicen que los impulsos son peligrosos, no los recomiendan pero pueden llegar en cualquier momento de la vida. -Su voz era fría y clara, sus labios blancos e inexpresivos, no hablaba de otra persona, hablaba de sí mismo.

– Mi voluntad es cada vez más débil, mis ojos son cada vez más iluminados, yo ya vi el enorme agujero negro en la panza del Sol, vi la cruz que formaron las estrellas del cosmos -decía.

Estaba enojada por la decepción:

– No des tantas vueltas, en una palabra pienso que estás loco.

– Tal vez, el muerto jamás tiene oportunidad de defenderse ante el vivo, en realidad muchos viven aún más locos.

Agarré su mano, estaba helada.

– ¿Qué estamos diciendo? Dios, ya no sigas, por qué aquí y ahora tenemos que sostener esta conversación tan espantosa, no me hables de la vida y la muerte, del amor y el odio, del ego y del ello, son palabras enloquecedoras. Estamos vivos y juntos ¿no?, si tienes objeción hacia nuestra vida común habla concretamente, no lavo bien la ropa, hablo dormida, la novela que estoy escribiendo te ha decepcionado, no tiene suficiente profundidad, es una basura, etcétera, etcétera, ¡OK! Cambiaré, me esforzaré por mejorar, pero por favor no vuelvas a decir estas cosas tan terribles… Siento que esas palabras son muy irresponsables, por ejemplo, todo el tiempo pienso encontrar unas alas para volar contigo hacia el cielo y tú siempre sueltas mi mano y te vas solo al infierno… ¿por qué?

Muchos nos miraban, levanté la cabeza y me vi en el espejo como ánima perdida, la expresión salvaje, los ojos llenos de lágrimas. Pensaba que era muy tonta, pero si nos amábamos tanto.

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