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La menstruación es una carga física y psicológica para las mujeres. Se ha hablado mucho al respecto en películas y libros. Esos medios dicen que cuando el período deja de llegar, la vida de las mujeres da un gran giro, eso se ha exagerado mucho de una manera estúpida. Pero eso a las feministas les da un argumento más o menos importante para continuamente preguntarles a los hombres: "¿Es justo? ¿Cuándo llegará la verdadera emancipación de la mujer?"

Con un amasijo de papel higiénico entre las piernas caminaba de manera muy chistosa, como un bebé con pañal. Ya había perdido el control sobre los acontecimientos venideros. Quería ver de inmediato a mi amado, pensaba en ese amor nuestro que llegaba hasta los huesos, que penetraba hasta la médula a la hora de abrazarnos y fundirnos. Este amor que desde un corazón penetraba en el otro corazón no tenía nada que ver con el deseo sexual, era como un tipo de locura producto de una reacción química entre el afecto filial y el amor, y producto también de un incomprensible encantamiento divino.

Tomaba taza tras taza de café mientras me apretaba el vientre con la mano izquierda, cuando por la ventana vi una sombra conocida.

Me paré y con grandes pasos salí por la puerta de vidrio. Mientras cruzaba la calle, grité su nombre. Se detuvo, se dio vuelta y un buen rato nos miramos sonriendo. No había otra elección, sólo podíamos sumirnos en la compasión y la tristeza que nacía de nuestro profundo amor y atrapaba nuevamente al otro. Nos abrazamos, nos besamos en la boca, hasta sangrar. El amor existía desde el principio, así como la muerte existía en oposición. Escuché el sonido de su garganta, mi vientre se entibió, el dolor disminuyó, y yo comprendí que ambos ansiábamos nuestra última gota de felicidad, como desde adentro de un capullo.

Ya no había otra opción.

A la noche lo acompañé al consultorio dental donde trabajaba Lile.

Para mí, era un lugar tenebroso, sucio, enfermo, frío como un caparazón metálico. Lile seguía flaco, como si algún accidente hubiera interrumpido su desarrollo. Todo el tiempo mantuve la boca cerrada, reconozco que tenía miedo pero ya había accedido a acompañar a Tiantian al campo de juego de una escuela primaria, donde tendría lugar una transacción ilícita. Y a cambio de eso, Tiantian regresaría conmigo a Shangai al día siguiente e iría a un centro de rehabilitación de la Oficina de Seguridad Pública. Le dije que esa era la única manera, que necesitaba verlo bien para poder cuidarnos para siempre.

Tiantian y yo estábamos tomados de la mano, mi otra mano estaba en el bolsillo del pantalón sosteniendo el dinero. Nuevamente sentí dolor de vientre, un tampón OB tapaba bien mi cuerpo, como una compuerta, era una falsa sensación de protección.

Entramos por una puerta pequeña sin vigilancia, vi el campo de juego con una pista oval de carreras, también había un pequeño gimnasio, una cancha de tenis y de básquet. Nos ubicamos en una sombra oscura al lado del muro que rodeaba el lugar.

Tiantian me abrazaba suavemente, con un pañuelo sucio me limpió el sudor de la frente. Sin importar dónde ni cómo, Tiantian siempre llevaba un pañuelo, en ese aspecto parecía un niño bueno o de familia noble.

– ¿Te duele mucho? -Me miraba con cariño, negué con la cabeza y me recosté en su hombro. La luz de la luna dejaba en su frente una profunda sombra oscura, había adelgazado, tenía unas ojeras moradas verdosas. No podía observar por mucho tiempo esa cara, si lo hacía me hundiría en llanto, me sentiría desamparada.

Aparecieron dos sombras vestidas de jeans y anteojos oscuros. Nuestras manos agarradas de pronto se enfriaron.

Lile los alcanzó, les dijo algo en voz baja y ellos se dirigieron hacia nosotros. Yo estaba en cuclillas en una esquina, sosteniendo el aliento, tratando de calmarme sin moverme. Tiantian se levantó, con el dinero que yo le había dado en la mano.

El hombre me miró y preguntó:

– ¿Y el dinero?

Tiantian estiró la mano y se lo dio. El hombre lo contó y sonrió:

– Quitando la deuda de la vez pasada, sólo te puedo dar esto. Mientras hablaba, rápidamente puso una cosa en las manos de Tiantian, quien de inmediato la escondió en la media izquierda.

– Gracias -dijo en voz baja, me agarró-, vámonos.

Caminábamos muy rápido, Lile se quedó hablando con ellos, nosotros llegamos enseguida al otro extremo de la calle donde aún había mucha gente caminando de un lado para otro. Callados nos paramos a esperar un taxi vacío. Unos jóvenes de aspecto dudoso pasaron, en el momento en que pasaron detrás de nosotros uno de ellos mirándome de reojo dijo algo. Cuando alguien dice algo que no entiendo seguro es una grosería, sus compañeros se rieron y patearon una lata vacía de Coca Cola que le dio en las piernas a Tiantian.

La mano de Tiantian que yo agarraba de pronto se deshizo en transpiración, lo miré y en voz baja lo consolé:

– No les hagas caso, no pasa nada. -En ese momento un taxi vacío se acercaba, le hice señas, se paró y nos subimos.

En el coche nos abrazábamos, me besaba, yo no podía decir nada. Callada me pegaba a su cara, su mano cálida acarició mi vientre, hasta que hizo desaparecer las contracciones, derritió los coágulos de sangre en mi vientre.

– Te amo -me dijo en voz baja-, no me dejes, no dejes de cuidarme, tú eres la chica más buena y hermosa del mundo. Tú eres todo lo que quiero.

En la noche entreoí unos maullidos leves y no muy claros. Prendí la luz, claro, era Ovillo. Salí de la cama, le ofrecí el cerdo asado a la sal y pimienta que había quedado de la cena, entró, empezó a comer, comía tan rápido que parecía muerta de hambre. Estaba muy fea, tan sucia que no se distinguía su color, además estaba flaca y parecía un gato salvaje.

Fumando sentada en la cama la veía comer. No sabía cómo es que había regresado. Tal vez desde alguna esquina de la calle me vio y le pareció ver una estrella salvadora con la que podía volver a Shangai. Pensando así de pronto me conmoví.

Salté de la cama, abracé a Ovillo, entré en el baño y con agua tibia y jabón líquido la bañé. Cariñosamente se enredó en mis dedos sin moverse, parecía un niño, luego la sequé, la abracé y me dirigí a la cama. Tiantian aún estaba dormido, Ovillo se durmió a nuestros pies.

La noche pasó tranquila. Al día siguiente el sol estaba hermoso, nos despertamos por las lamidas de Ovillo, nuestras plantas de los pies estaban llenas de la saliva de Ovillo, qué cosquillas.

Tiantian y yo nos miramos un rato, luego comenzó a sacarme el pijama, bajo los rayos claros del sol mañanero abrí los ojos. El aire tibio acarició mi cuerpo desnudo, mis pezones rosados se elevaron como flotando sobre las olas, crecían poco a poco, los labios de mi amado parecían un pez pequeño que jugaba suavemente en el agua. Cerré los ojos, aceptando todo eso. Sus dedos acariciaban mi herida sangrante, la sangre lubricaba, exploté. A la distancia oía los maullidos de Ovillo al tiempo que sentía su áspera lengua en la planta de mis pies.

Se me grabó en la mente esa mañana en la que mi amado, la gata y yo hicimos el amor. Había algo de locura. En la nariz llevaba pegado el olor a miedo, dulce, blanco, venenoso. Sí, ya nunca me pude liberar de eso. Estando con un hombre, hablando con una mujer en la calle, escribiendo sola o caminando por la calle Gierkezeile de Berlín jamás he podido olvidar aquella mañana clara llena de muerte y amor, ese sabor dulce y terrible.

Después de complicados trámites de transporte, Ovillo fue aceptada en el avión, y nosotros regresamos a Shangai.

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