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El mío era un brazalete con piedras preciosas, y el de Tiantian era un libro de arte sobre Dalí y un CD de Ravel, eran el pintor y el compositor más apreciados por Tiantian.

XXV ¿Amor o deseo?

La felicidad de los hombres es: Yo quiero.

La felicidad de las mujeres es: Él quiere.

Nietzsche

Hacer el amor con una mujer y dormir con una mujer son dos sentimientos muy distintos, el primero es deseo, lo segundo es amor.

Milan Kundera

Tiantian regresó y llenó de nuevo un importante vacío en mi vida. Cada noche nos dormíamos inhalando la exhalación del otro, en las mañanas cuando nuestros estómagos empezaban a rugir abríamos los ojos y nos besábamos hambrientos. Mientras más nos besábamos más hambre nos daba, yo creo que el amor nos abría el apetito.

La heladera estaba llena de frutas, varias marcas de helado, vegetales para hacer ensaladas. Nosotros queríamos ser vegetarianos, frugales, llevar una vida simple como los antropoides de los bosques de hace decenas de miles de años, que no tenían heladeras, helados, colchones, ni inodoros.

Nuestro gata Ovillo seguía portándose muy mal, seguía teniendo una doble vida, una en nuestra casa y otra en los tachos de basura de la calle. Ella tenía muy bien organizado su ir y venir entre un lugar y otro. Los viernes y sábados roncaba a los pies de nuestra cama con su suave olor a jabón líquido (Tiantian se encargaba de bañarla y desinfectarla), tan pronto como llegaba el lunes ella recogía su cola y se iba del departamento muy puntualmente, como si fuera al trabajo, ella vagabundeaba a gusto por las calles. Al caer la noche, empezaba sus chillidos de llamado a sus compañeros de apareamiento, aunque deambulaba entre la mugre y la peste de la basura, ella encontraba su propio placer en eso.

En una ocasión, durante varias noches se oyeron chillidos de una pandilla de gatos frente al edificio, que iban y venían. El Comité de Vecinos se organizó para limpiar los lugares donde los gatos se refugiaban, especialmente los basureros, así que los gatos eran cada vez menos, pero Ovillo aún se movía en sus territorios como si nada. Parecía tener una misteriosa habilidad para desafiar al destino. Los dioses son grandes pero el destino también lo es. De vez en cuando traía novios a casa para pasar la noche. Nosotros nos imaginábamos que si había una pandilla de gatos seguro que Ovillo era la reina, que podía enamorar a cualquier gato de la pandilla.

En cuanto a mí, había entrado en una especie de parálisis, estaba a cincuenta mil palabras de terminar la novela y mi cerebro estaba vacío, como si toda mi imaginación, mis conocimientos y mi fuego se me hubieran escurrido por las orejas en una noche. Las palabras que salían de mi lapicera eran rancias y oscuras, escribía y rompía, pensaba que lo mejor era tirar la lapicera en el cajón de cosas inútiles, hasta empecé a tartamudear. Hablando por teléfono o hablando con Tiantian yo hacía lo posible por evitar los adjetivos, me limitaba a las construcciones sujeto más verbo más complemento y a las oraciones imperativas, tales como "No me consueles" o "Por favor tortúrame".

Tiantian se recluía en la otra habitación absorto en pintar ilustraciones para esa temporalmente suspendida novela, allí estaba la mayor parte del tiempo con la puerta cerrada. Cuando me asaltaba alguna sospecha o cualquier otra preocupación abría la puerta intempestivamente y entraba, pero jamás sentí ese olor extraño ni le vi hacer algo fuera de lo común.

Desde que regresó de su cura de desintoxicación, yo hice una limpieza exhaustiva del departamento, me llevó toda la mañana revisar cada rincón para ver si había marihuana u otra cosa sospechosa. Después de corroborar que no había ningún resto del pasado, construí alrededor de nosotros una sensación de seguridad.

Él se instalaba allí con un montón de pinturas como Da Vinci, buscando la verdadera naturaleza de las cosas en un mundo caótico, como Adán creando el prodigio del amor con una costilla en una huerta de manzanas.

– No puedo hacer nada. Creo que soy un desastre. No tengo entusiasmo, no tengo inspiración, no soy más que una mujer común y corriente, empecinada en el deseo absurdo de hacerse famosa escribiendo un libro -dije con un sentimiento de aún más impotencia al mirar la mesa de trabajo llena de ilustraciones maravillosas. Me sentí verdaderamente triste sabiendo que no estaba a la altura de su amor ni de mis propios sueños.

– Claro que no -dijo él sin levantar la cabeza-, sólo necesitas un descanso por un tiempo y aprovechar para quejarte y hacer de niña mimada.

– ¿Eso es lo que piensas? -Lo miré sorprendida, sus palabras me sonaban originales, interesantes.

– Quéjate de ti misma y vas a tener los mimos de la gente que amas -dijo perspicazmente-. Es una manera de aliviar la presión psicológica.

– Eso suena como de mi psicólogo Wu Dawei, pero me hace muy feliz que tú pienses así.

– ¿El editor aceptará estas ilustraciones? -me preguntó bajando el pincel. Yo me aproximé a la mesa y miré los dibujos uno por uno, algunos eran sólo bocetos pero otros eran hermosos trabajos terminados. Los colores de las acuarelas eran luminosos y suaves, los trazos de los personajes eran simples y un poco exagerados, los cuellos largos al estilo de Modigliani y los ojos asiáticos, estrechos, largos y delicados transmitían melancolía, comicidad e inocencia.

Todas esas características son las que mis escritos y sus pinturas tienen en común.

– Yo amo esas ilustraciones, y aunque yo no termine mi novela ellas tienen vida propia y podemos exponerlas, van a gustar. -Me acerqué y lo besé en los labios. -Prométeme que vas a seguir pintando, estoy segura de que te vas a convertir en un gran pintor.

– Jamás he pensado en eso -dijo él tranquilamente-, además yo no necesariamente quiero ser un pintor famoso. -Eso era cierto, él nunca había sido ambicioso, y nunca lo sería. En China hay un dicho que dice: "A los tres años ya se vislumbran los ochenta", eso significa que en toda la vida de una persona, desde los tres a los ochenta años, hay algunas cosas que no cambian, es decir, es fácil predecir cómo será la gente de vieja.

– El problema no es ser o no famoso, sino acogerse uno mismo a un pilar firme, a una causa que te haga feliz -repliqué yo, pero hubo algo que no dije: "Y que te haga dejar para siempre las drogas y esa vida de confinamiento que llevas". Si él tuviera el deseo de ser un gran pintor, concentraría la mayor parte de sus fuerzas en eso.

Yo alguna vez escribí: "La vida es como una enfermedad crónica y encontrar algo interesante que hacer es una especie de alivio a largo plazo".

– La única solución a los problemas es no engañarse a uno mismo -dijo él simplemente dirigiéndome una mirada incisiva (él casi nunca miraba así, pero desde que regresó del centro de desintoxicación yo he notado algunos cambios sutiles en él), como si yo usara las grandes verdades de la vida para engañarme y engañar a los demás, y construir una trampa fragante y dulce.

– Está bien, tienes razón -dije yo mientras salía-, precisamente por eso te quiero.

– Cocó -me gritó nervioso y contento mientras se limpiaba con un pañuelo la pintura de sus manos-, tú me entiendes. -Cada mañana cuando me despierto y te encuentro a mi lado me siento feliz al ciento por ciento.

Antes de ver a Mark estuve tratando de encontrar una excusa para salir, pero finalmente descubrí que para salir en secreto no necesitaba excusa. Tiantian estaba en casa de Madonna jugando a El imperio contraataca y llamó para decir que los ataques tenían que ser continuos y que se quedaría toda la noche. Colgué el teléfono, me puse una blusa larga hasta la cintura, transparente, unos pantalones negros a la cadera, ajustados, un poco de polvo plateado en los pómulos y salí.

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