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Pedimos bebidas, le pedí al mesero cambiar el disco, sabía que tenían Dummy de Portishead: esa música combinaba bien con la bebida. Desde hacía tiempo Tiantian y yo frecuentábamos mucho ese lugar, parecía un barco hundido en el fondo del mar, un pesado sopor parecía presionar desde el techo, embrujando a la gente, mientras más uno bebía más se le antojaba beber, mientras más tiempo pasaba más se hundía uno en el sillón, era fácil llegar a anestesiarse. Frecuentemente se veía gente bebiendo, que luego inclinaba la cabeza sobre el sillón y se dormía, pasaba un rato y despertaban, bebían y otra vez se dormían, y así hasta ser despertados por la sonrisa de alguna bella dama. En una palabra era un lugar dulce y peligroso, el lugar ideal para cuando uno se quiere perder un rato.

Siempre me topaba con conocidos del círculo artístico de Shangai, pintores, músicos, fotógrafos, allí nos conocíamos así que nos saludábamos con la cabeza o con un simple "Hola". Mark estaba sentado a mi lado hablando con Luande en alemán, ese idioma me separaba de su mundo. Yo me divertía sola bebiendo mi copa. Me gustaba beber con el cuello estirado, me hacía recordar al cisne de mis sueños, me sumergía en mis fantasías lacerantes y placenteras.

Mark seguía saludando y no dejaba de tocarme por los hombros o la cintura. De pronto entró en mi campo visual mi prima Zhusha al lado de un hombre conocido. Abrí los ojos aún más, ella y Dick entraron cariñosamente tomados de las manos. No pasó ni un segundo cuando nos vieron y con mucha naturalidad se acercaron a nosotros.

Mark reconoció a Zhusha y la saludó con su nombre inglés:

– Hi, Judy!

Mark era el jefe de Zhusha en la empresa alemana donde ella había entrado recientemente. Cuando le dije que éramos primas se asombró.

– No se parecen en nada -dijo- pero las dos son chicas inteligentes y encantadoras. -Estaba descaradamente a la defensiva, simplemente no estaba preparado para encontrar allí a una empleada, que además era pariente de su amante secreta. Me podía imaginar cómo era en la oficina: serio, solemne, escrupuloso y minucioso, duro con los empleados, todo apegado a los reglamentos, como una maquinaria perfectamente aceitada, igual que el reloj alemán que cuelga en la pared de mi casa, totalmente preciso y confiable.

Zhusha parecía adivinar mi relación con Mark, me sonrió haciendo un guiño. Me fijé que tenía puesto un abrigo caro tipo G 2000, estaba hermosa, parecía una modelo de un cartel publicitario del local Printemps de París.

Hubo otra cosa que también llamó mi atención, el pálido y guapo Dick, acaramelado con mi prima, tomados de la mano, obviamente eran algo más que amigos, se veían tan enamorados, pero ¿y Madonna?

La música y el alcohol invitaban a dormir, cuando desperté Zhusha y Dick ya no estaban. Luande quería regresar a su hotel Galaxia. Mark le dijo:

– Primero te llevo a ti al hotel. -Luego se dio vuelta y me dijo.

– Luego te llevo a ti a tu casa.

Creo que tomé demasiado, recargué mi cabeza en el hombro de Mark y sentí el olor del sudor de sus sobacos, venido de las vastas tierras del norte de Europa. Este sexual olor corporal extranjero era tal vez lo que más me atraía de él. El coche pasó por el hotel Galaxia y Luande se bajó, luego se dirigió hacia mi casa. Estaba acurrucada obediente en sus brazos, él no hablaba, por la ventana pasaban los barrios y las luces, pensaba que hasta entonces aún no sabía qué era yo para él, pero tal vez eso no era tan importante, él seguro que por mí no se divorciaría ni se iría a la quiebra, yo tampoco le regalaría todo mi brillo y mi calor. Así es la vida, pasamos los días y los años en la liberación de la libido y la lucha de poder entre los sexos.

Llegamos a mi casa. Reconozco que estaba algo herida, es fácil sentirme así después de tomar. Bajó del coche conmigo, subió, no le dije "no". Cuando empezó a quitarme la ropa sonó el teléfono, tomé el auricular, era la voz de Tiantian.

Su voz aunque clara se oía lejos, se oían ruidos de estática y maullidos. Me dijo que vivía en un hotel cerca del mar, que por la crisis económica del sudeste asiático el hotel y la comida eran muy baratos, los gastos de un día no pasaban de doscientos yuanes, era el único cliente del sauna curativo, se oía muy contento, me dijo que la gata Ovillo también estaba bien, al día siguiente planeaba ir a nadar a la playa.

No sabía qué decirle, Mark me levantó y me colocó en la mesa al lado del teléfono. Con una mano sostenía el auricular y con la otra agarraba el hombro de Mark. Su cabeza estaba en mi vientre. Lamía mis partes privadas a través de la bombacha, excitándome como nunca, hasta el grado de perder todas mis fuerzas. Traté de hablar con naturalidad, le pregunté por el clima, por el tipo de faldas que vestían las mujeres allí, que si ya había ido al bosque de cocoteros, que si había alguien que lo malaconsejara, aunque la gente aparente ser buena, eso no quiere decir que no sean malas personas.

– Cuida tu dinero y las cosas.

Tiantian se reía. Me dijo que yo era aún más desconfiada que él, que no creía en nada, que a todo le encontraba el lado malo, que yo tenía una visión profundamente negativa de la vida. Las palabras de Tiantian penetraban en mis oídos como plumas ligeras, luego se desvanecían y ya no me entraba nada. Su risa me decía que tenía mucha más capacidad de adaptarse a nuevos ambientes de lo que yo pensaba. Su voz era como una melodía suave, como el Claro de Luna de Beethoven, que disipaba la confusión dentro de mí. Sólo sentía una sensación de gozo subir desde mis pies hasta el corazón, era una alegría blanca que relajaba los músculos y los huesos, con olor a leche pura al ciento por ciento. Tiantian me mandó muchos besos por el auricular deseándome buenas noches.

Solté el teléfono, Mark disparó aquella cosa sobre mi falda, tanta y tan blanca, parecía leche pura.

Hay un dicho que dice: "La fruta prohibida sabe mejor", en efecto, la prohibición es el mejor afrodisíaco. Pensé que un día, en el sepelio de Tiantian, recordaría todas las cosas pasadas, recordaría esa llamada telefónica, llena de significado simbólico. Parecía que dentro de mí no existía otro sino Tiantian, él a través de un cable telefónico a miles de kilómetros llegó a mí, sus susurros estaban en mis oídos, su respiración y su risa estaban en el lugar más sensible de mi cerebro. Cerré los ojos y por primera vez sentí la sensación carnal, tan cierta y tan engañosa a la vez, que me proporcionaba Tiantian. Un dócil y corrupto silbido de aire que fluye, un rito de purificación donde se unen las almas, difícil de explicárselo al hombre común. Siempre he tenido gran interés por la comunión de las almas. Por primera vez experimenté la extraña sensación del encuentro entre el cuerpo y el espíritu, decidí creer en las religiones del mundo. Lo más impresionante es que fui atrapada por la idea enloquecedora de que tarde o temprano iba a tener un hijo. En la niebla oscura un viento suave trajo una flor dorada, un bebé con alas de pronto voló en la oscuridad, será de este hombre o de aquél, será de ésta o de aquella vez.

Cuando se fue Mark descubrí su billetera en el piso, aquella cosa que cuando vino a China confundía con el prepucio. Me resistí con todas las fuerzas pero no logré controlar mi curiosidad por el contenido, adentro había algunas tarjetas Visa, Mastercard, un pase de miembro distinguido del Club Sifang y una foto familiar. Fue entonces cuando supe que él no sólo tenía una esposa bella y encantadora con una hermosa sonrisa, sino también un hijo de tres o cuatro años de pelo rubio rizado y ojos azules, parecido a él.

Abrí los ojos moviendo la cabeza, todos se veían muy felices, hasta daban envidia, besé la hermosa cara de Mark y luego sin pensarlo saqué varios billetes del grueso fajo que tenía en la billetera y los puse en un libro. Él no se enterará de que faltan algunos billetes, si pasas mucho rato con los extranjeros pronto descubres que la mayoría son simples y claros como los niños, si les gustas es que les gustas, si les caes mal inmediatamente te lo dicen, les falta malicia, no se parecen a los hombres chinos tan meticulosos y a veces mezquinos.

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