– Estoy contratando jovencitos sin ninguna experiencia, pero inteligentes y hábiles, no quiero que tengan ninguna mala costumbre y además quiero que aprendan rápido -decía.
Juan no estaba, había regresado temporalmente a España, la siguiente semana llegaría a Shangai junto con un cocinero, según lo que estimaban el restaurante se inauguraría formalmente a principios de junio.
Como ella nos había pedido previamente, nosotros trajimos una parte del manuscrito de mi novela y los dibujos de Tiantian correspondientes. Fumando, hojeó rápidamente los dibujos de Tiantian adulándolo sin parar.
– Mira estos colores tan diferentes y extraordinarios, mira estas líneas sorprendentes, desde siempre supe que mi hijo tenía talento. Mamá está muy contenta de ver estas pinturas ahora.
Tiantian no abría la boca, con la cabeza baja sólo se ocupaba en comer su bacalao horneado en papel. Abrió el papel encerado que estaba encima del plato, que había conservado íntegramente la blancura del pescado y el olor de las especias. La ventaja del horneado son el color y el olor.
– Gracias -dijo Tiantian mientras comía su pescado. Entre la madre y el hijo ya no había una oposición feroz, ni una suspicacia aguerrida, pero sí una velada precaución, la decepción y el sabor amargo aún estaban allí.
– En el segundo piso del restaurante hay dos paredes sin adornos, si Tiantian está de acuerdo, me gustaría que me ayude a pintar allí algo. ¿Qué te parece? -sugirió de pronto Connie. Miré a Tiantian:
– Tú puedes hacerlo muy bien -le dije.
Después de la cena Connie nos llevó al primer piso para ver los salones que se intercomunicaban, había allí bellas lámparas y sillas y mesas fabricadas en caoba. En dos salones privados había chimeneas empotradas de ladrillo rojo, revestidas con madera de color marrón, sobre las chimeneas había botellas de vino y de whisky.
La pared enfrente de la chimenea estaba vacía. Connie dijo:
– ¿Qué tipo de pintura podría ir aquí?
– ¿Matisse?, no, lo mejor sería Modigliani -dije yo. Tiantian asintió con la cabeza. -Sus pinturas poseen un atractivo sutil y una frialdad que provocan que la gente quiera estar cerca de ellas, pero jamás lo logran… mirar a Modigliani, tomando vino tinto y fumando al lado de la chimenea es como un viaje al paraíso.
– ¿Aceptas? -preguntó Connie sonriendo mientras miraba a su hijo.
– Siempre he usado tu dinero, como intercambio debería de hacer un trabajo para ti -le contestó el hijo a su madre.
Nos quedamos en el restaurante de Connie, escuchando música latina y bebiendo hasta tarde.
Tiantian, vestido de pantalón de trabajo y con un tarro lleno de pinceles y muchas pinturas, empezó a ir al restaurante de su madre a pintar los murales. Como era lejos, decidió dormir en el restaurante. Connie le preparó una cómoda habitación para que se quedara temporalmente.
Mientras tanto yo volví a sumergirme en el libro, escribiendo y desechando, buscaba un final apropiado para mi novela. Por las noches finalmente me sentaba frente a la computadora a leer y contestar los mensajes de mis amigos de todos lados. Fei Pingguo y el serbio Yisha estaban en pleno romance, habían ido a Hong Kong para asistir a un festival de cine homosexual, Fei tomó unas fotos y me las mandó por correo electrónico, estaba con unos amigos muy atractivos en la playa unos encima de los otros, desnudos de la cintura para arriba, en una especie de cóctel sexual, algunos tenían aretes en los pezones, el ombligo y la lengua. "Este mundo tan bello y tan loco", escribió con letra gruesa y grande. Shamir me escribió en inglés, decía que yo le había dejado una enorme impresión, como las acuarelas orientales, tierna y a su vez llena de locura inimaginable, que en un instante podía liberar sentimientos difíciles de describir con palabras, como la rosa de un jardín nocturno que florece y muere en un instante. Ella no podía olvidar ese aire misterioso y peligroso de mis labios, como de tempestad, como una corriente subterránea, como un pétalo.
Esa era la más desinhibida carta de amor que había recibido en toda mi vida, me producía un sentimiento extraño por el hecho de que venía de la pluma de una mujer.
La Araña me preguntaba si quería una página web, él estaba dispuesto a diseñármela, últimamente los negocios no iban tan bien, así que para no estar sentado en vano podría ayudarme. Madonna decía que escribir mensajes era mucho más cansador que hablar por teléfono, así que ése era su primer y último intento. Sólo quería decirme que la última fiesta había sido totalmente agradable y fresca, y que después había perdido su celular y quería saber si yo lo había visto.
A todos les contesté con las mejores y más bellas palabras. En el fondo, nosotros éramos un grupo de jóvenes viviendo en los límites, en busca de sensaciones, y usábamos un lenguaje exagerado y extravagante, éramos como un enjambre de insectos interdependientes que vivíamos en las alas de la imaginación y teníamos poco contacto con la realidad, como parásitos que se alimentaban de las entrañas de la ciudad con sensualidad y dulzura. Somos el tipo de gente que imprime a esta ciudad su romanticismo extraño y su sentido auténtico de poesía.
Unos dicen que somos de otra especie, otros nos llaman basura, algunos desean entrar en este grupo, y nos copian en todo, desde la ropa, el peinado, la manera de hablar, de escupir y hasta de coger; otros nos maldicen, dicen que deberíamos meternos en una heladera con nuestra forma de vida de perros y desaparecer.
Apagué la computadora, en la pantalla sólo quedó una línea brillante que luego desapareció, en el equipo de música se oía Green Light de Sonic Youth que justo estaba terminando, la última estrofa decía: "su luz es mi noche, oh, oh, oh". Fui al baño, me acosté en el agua tibia de la bañera, en un momento dado me dormí, en medio del agua y la espuma soñé que escribía un poema sobre la noche, ahora sólo me acuerdo de una estrofa: "Antes que la luz se disipe, no sabrás qué es la noche, cómo son los pliegues de las sábanas, cómo es el deseo de mis labios. Oh, oh, oh…"
En una noche con una presión atmosférica muy baja, sofocante, sin vientos, Mark llegó en su coche sin avisar frente a mi edificio y me habló desde abajo por teléfono:
– No sé si te interrumpo, pero quiero verte ahora.
Su voz en el celular se oía poco clara, había mucha interferencia, shshshshsh, apenas terminó de hablar cuando la comunicación se cortó. Tal vez la batería ya estaba agotada. Podía imaginar cómo tiraba el celular en el coche diciendo: "Damned". Solté la pluma y por primera vez sin arreglarme en absoluto corrí por las escaleras a su encuentro.
La luz interior del auto era amarillenta y vacilante, él abrió la puerta, me tomó por la cintura y me empujó al asiento.
– Mira lo que estás haciendo. -Lo miré a él vestido de traje impecable y luego me miré a mí, descalza con unas pantuflas, con una bata de dormir completamente arrugada por su culpa, no pude más que reír a carcajadas moviéndome de adelante hacia atrás.
Él también rió pero muy rápido dejó de reír:
– Cocó, te diré una mala noticia, regreso a Alemania.
Acaricié los súbitamente rígidos músculos de mi cara:
– ¿Qué? -Lo miré fijamente un largo rato, él también sin decir una sola palabra me miraba.
– Al parecer no son rumores -susurré-, mi prima me había mencionado que te iban a transferir a las oficinas centrales.
Estiró los brazos y me abrazó:
– Quiero estar contigo.
– Imposible -gritaba mi corazón, pero de mis labios no salió ni una palabra. Sólo usé mis labios, mi lengua y mis dientes para recibir el torrente salvaje que venía de él, era lo único que podía hacer, aunque hubiera usado mis puños para detener su pecho, aunque con destreza hubiera extraído en secreto todo su dinero, sus tarjetas de crédito, sus documentos, no hubiera podido detener este hecho: mi amante alemán, este occidental que me ha proporcionado más placer que varios hombres juntos, finalmente me iba a dejar, y no podía ser de otra manera.