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No era la primera vez que Ruth acertaba a oír los ruidos de Hannah al hacer el amor, pero de alguna manera era diferente, pues sabía que su pareja no hablaba inglés… y mientras Hannah gruñía, Ruth y Per se dedicaron a lavar los platos

– No sabes cómo me alegro de que tu amiga se lo esté pasando tan bien -le dijo Per más de una vez

– Hannah siempre se lo pasa bien -respondió Ruth

Ruth deseaba que hubiera más platos que lavar, pero era consciente de que ya había retrasado en exceso el momento de la verdad

– Soy virgen -dijo finalmente

– ¿Quieres seguir siéndolo? -le preguntó Per.

– No, pero estoy muy nerviosa -le advirtió ella

También le dio al muchacho un preservativo antes de que él hubiera empezado a desvestirse. Los tres embarazos de Hannah le habían enseñado a Ruth una o dos cosas y, aunque tardíamente, también se las habían enseñado a Hannah

Pero cuando Ruth le dio el preservativo, el joven sueco pareció sorprendido

– ¿De veras eres virgen? Nunca he estado con una virgen. Ruth se dio cuenta de que Per estaba casi tan nervioso como ella. También había ingerido demasiada cerveza, cosa que él comentó en pleno coito

– ól -le dijo al oído, y Ruth lo tomó por el anuncio de que se estaba corriendo

Por el contrario, el muchacho le pedía disculpas porque tardaba tanto en eyacular. (ól significa cerveza en sueco.)

Pero Ruth no había tenido ninguna experiencia que le permitiera hacer una comparación. El acto no le pareció ni muy largo ni muy corto. Su principal motivación era superar la experiencia, "haberlo hecho" por fin. No sentía nada

Así pues, Ruth supuso que en Suecia eso era propio de la etiqueta sexual y dijo también "ol", aunque no se estaba corriendo

Cuando Per se retiró de ella, pareció decepcionado al ver la escasa cantidad de sangre. Esperaba que una virgen sangrara mucho. Ruth supuso que eso significaba que la experiencia había sido inferior a sus expectativas

Desde luego, fue inferior a las de Ruth. Menos diversión, menos pasión, incluso menos dolor de lo que había esperado. Todo había sido menos. Resultaba difícil imaginar el motivo de los vehementes grititos de Hannah Grant que ella había oído durante años

Pero lo que Ruth Cole aprendió de su primera experiencia sexual en Suecia fue que las consecuencias del sexo suelen ser más memorables que el mismo acto. Para Hannah no había ninguna consecuencia que considerase digna de recordar. Ni siquiera sus tres abortos le habían disuadido de repetir el acto una y otra vez, el cual parecía tener mucha más importancia para ella que sus posibles consecuencias

Por la mañana, cuando los padres de Per regresaron a casa, mucho antes de lo previsto, Ruth se hallaba sola y desnuda en la cama del matrimonio. Per se estaba duchando cuando la madre entró en la habitación y se puso a hablar en sueco con Ruth

Aparte de que no entendía a la mujer, Ruth no encontraba sus ropas, y tampoco Per podía oír el tono cada vez más alto de su madre por encima del sonido de la ducha

Entonces el padre del muchacho entró en el dormitorio. A pesar de la decepción de Per por lo poco que Ruth había sangrado, ella vio que había manchado la toalla extendida sobre la cama. (Previamente había tomado todas las precauciones posibles para no manchar las sábanas.) Ahora, mientras procuraba cubrirse a toda prisa con la toalla manchada de sangre, era consciente de que los padres de Per habían visto no sólo su desnudez sino también su sangre

El padre del joven, un hombre de semblante severo, no chistó, pero miraba a Ruth con una fijeza tan implacable como la creciente histeria de su esposa

Fue Hannah quien ayudó a Ruth a encontrar sus prendas de vestir, y también tuvo la presencia de ánimo necesaria para abrir la puerta del baño y gritarle a Per que saliera de la ducha

– ¡Dile a tu madre que deje de gritar a mi amiga! -le dijo a voz en cuello, y entonces gritó también a la madre de Per ¡Grítale a tu hijo, no a ella, pendejo de mierda!

Pero la madre de Per no podía dejar de gritarle a Ruth, y Per era demasiado cobarde, o estaba demasiado fácilmente convencido de que Ruth y él habían hecho algo reprobable, para oponerse a su madre

En cuanto a Ruth, era tan incapaz de efectuar un movimiento decisivo como de decir algo coherente. Permaneció muda mientras dejaba que Hannah la vistiera, como si fuese una niña

– Pobrecilla -le dijo Hannah-. Qué desgracia de polvo para ser el primero. Normalmente acaba mejor

– El sexo ha estado bien -musitó Ruth

– ¿Solamente "bien"? -replicó Hannah-. ¿Has oído eso, picha floja? -le gritó a Per-. Dice que sólo has estado "bien". Entonces Hannah observó que el padre de Per seguía mirando fijamente a su amiga, y le gritó:

– ¡Eh, tú, capullo! ¿Te gusta mirar como un bobo o qué?

– ¿Quieren que les pida un taxi para usted y su compañera? -le preguntó el padre de Per en un inglés mejor que el de su hijo

– Si me comprendes -replicó Hannah-, dile a la zorra insultante de tu mujer que deje de gritar a mi amiga, ¡que abronque al pajillero de tu hijo!

– Mire, señorita -le dijo el padre de Per-, desde hace años mis palabras no surten ningún efecto discernible en mi esposa

Ruth recordaría siempre la majestuosa tristeza del caballero sueco mejor de lo que recordaría al cobarde Per. Y mientras la contemplaba desnuda, no fue lujuria lo que Ruth vio en sus ojos, sino la paralizante envidia que le tenía a su afortunado hijo

En el taxi, de regreso a Estocolmo, Hannah le preguntó a Ruth:

– ¿No era sueco el padre de Hamlet? Y también la zorra de su madre… y el tío malvado, supongo, por no mencionar a la chica idiota que se ahoga. ¿No eran todos ellos suecos?

– No, eran daneses -replicó Ruth

Experimentaba una sombría satisfacción porque seguía sangrando, aunque sólo fuese un poco

– Suecos, daneses…, ¿qué más da? -dijo Hannah-. Todos son unos gilipollas

Siguieron hablando en esta vena, y al cabo de un rato Hannah dijo a su amiga:

– Siento que tu revolcón sólo haya estado "bien"… El mío ha sido estupendo. Tenía la minga más grande que he visto hasta ahora -añadió

– ¿Por qué cuanto más grande mejor? -le preguntó Ruth-. No he mirado la de Per -admitió-. ¿Tenía que haberlo hecho?

– Pobre criatura, pero no te preocupes. La próxima vez no te olvides de mirarla. En fin, lo importante es lo que te hace sentir

– Supongo que me ha hecho sentir bien -dijo Ruth-. Sólo que no es lo que había esperado

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