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– Supongo que le veremos los sobacos en la playa durante todo el verano -comentó la madre de Eddie, y anunció-: Me temo que no podré evitar decirle algo

– La verdad es que jugué un poco a squash con el señor Bennett -siguió diciendo Eddie-. Le dije que siempre había querido probarlo, y él se molestó en jugar conmigo durante un rato. Me gustó más de lo que imaginaba

Además de su cometido en el departamento de inglés, el señor Bennett era el entrenador de squash, una tarea en la que tenía mucho éxito. Golpear una pelota de squash fue una especie de revelación para Eddie O'Hare

– Creo que unas vacaciones navideñas más breves y una pausa primaveral más larga podría ser la solución -dijo su padre-. Sé que el curso escolar es muy largo, pero debería existir una manera de lograr que los chicos vuelvan en primavera con un poco más de brío, más deseos de trabajar

– He estado pensando en que el próximo invierno podría escoger el squash como deporte -anunció Eddie-. En otoño, seguiría con el cross, y en primavera podría volver a la marcha atlética.

Por un momento pareció que la palabra "primavera" había llamado la atención de su padre, pero era sólo la indolencia de la primavera lo que mantenía el interés de Minty

– A lo mejor, si se depila le sale un sarpullido -especuló la madre de Eddie-. Vamos, a mí me ocurre en ocasiones, pero eso no es ninguna excusa

Más tarde, Eddie fregó los platos mientras sus padres seguían charlando. Poco antes de acostarse, oyó que la madre preguntaba al padre:

– ¿Qué ha dicho del squash? Sí, algo acerca del squash.

– ¿Qué ha dicho quién?

– ¡Eddie! -replicó su madre-. Eddie ha dicho algo sobre el squash y el señor Bennett

– Es el entrenador de squash -le dijo Minty.

– ¡Eso ya lo sé, Joe!

– ¿Cuál es tu pregunta, mi querida Dorothy?

– ¿Qué ha dicho Eddie acerca del squash? -repitió Dot.

– Bueno, ¿qué ha dicho?

– La verdad, Joe, es que a veces me pregunto si escuchas alguna vez

– Soy todo oídos, mi querida Dorothy -le dijo el viejo pelmazo

Entonces los dos se echaron a reír. Seguían riéndose mientras Eddie realizaba con desgana los actos de rutina antes de acostarse. De repente se sintió tan cansado (tan indolente, supuso) que no hubiera podido hacer el esfuerzo de explicar a sus padres lo que les había querido decir. Si el de sus padres era un buen matrimonio, y parecía serlo en todos los aspectos, Eddie imaginaba que un mal matrimonio podría ser muy recomendable. Estaba a punto de poner a prueba esa teoría, y de una manera mucho más ardua de lo que pudiera pensar

La puerta en el suelo

Camino de New London, trayecto que había sido objeto de un tedioso exceso de planificación (al igual que Marion, salieron demasiado temprano hacia el embarcadero del transbordador), el padre de Eddie se extravió en las proximidades de Providence

– ¿Es un error del piloto o del copiloto? -preguntó Minty en tono jovial

Era un error de ambos. El padre de Eddie hablaba tanto que no había prestado suficiente atención a la carretera. Eddie, que era el "copiloto", había hecho tales esfuerzos por mantenerse despierto que se había olvidado de consultar el mapa. -Menos mal que hemos salido temprano -añadió su padre

Se detuvieron en una estación de servicio, donde Joe 0'Hare intentó rebajarse para trabar conversación con un miembro de la clase trabajadora

– Bueno, vaya situación difícil la nuestra, ¿no cree usted? -dijo el señor O'Hare al empleado de la gasolinera, el cual le pareció a Eddie un poco retrasado-. Aquí tiene a un par de exomanos perdidos en busca del transbordador de New London a Orient Point

Eddie se moría un poco cada vez que oía a su padre hablar con desconocidos. (¿Quién, salvo un exoniano, sabía lo que era un exoniano?) Como si sufriera un coma pasajero, el empleado de la gasolinera contemplaba una mancha aceitosa en el suelo, un poco a la derecha del zapato derecho de Minty

– Están ustedes en Rhode Island -fue todo lo que pudo decir el pobre hombre

– ¿Podría indicarnos la dirección hacia New London? -le preguntó Eddie

Cuando estuvieron de nuevo en marcha, Minty obsequió a Eddie con unas observaciones sobre la taciturnidad intrínseca, que tan a menudo era el resultado de una enseñanza media deficiente

– El entorpecimiento de la mente es una cosa terrible, Edward -le advirtió su padre

Llegaron a New London con tanta antelación que Eddie hubiera podido tomar el transbordador anterior

– ¡Pero entonces tendrás que esperar completamente solo en Orient Point! -señaló Minty

Al fin y al cabo, los Cole esperaban que Eddie llegara en el transbordador siguiente. Cuando el muchacho comprendió hasta qué punto habría preferido esperar solo en Orient Point, el transbordador anterior ya había zarpado

– Es el primer viaje en barco de mi hijo -le dijo Minty a la mujer de brazos enormes que le vendió a Eddie el pasaje-. No es el Queen Elizabeth ni el Queen Mary, no se trata de un crucero de siete días. No parte de Southampton, como en Inglaterra, o de Cherburgo, como en Francia. ¡Pero, sobre todo a los dieciséis años, una pequeña travesía marítima hasta Orient Point es suficiente!

La rolliza mujer sonreía con indulgencia. Aunque no esbozaba una amplia sonrisa, se veía que le faltaban varios dientes. Luego, en el muelle, el padre de Eddie filosofó sobre el tema de los excesos dietéticos, que a menudo son el resultado de una escolarización secundaria deficiente. Durante el breve trayecto desde Exeter, ¡se habían encontrado con muchas personas que habrían sido más felices, más delgadas, o ambas cosas a la vez, si hubieran tenido la buena suerte de asistir a su escuela

De cuando en cuando, de improviso, el padre de Eddie rompía el hilo de su discurso para darle consejos sobre el trabajo veraniego

– No tienes que ponerte nervioso sólo porque sea un hombre famoso-dijo el señor O'Hare sin que viniera a cuento-. No es precisamente una gran figura literaria. Debes aprender lo que puedas, observar sus hábitos de trabajo, ver si su locura tiene un método, esa clase de cosas

A medida que el transbordador de Eddie se aproximaba, era Minty quien de repente se mostraba inquieto por el trabajo de su hijo

Los primeros vehículos que iban a subir a bordo eran los camiones, y el primero de la fila iba cargado de almejas frescas… o vacío y de camino hacia el lugar donde lo cargarían de almejas. Sea como fuere, no olía precisamente a almejas frescas, y su conductor -que se fumaba un cigarrillo, apoyado en la rejilla del radiador sembrada de moscas muertas, mientras el transbordador atracaba- fue la siguiente víctima de la conversación espontánea de Joe O'Hare

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