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– Pregúntame lo que quieras, Hannah

– ¿Aún no has hecho el amor? Quiero decir con Allan.

– Sí, lo he hecho -replicó Ruth

Dejó que el buen whisky le calentara la boca, la garganta, el estómago. Se preguntaba cuándo dejaría de añorar a su padre, o si alguna vez dejaría de añorarle

– ¿Y qué? -insistió Hannah.

– Allan tiene la polla más grande que he visto jamás -dijo Ruth

– No creía que te gustaran las vergas grandes, ¿o me dijo eso otra persona?

– No es excesivamente grande. Tiene el tamaño adecuado para mí, eso es todo

– ¿Así que todo va bien? ¿Y vais a casaros y tratar de tener un hijo? ¿De hacer las cosas como Dios manda?

– Sí, todo va bien -respondió Ruth-. Y haremos las cosas como Dios manda

– Pero ¿qué ha ocurrido?

– ¿Qué quieres decir, Hannah?

– Quiero decir que estás tan tranquila… Tiene que haber ocurrido algo

– Pues ya ves. Mi mejor amiga se ha tirado a mi padre, luego mi padre se ha suicidado y he descubierto que mi madre es una especie de oficial de la literatura, como un obrero después de haber terminado el aprendizaje. ¿A eso te referías?

– Bueno, mujer, bueno, me tengo merecida esa respuesta -dijo Hannah-. Pero dime qué te ha ocurrido, porque te veo diferente. Tiene que haberte pasado algo

– Tuve el último novio que me salió rana, si te refieres a eso -replicó Ruth

– Muy bien, no me lo digas si no quieres. Algo te ha ocurrido, pero no me importa. Puedes mantenerlo en secreto

Ruth sirvió a su amiga un poco más del whisky de malta escocés

– Un licor estupendo, ¿no te parece? -preguntó a su amiga.

– Qué rara eres -le dijo Hannah

Estas palabras evocaron en Ruth otra escena. Era lo mismo que Rooie le dijo a Ruth la primera vez que ésta se negó a permanecer en el ropero, entre los zapatos

– No ha ocurrido nada, Hannah -mintió Ruth-. La gente llega a un punto en que desea un cambio, una nueva vida. De eso se trata, sencillamente

– No sé qué decirte… -respondió Hannah-. Tal vez sea así, pero si una desea un cambio en su vida es porque le ha ocurrido algo

El primer matrimonio de Ruth

Allan Albright y Ruth Cole se casaron el fin de semana de Acción de Gracias, que pasaron en la casa que Ruth tenía en Vermont. Hannah, junto con uno de sus novios detestables, pasó allí todo el fin de semana, lo mismo que Eddie O'Hare, quien fue el encargado de entregar la novia al novio. (Hannah fue la dama de honor de Ruth.) Con la ayuda de Minty, Eddie había localizado aquel pasaje de George Eliot sobre el matrimonio, pues Ruth quería que Hannah lo leyera durante la ceremonia. Por supuesto, Minty no se resistió a pronunciar un discursito sobre su éxito en la localización del pasaje

– Mira, Edward -informó Minty a su hijo-, un pasaje de esta clase, que es una recapitulación, tanto en su contenido como en su tono, ha de ser el párrafo inicial de un capítulo o, más probablemente, un pasaje final. Y como sugiere una finalidad más profunda, es más lógico que se encuentre hacia el final de un libro que cerca del principio

– Comprendo -dijo Eddie-. ¿De qué libro es la cita?

– El dejo de ironía lo revela -respondió Minty-. Eso y su carácter agridulce. Es como una pastoral, pero no sólo eso.

– ¿De qué novela se trata, papá? -preguntó Eddie a su padre.

– Hombre, Edward, es Adam Bede -informó a su hijo el viejo profesor de inglés-. Y es muy apropiado para la boda de tu amiga, que se celebra en noviembre, el mismo mes en que Adam Bede se casó con Dinah… “una mañana en que el suelo estaba cubierto de escarcha, cuando noviembre se despedía" -citó Minty de memoria-. Eso es de la primera frase del último capítulo, sin contar el epílogo -añadió el profesor

Eddie se sentía exhausto, pero había identificado el pasaje, como le pidió Ruth que hiciera

En la boda de Ruth, Hannah leyó el texto de George Eliot sin demasiada convicción, pero esas palabras estaban llenas de vida para Ruth

– "¿Existe algo más admirable para dos almas que la sensación de unirse para siempre, de fortalecerse mutuamente en toda dura tarea, de apoyarse la una en la otra en los momentos de aflicción, de auxiliarse en el sufrimiento, de entregarse como un solo ser a los silenciosos e inefables recuerdos en el momento de la última partida?"

Ruth se preguntó si, en efecto, existía algo más admirable. Pensó que tan sólo empezaba a amar a Allan, pero creía que ya le amaba más de lo que nunca había amado a nadie, excepto a su padre

La ceremonia civil, presidida por un juez de paz de la localidad, tuvo lugar en la librería predilecta de Ruth en Manchester, estado de Vermont. Los libreros, un matrimonio con el que Ruth tenía una antigua amistad, fueron tan amables de cerrar su establecimiento durante un par de horas en uno de los fines de semana más comerciales del año. Después de la boda, la tienda abrió sus puertas como de costumbre, pero el número de compradores de libros que esperaban a que les atendiesen era inferior al esperado y entre ellos había algunos curiosos. Cuando la nueva señora Albright (un apellido por el que nunca llamarían a Ruth Cole) salió de la tienda cogida del brazo de Allan, desvió la mirada de los espectadores

– Si hay periodistas, me encargaré de ellos -le susurró Hannah a Ruth

Eddie miraba a su alrededor, en busca de Marion

– ¿Está aquí? ¿La has visto? -le preguntó Ruth, pero Eddie se limitó a sacudir la cabeza

Ruth también buscaba a otra persona. Esperaba a medias que la ex esposa de Allan se presentara, aunque él se había burlado de sus temores. Las discusiones por la custodia de los hijos entre Allan y su ex mujer habían sido muy ásperas, pero el divorcio fue el resultado de una decisión conjunta. Según él, su ex esposa no tendía por naturaleza al hostigamiento

Aquel fin de semana, tan ajetreado por la celebración del Día de Acción de Gracias, tuvieron que estacionar el coche a cierta distancia de la librería. Al pasar ante una pizzería y una tienda de velas decorativas, Ruth se percató de que los seguían. A pesar de que el novio granuja de Hannah tenía pinta de guardaespaldas, alguien seguía a los novios y su pequeño séquito. Allan tomó a Ruth del brazo y apretaron el paso por la acera. Ya estaban cerca del aparcamiento. Hannah volvía la cabeza una y otra vez para mirar a la anciana que los seguía, pero la mujer no era una persona que se dejara amedrentar con la mirada

– No es periodista -dijo Hannah

– A la mierda con ella, sólo es una vieja -comentó el novio granuja de Hannah

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