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Provisto de sus guías de París, repletas de subrayados y anotaciones marginales, Harry visitó a Rooie en su habitación de la Bergstraat. Tuvo que esperar en la calle hasta que ella terminó con un cliente

– ¡Vaya, Harry! -exclamó-. ¿Quieres llevar a una vieja puta a París? ¡París en abril!

Ninguno de los dos había visitado París. No habría salido bien. Harry imaginaba que a Rooie le gustaría Notre-Dame, las Tullerías y las tiendas de antigüedades sobre las que él había leído, y la veía contenta, de su brazo, paseando por los jardines del Luxemburgo, pero no podía imaginársela en el Louvre. ¡Al fin y al cabo, vivía en Amsterdam y no había ido una sola vez al Rijksmuseum! ¿Cómo podría Harry llevarla a París?

– La verdad es que no creo que pueda marcharme -replicó él, evasivamente-. Hay mucho trabajo en De Wallen durante el mes de abril

– Entonces iremos en marzo -le dijo Rooie-. ¡O en mayo! ¿Qué te ocurre?

– No creo que me sea posible hacer ese viaje, Rooie, en serio -tuvo que admitir Harry

Las prostitutas están familiarizadas con el rechazo y lo encajan bastante bien

Después de recibir el aviso de que Rooie había sido asesinada, Harry buscó en la habitación de la Bergstraat las guías que ella no le había devuelto. Las encontró sobre la mesa estrecha que había en el lavabo

También observó que el asesino había mordido a Rooie y que, a juzgar por la manera en que el cadáver había sido empujado para que cayera de la cama, parecía que el crimen no obedecía a ningún ritual. Lo más probable era que la hubieran estrangulado, pero no había moretones causados por la presión de los dedos en la garganta de la víctima. Esto indicaba, en opinión del hoofdagent, que la habían asfixiado con el antebrazo

Entonces se fijó en el ropero, con las puntas de los zapatos hacia fuera. Un par de zapatos no estaba alineado con los demás, sino apartados de un puntapié, y en medio de la hilera había un espacio donde habría encajado otro par de zapatos

Harry no tuvo ninguna duda: ¡había un testigo! Sabía que Rooie era una de las pocas prostitutas que se desvivían por ser complacientes con las novatas. También conocía el procedimiento. Dejaba a las novatas que la observaran cuando estaba con un cliente, sólo para ver cómo se hacía. Había escondido a muchas chicas en su ropero. Sobre el método de Rooie hablaron cierta vez en una de las reuniones de El Hilo Rojo, y Harry estuvo presente. Pero Rooie llevaba bastante tiempo sin asistir a esas reuniones, y Harry ni siquiera estaba seguro de que El Hilo Rojo siguiera celebrando reuniones para las prostitutas novatas

En el umbral de la puerta que daba acceso a la habitación de Rooie estaba sentada lloriqueando la joven que había descubierto el cadáver de Rooie. Se llamaba Anneke Smeets. Había sido adicta a la heroína y se estaba recuperando, o por lo menos así se lo había hecho creer a Rooie. Anneke Smeets no iba vestida para trabajar detrás del escaparate. Normalmente llevaba un top de cuero, que Harry había visto colgado en el ropero

Pero aquel día, en el quicio de la puerta, Anneke estaba desgreñada y resultaba poco atractiva. Vestía un suéter negro holgado, con los codos deformados, y unos tejanos desgarrados en ambas rodillas. No llevaba maquillaje, ni siquiera rojo de labios, y tenía el cabello sucio e hirsuto. El único rasgo de extravagancia en su aspecto tan corriente era el tatuaje de un rayo, aunque pequeño, en la parte interior de la muñeca derecha

– Parece ser que alguien podría haber estado mirando desde el ropero -comentó Harry

La muchacha, que no cesaba de sollozar, movió afirmativamente la cabeza

– Eso parece -convino

– ¿Ayudaba a una novata? -inquirió Harry

– ¡Nadie que yo conozca! -respondió la chica llorosa

Y así, incluso antes de que el testimonio que envió Ruth Cole llegara a la comisaría de la Warmoesstraat, Harry Hoekstra sospechó que debía de haber un testigo

– ¡Dios mío! -exclamó de repente Anneke-. ¡Nadie ha recogido a su hija en la escuela! ¿Quién se lo dirá a la niña?

– Ya la ha recogido alguien -mintió Harry-. Y ya se lo han dicho

Pero unos días después dijo la verdad; fue cuando su mejor amigo entre los detectives, Nico Jansen, quiso hablar en privado con él. Harry sabía de qué quería hablarle

Sobre la mesa de trabajo de Jansen estaban las guías turísticas de París. Harry Hoekstra anotaba su nombre en todos sus libros. Nico Jansen abrió una de las guías por la página donde estaba la reseña del Hótel Duc de Saint-Simon. Harry había escrito en el margen: "En pleno Faubourg Saint-Germain, una zona magnífica"

– ¿No es ésta tu letra, Harry? -le preguntó Jansen

– Mi nombre está en la primera página, Nico. ¿Se te ha pasado por alto?

– ¿Adónde planeabas ir de viaje con ella? -inquirió el detective Jansen

Harry trabajaba desde hacía más de tres décadas como policía. Por fin sabía lo que era sentirse sospechoso

Explicó a su amigo que Rooie viajaba mucho, mientras que él se limitaba a leer libros de viajes. Desde hacía largo tiempo tenía la costumbre de prestarle sus guías. Ella se había acostumbrado a preguntarle cuál era el hotel más apropiado y qué lugares debería visitar

– Pero no mantenías relaciones con Rooie, ¿verdad, Harry? -le preguntó Nico-. Nunca llegaste a viajar con ella, ¿no es cierto?

– No, nunca viajé con ella -replicó Harry

En general, decirles la verdad a los policías era una buena idea. Harry no había mantenido relaciones con Rooie ni tampoco había viajado con ella. Eso era del todo cierto. Pero los policías no tenían que saberlo todo. No era necesario que Nico Hansen supiera que Harry se había sentido tentado. ¡Y de qué manera!

El sargento Hoekstra encuentra a su testigo

Por entonces, el sargento Hoekstra sólo vestía de uniforme cuando el barrio chino sufría la invasión de turistas y gentes que no eran de la ciudad. (También se lo puso para asistir al funeral de Rooie.) Y cuando se trataba de enseñar la zona, Harry era el policía más solicitado del segundo distrito, no sólo porque hablaba el inglés y el alemán mejor que ningún otro agente de la comisaría de la Warmoesstraat, sino también porque era el experto reconocido en el distrito y le encantaba llevar allí a la gente

Una vez mostró De Wallen a un grupo de monjas. No era raro que mostrara "los pequeños muros" a escolares. Las prostitutas, tras el escaparate, no perdían la calma y desviaban la vista cuando veían llegar a los niños, pero en una ocasión una mujer corrió bruscamente la cortina de su escaparate. Más adelante le dijo a Harry que había reconocido a su propio hijo entre los miembros del grupo

El sargento Hoekstra era también el agente preferido del segundo distrito cuando había que hablar con los medios de comunicación. Puesto que las falsas confesiones eran corrientes, Harry había aprendido enseguida a no facilitar nunca a la prensa todos los detalles de un delito. Por el contrario, a menudo aportaba a los periodistas detalles falsos, lo cual solía provocar las confesiones de ciertos enajenados. En el caso de Dolores la Roja, logró un par de confesiones falsas diciendo a los periodistas que habían estrangulado a Rooie tras un "violento forcejeo"

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