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Eddie O'Hare tuvo la impresión de que incluso aquel tramoyista con pinta de palurdo ardía en deseos de saber qué ocurría con la colchoneta hinchable roja y azul. Era un nuevo testimonio de lo internacional que había llegado a ser la escritora Ruth Cole: ¡el primer capítulo de su nueva novela se había publicado en alemán bajo el título Die blaurote Luftmatratze, antes de que ninguno de sus muchos lectores hubiera podido leerlo en inglés!

– Deseo dedicar esta lectura a mi mejor amiga, Hannah Grant -dijo Ruth al público

Un día Hannah se enteraría de la dedicatoria que no había oído. Sin duda alguien del público se lo diría

La colchoneta hinchable roja y azul

Cuando Ruth empezó a leer el primer capítulo, en la sala se habría podido oír el vuelo de una mosca, como suele decirse

Jane Dash llevaba un solo año de viuda, pero tendía a dejarse arrebatar por un supuesto torrente de recuerdos tan intenso como el que la embargó la mañana en que, al despertar, encontró a su marido muerto en la cama, a su lado. Jane era novelista y no tenía intención de escribir unas memorias. La autobiografía no le interesaba, y menos aún la suya, pero quería mantener bajo control los recuerdos del pasado, como debe hacerlo toda viuda

Una intromisión muy inoportuna del pasado de la señora Dash era la antigua hippie Eleanor Holt, una mujer atraída por las desgracias ajenas. A decir verdad, parecía como si el dolor del prójimo fuese edificante para ella, y las viudas le interesaban de una manera especial. Eleanor era la prueba viviente de la convicción que abrigaba la señora Dash de que la justicia divina no actúa cuando debe. Ni siquiera Plutarco podía convencer a Jane Dash de que Eleanor Holt recibiría alguna vez su justo merecido

¿Cómo era aquello que escribió Plutarco? Jane creía que rezaba así: "Por qué los dioses son tan lentos en el castigo de los malvados", pero no lo recordaba con exactitud. En cualquier caso, a pesar de los siglos que los separaban, Plutarco debía de haber pensado en Eleanor Holt cuando lo escribió

El difunto marido de la señora Dash se había referido cierta vez a Eleanor como una mujer sometida a la presión constante de examinarse. (Este juicio le parecía a Jane amable en exceso.) Cuando se casó por primera vez, Eleanor Holt era una de esas mujeres que hacen gala de la felicidad de su matrimonio hasta tal punto que cualquier persona que se hubiera divorciado la odiaba cordialmente. Tras su divorcio, Eleanor se convirtió en una defensora tan ardiente del divorcio que toda persona felizmente casada quería matarla

No sorprendía a nadie que en los años sesenta hubiera sido socialista y en los setenta feminista. Cuando vivía en Nueva York, pensaba que la vida en los Hamptons, a los que ella llamaba "el campo", sólo era adecuada para pasar algún fin de semana cuando hacía buen tiempo. Vivir en los Hamptons durante todo el año, o ir allí con tiempo desapacible, era propio de palurdos y demás zoquetes

Cuando abandonó Manhattan para residir durante todo el año en los Hamptons (y con objeto de casarse por segunda vez), manifestó que la vida en la ciudad sólo era adecuada para depredadores sexuales y buscadores de emociones incapaces de conocerse a sí mismos. (Después de vivir muchos años en Bridgehampton, Eleanor seguía considerando rural esa horquilla al sur de Long Island, porque no tenía ninguna experiencia de la auténtica vida campestre. Había asistido a una universidad femenina de Massachusetts, y aunque consideraba esa experiencia totalmente antinatural, no la clasificaba como rural ni urbana.)

Cierta vez Eleanor quemó sus sostenes en público, ante un grupito de personas en un aparcamiento de Grand Union, pero a lo largo de los años ochenta fue una activa republicana en el terreno político, por influencia, al parecer, de su segundo marido. Durante años intentó sin éxito quedarse embarazada, y finalmente concibió a su único hijo gracias al esperma de un donante anónimo. Desde entonces se opuso con firmeza al aborto. Esta actitud podría deberse a la influencia de lo que el difunto marido de la señora Dash llamaba "el esperma misterioso"

En el transcurso de dos décadas, Eleanor Holt completó un ciclo dietético: primero comía de todo, luego se pasó al vegetarianismo estricto y finalmente volvió a comer de todo. Los cambios en la dieta se los impuso confusamente la niña producto de un esperma donado, una niña inquieta. Cuando sólo tenía seis años, la decisión de Eleanor de mostrar la película doméstica del nacimiento de la pequeña estropeó a ésta, y a los demás niños asistentes, su fiesta de cumpleaños

El hijo único de Jane Dash fue uno de los niños traumatizados en esa fiesta de cumpleaños. El episodio turbó a la señora Dash, quien siempre se había mostrado recatada en presencia de su hijo. A menudo su difunto marido había deambulado desnudo por la casa (dormía sin pijama, etcétera), pero eso no había turbado a Jane, o por lo menos no le había preocupado la impresión que podría causar en su hijo. Al fin y al cabo, ambos eran varones. Sin embargo, Jane siempre se había esforzado al máximo por cubrirse. Entonces su hijo regresó de la fiesta de cumpleaños en casa de los Holt tras haber visto una película, al parecer muy reveladora, de un parto en directo… ¡en la que salía Eleanor Holt expuesta como un libro abierto!

Y en el transcurso de los años, Eleanor volvería a imponer de vez en cuando la película obstétrica a su pobre hija, y no necesariamente por razones educativas, sino más bien por el engreimiento ilimitado de Eleanor Holt: tenía que demostrar cómo había sufrido, por lo menos en el momento de dar a luz

En cuanto a la hija, se caracterizaba por llevar siempre la contraria, un rasgo de su personalidad que tanto podía ser contraído como innato. Tanto si esto era el resultado de ver una y otra vez las sanguinolentas imágenes de su propio nacimiento como algo inscrito en los genes del "esperma misterioso", lo cierto es que la hija siempre parecía empeñada en poner a su madre en un brete. Y la terquedad de la pobre chica daba alas a Eleanor para achacar a otros posibles orígenes de la inquietud de su hija, porque Eleanor Holt jamás se achacaba a sí misma la culpa de nada

La señora Dash recordaría siempre la conversión de Eleanor Holt en una activista antipornográfica. La sex shop, que se encontraba en las afueras de Riverhead, en Long Island, a considerable distancia de los Hamptons, no era un lugar que atrajera a su puerta a jóvenes, incautos o inocentes lectores. El edificio era bajo, de tablas de chilla, con ventanas pequeñas y tejado plano. En la fachada había un letrero que no tenía nada de ambiguo

LIBROS Y REVISTAS DE CLASIFICACIÓN X

¡SÓLO PARA ADULTOS!

Cierta vez, Eleanor, con un grupito de mujeres maduras escandalizadas, entró en la tienda. Las mujeres, sofocadas y ruborosas, se apresuraron a retirarse. ("¡Los fuertes abusan de los débiles!", dijo Eleanor a un reportero local.) Dirigía el negocio una pareja, ya entrada en años, que anhelaba huir de los tristes inviernos en Long Island. En medio del jaleo que se armó a continuación, lograron, mediante engaños, que un grupo de ciudadanos preocupados (creado por Eleanor) comprara el edificio, pero los ciudadanos preocupados no sólo pagaron demasiado por el viejo cobertizo, sino que se quedaron con… el inventario, como lo llamaba la señora Dash

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