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Tal vez la ironía estribe en que por lo menos a la prostituta le han pagado para utilizarla de esa manera, pero también la escritora es utilizada. Ésta ha pagado para que la utilicen. En fin, los escritores deben tener la piel curtida. En esto no hay ninguna ironía

Allan me telefoneó y tosí para que se hiciera una idea de mi estado. Ahora que no existe ninguna posibilidad inmediata de hacer el amor, ya que el océano se interpone entre nosotros, naturalmente tengo ganas de hacerlo con él. ¡Qué perversas somos las mujeres!

No le he hablado del nuevo libro, no le he dicho una sola palabra. Habría echado a perder las postales

[En otra postal, dirigida a Allan, con una vista aérea del edificio donde se celebra la Feria del Libro de Francfort, que se jacta de cobijar a 5.500 editores procedentes de cien países.] NUNCA MÁS SIN TI. TE QUIERO, RUTH

En el vuelo de la KLM de Francfort a Amsterdam: pocos vestigios de la tos y del moretón del ojo. De la tos, sólo queda como un cosquilleo en el fondo de la garganta. El ojo y el pómulo derechos aún no han recuperado su color natural y tienen un tono verde pálido. No hay hinchazón, pero ese color revela que la enfermedad, lo mismo que la tos, es persistente:

Es el aspecto apropiado para una persona que se propone abordar a una prostituta. Parezco tener una vieja enfermedad para compartirla

En mi guía de Amsterdam leo que el barrio chino de la ciudad, conocido como De Walletjes ("los pequeños muros"), fue autorizado oficialmente en el siglo XIV. Hay disimuladas referencias a las "muchachas parcamente vestidas en sus escaparates"

¿Por qué será que la mayor parte de lo que se ha escrito acerca de lo escandaloso, sórdido, sexual y desviado siempre tiene un tono tan superior y poco convincente? (El regocijo es una expresión de superioridad tan fuerte como la indiferencia.) Creo que cualquier expresión de regocijo o indiferencia hacia lo indecoroso suele ser falsa. O bien la gente se siente atraída por lo indecoroso o bien lo desaprueba, o ambas cosas a la vez. No obstante, intentamos parecer superiores a lo indecoroso fingiendo que nos regocija o que somos indiferentes

"Todo el mundo tiene una obsesión sexual, por lo menos una", me dijo Hannah un día. (Pero si ella la tiene, nunca me ha dicho cuál es.)

En Amsterdam me esperan las obligaciones habituales, pero dispongo de tiempo suficiente para lo que necesito hacer. Amsterdam no es Francfort, nada es tan malo como Francfort. ¡Y, a fuerza de ser sincera, ardo en deseos de conocer a mi prostituta! Esta "investigación" conlleva la emoción de algo parecido a la vergüenza. Pero, por supuesto, yo soy la clienta. Estoy dispuesta a pagarle, incluso lo espero con ansiedad

[En otra postal dirigida a Allan, que le envió desde el aeropuerto de Schiphol y que, de manera parecida a la postal anterior que había enviado a su padre, con las prostitutas alemanas en sus escaparates de la Herbertrasse, era de De Walletjes, el barrio chino de Amsterdam: los neones de bares y sex shops reflejados en el canal; los transeúntes, todos ellos hombres con impermeable; el escaparate en primer término de la fotografía, enmarcado por luces de un rojo violáceo, y la mujer en ropa interior al otro lado del cristal… parecida a un maniquí fuera de lugar, como algo tomado en préstamo en una tienda de lencería, como alguien contratado para una fiesta particular.]

OLVIDA MI PREGUNTA ANTERIOR, EL TÍTULO ES MI ÚLTIMO NOVIO GRANUJA. LA PRIMERA NOVELA QUE ESCRIBO CON EL NARRADOR EN PRIMERA PERSONA. Sí, ES OTRA ESCRITORA, ¡PERO CONFÍA EN Mí! TE QUIERO, RUTH

El primer encuentro

La publicación de Niet voor kinderen, la traducción holandesa de No apto para menores, era el motivo principal de la tercera visita de Ruth Cole a Amsterdam, pero ahora Ruth consideraba la investigación para su relato sobre la prostituta como la única justificación de su estancia allí. Aún no había encontrado el momento adecuado para hablar de su nuevo entusiasmo creativo con su editor holandés, Maarten Schouten, a quien ella se refería cariñosamente como "Maarten con dos aes y una e"

Para promocionar la traducción de El mismo orfanato, que en holandés se titulaba Hetzelfde weeshuis, unas palabras que Ruth se había esforzado en vano por pronunciar, se alojó en un hotel encantador pero destartalado del Prinsengracht, donde descubrió un considerable alijo de marihuana en el cajón de la mesilla de noche que había elegido para guardar la ropa interior. Probablemente la droga pertenecía a un cliente anterior, pero era tal el nerviosismo de Ruth durante su primera gira de promoción por Europa que estaba segura de que algún periodista malicioso había colocado allí la marihuana con la intención de ponerla en un aprieto embarazoso

El mencionado Maarten, con dos aes y una e, le había asegurado que, en Amsterdam, la posesión de marihuana no se consideraba algo delictivo y mucho menos embarazoso. Y a Ruth la ciudad le había encantado desde el principio: los canales, los puentes, tantas bicicletas, los cafés y los restaurantes

Durante su segunda visita, cuando se tradujo al holandés Antes de la caída de Saigón (le complacía ser capaz, por lo menos, de decir Voor de val van Saigon), Ruth se alojó en otro barrio de la ciudad, en la plaza Dam; su hotel estaba tan cercano al barrio chino que un entrevistador se ofreció para acompañarla a recorrer la calle de las prostitutas que posan detrás de los escaparates. No se había olvidado de la sensación de descaro que producían las mujeres en bragas y sostén a mediodía, o los artículos "Especiales SM" en el escaparate de una sex shop

Ruth había visto una vagina de caucho suspendida del techo de la tienda por medio de un liguero rojo. La vagina parecía una tortilla colgante, con excepción de la mata de falso vello púbico. Y allí estaban los látigos, el cencerro unido a un consolador por medio de una tira de cuero, las peras para enemas, de varios tamaños, y el puño de caucho

Pero eso sucedió cinco años atrás, y Ruth aún no había tenido ocasión de ver si el distrito había cambiado. Se alojaba en otro hotel, el Kattengat, que no era muy elegante y se resentía de una serie de esfuerzos poco afortunados para que funcionase con eficacia. Por ejemplo, había un comedor para desayunar limitado estrictamente a los huéspedes de la planta de Ruth. El café estaba frío, el zumo de naranja caliente y los cruasanes, que yacían sobre un montón de migas, sólo servirían de alimento a los patos del canal más próximo

En la planta baja y en el sótano del hotel habían instalado un gimnasio. La música elegida para las clases de aerobic percutía en las tuberías del baño de varios pisos por encima de la sala de ejercicios, que vibraban sin cesar. Le parecía a Ruth que los holandeses, por lo menos en el gimnasio, preferían una clase de rock implacable y monótono, que ella habría clasificado como una especie de rap sin rima. Un ritmo discordante se repetía mientras el cantante, un europeo para quien el inglés era claramente un idioma extranjero, reiteraba una sola frase. En una de tales canciones la frase inglesa con acento holandés decía: "I want to have sex with you". En otra: "I want to fook you". En una palabra, dicho de una manera u otra, todo se resumía siempre a copular

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