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Como novelista, y también como parte interesada, Jane Dash se ofreció voluntaria para calcular el valor de las existencias. Con anterioridad había rechazado cortésmente participar en la cruzada de Eleanor contra la pornografía, aduciendo que ella era escritora y se oponía por principio a toda censura. Cuando Eleanor insistió, diciéndole que apelaba a ella "primero como mujer y, en segundo lugar, como escritora", Jane sorprendió con su respuesta no sólo a Eleanor sino a sí misma

– Primero soy escritora -dijo la señora Dash

Aceptaron que Jane investigara la pornografía en sus ratos libres. Dejando aparte el "valor" del material, a la señora Dash le decepcionó. Aunque su ordinariez era de esperar, ¡al parecer le había tomado por sorpresa a Eleanor Holt! Sin embargo, la grosería era la norma para mucha gente. La crudeza y los intereses lascivos eran los humores motivadores de toda clase de individuos, y la señora Dash, felizmente, no se relacionaba con ellos. Si bien deseaba que una mayor parte de la población estuviera mejor educada, también creía que, para la mayoría de la gente que había conocido, la educación caía en saco roto

En la indecorosa colección de la sex shop, ahora cerrada para siempre, no figuraban imágenes de actos sexuales con animales o niños. La señora Dash consideraba un tanto tranquilizador que tales depravaciones no hubieran llegado, por lo menos en forma de libro o revista, a un lugar situado tan al este de Manhattan como lo era el condado de Suffolk. En cambio, encontró en abundancia la vulgar exageración del orgasmo femenino, y hombres, siempre con penes de tamaño inverosímil, que mostraban un interés poco convincente por la actividad que estaban realizando. Jane Dash llegó a la conclusión de que la actuación era mala por parte de ambos sexos. Los primeros planos de los innumerables y diversos genitales femeninos eran…, en fin, interesantes desde un punto de vista clínico. Ella no había mirado jamás a otras mujeres con un detallismo tan poco invitador

Ante la insistencia de que evaluara el material, Jane declaró que el contenido de la tienda era basura sin valor, a menos que los ciudadanos preocupados quisieran reducir sus gastos saldando las existencias que quedaban entre ciertos habitantes del pueblo que sin duda sentirían curiosidad. Pero semejante venta callejera habría convertido en pornógrafos a los ciudadanos preocupados. En consecuencia, se procedió a la quema de los libros y revistas… Una pérdida total

Una vez más, fiel a su criterio de que era "ante todo, escritora", la señora Dash dijo que no quería participar en la ceremonia de la quema y que ni siquiera la presenciaría. Los periódicos locales se refirieron al pequeño pero triunfante grupo de mujeres que se dedicaron a alimentar la hoguera. Había auténticos bomberos preparados en las inmediaciones, por si las fotografías de los esforzados actos sexuales y los genitales aislados se convertían de repente en llamas propagadoras del fuego

Transcurrieron seis años sin que en el condado de Suffolk se produjeran más demostraciones públicas en el campo de la moralidad sexual. La hija concebida gracias al esperma donado tenía doce años cuando tomó el consolador de Eleanor Holt (un vibrador accionado a pilas) y lo llevó a la escuela de enseñanza media de Bridgehampton para participar en esa actividad tan poco recomendable de la educación norteamericana conocida como "mostrar y explicar". Una vez más, el hijo de Jane Dash, que había presenciado la película del nacimiento en directo en la fiesta de cumpleaños cuando la niña tenía seis años, tuvo el privilegio de ver aquel breve atisbo de la vida íntima de Eleanor Holt

Por suerte, la misma niña, que hoy tenía doce años, carecía de pericia para demostrar cómo funcionaba el artilugio, que la asombrada maestra se apresuró a quitarle. Había poco que observar, aparte del sorprendente tamaño del objeto. La señora Dash, que no llegó a verlo, supuso por la descripción de su hijo que el consolador no se había modelado a partir de nada parecido a un auténtico miembro viril. El chico comparó el vibrador a "una especie de misil". También quedó grabado en la memoria del muchacho el sonido que produjo el vibrador cuando lo pusieron en marcha. Aunque no era muy audible, antes de que la maestra le quitara el consolador a la niña y lo pusiera en marcha, aquel sonido sorprendió a cuantos lo oyeron

– ¿Cómo sonaba exactamente? -preguntó Jane a su hijo. -¡Zzzt! ¡Zzzt! ¡Zzzt! -informó el muchacho

La señora Dash creyó discernir un deje de advertencia en ese sonido, un sonido vibratorio con una "t" final. La novelista no podía quitárselo de la cabeza

Y entonces el carácter juguetón del difunto marido de la señora Dash volvió a rondarla. En vida de éste, cada vez que veían a Eleanor Holt en una cena, en el supermercado o cuando dejaba a su hija en la escuela de enseñanza media, el marido de Jane susurraba "¡Zzzt!" al oído de ésta. A Jane le parecia que, a su manera ingeniosa, él le estaba diciendo que tuviera cuidado

Lo que más añoraba la señora Dash era el carácter jovial y el fino sentido del humor de su marido. Incluso la mera visión de Eleanor Holt le recordaba intensamente su viudez y lo que había perdido

Transcurrieron cinco años más, pero Jane recordaba el episodio del consolador como si hubiera sucedido el día anterior. Lo que impulsó a la señora Dash a hacer ante Eleanor Holt una imitación casi perfecta del sonido producido por su vibrador tenía una motivación doble: el vivo deseo por parte de Jane de gozar una vez más de aquel sentido del humor que había poseído su marido, y la certeza de que, si no se enfrentaba directamente a Eleanor, se sentiría impulsada a escribir sobre ella, lo cual sería peor. Como novelista, la señora Dash desdeñaba escribir sobre personas reales, algo que le parecía un fracaso de la imaginación. A su modo de ver, todo novelista digno de ese nombre debía ser capaz de inventar un personaje más interesante que cualquier persona real. Convertir a Eleanor Holt en un personaje literario, incluso con el propósito de reírse de ella, sería una especie de halago

Además, la señora Dash no había tomado la decisión de imitar el sonido del vibrador de Eleanor, sino que lo hizo de una manera totalmente accidental. Al contrario de lo que ocurriría en una novela de Jane Dash, no había sido un acto planeado. Sucedió durante la excursión anual de la escuela de enseñanza media, que era una especie de excursión escolar optativa, pues tenía lugar bastante tiempo después de que hubiera finalizado el curso. El propósito era que coincidiese con la llegada del tiempo apropiado para bañarse en la playa, a comienzos del verano. El océano Atlántico era sumamente frío hasta fines de junio. Pero si la escuela esperaba a celebrar la excursión hasta fines de julio, la playa pública estaría saturada de veraneantes que pasaban allí el verano en viviendas de alquiler

La señora Dash no tenía ninguna intención de bañarse antes de agosto. Nunca nadaba durante las excursiones escolares, ni siquiera lo había hecho en vida de su marido. Y puesto que su hijo había terminado la enseñanza media, la asistencia de éste, en compañía de su madre, a la excursión de aquel año obedecía más bien al deseo de llevar a cabo una reunión de ex alumnos, al tiempo que señalaba la salida más pública de la señora Dash en Bridgehampton desde que enviudara. Algunos se sorprendieron al verla, pero no Eleanor Holt

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