Hizo cuanto pudo por evitar que Smalley fuese a verla a Amsterdam el año siguiente. Aquella Navidad, a la madre del niño neurasténico le tocaba el turno de tenerlo consigo. Richard Smalley regresó solo a Klosters. En el transcurso del año, por medio de cartas y llamadas telefónicas, había persuadido a Rooie para que se reuniera con él en el Chesa… Harry advirtió a Dolores de que ése sería un precedente peligroso. (Era la primera vez que pasaba dos veces las vacaciones navideñas en el mismo lugar.)
Al regresar a Amsterdam, la prostituta informó a Harry que ella y Smalley se habían enamorado. Richard Smalley quería casarse, quería que Rooie tuviera un hijo suyo
– Pero ¿sabe el inglés cómo te ganas la vida? -le preguntó Harry
Resultó que Rooie le había dicho a Richard Smalley que era una ex prostituta, confiando en que una verdad a medias fuese suficiente
Aquel invierno alquiló a otras dos chicas su habitación con escaparate en la Bergstraat. Ahora tres personas pagaban el alquiler de la habitación y casi podía igualar lo que había ganado ella como prostituta. Por lo menos le bastaría para vivir hasta que se casara con Smalley, y sería más que suficiente como "ingresos complementarios" después de casada
Pero cuando se casó y fue a vivir con Smalley a Londres, Rooie se convirtió en la casera ausente de tres prostitutas de escaparate en Amsterdam. Rooie había evitado alquilar su lugar de trabajo a drogadictas, pero no podía ver cómo utilizaban las nuevas inquilinas su habitación en la Bergstraat. Harry procuraba vigilar lo que hacían en la medida de lo posible, pero las inquilinas de Rooie se tomaban libertades. Pronto una de ellas subcontrató la habitación a una cuarta prostituta y no tardó en haber una quinta, y una de ellas era drogadicta. Luego una de las inquilinas más antiguas de Rooie se marchó sin pagar dos meses de alquiler, algo de lo que Rooie no se enteró hasta que fue un hecho consumado
Rooie estaba embarazada cuando regresó a Amsterdam para averiguar el estado de su habitación en la Bergstraat. Obedeció a su instinto de conservar el lugar, que apenas cubría gastos; al contrario, tras las reparaciones necesarias y el pago de varias facturas elevadas, probablemente le costaba dinero. El inglés quería que lo vendiera, pero Rooie encontró dos ex prostitutas, ambas holandesas, que querían volver al trabajo. Rooie les alquiló la habitación en exclusiva y pensó que se había asegurado los costes de mantenimiento. "No intentaré sacar beneficios, qué diablos -le dijo a Harry-. Sólo quiero conservar el local, por si las cosas se me tuercen en Inglaterra."
Estaba en el séptimo mes del embarazo, y debía de saber que las cosas se "torcerían" con Smalley. El parto tuvo lugar en Londres y salió mal desde el comienzo. A pesar de una cesárea de emergencia, el feto nació sin vida. Rooie no llegó a ver a su hija muerta. Fue entonces cuando Smalley empezó con las recriminaciones que ya había previsto Rooie. Ella tenía algún problema físico que era el causante de que el niño naciera muerto, y ese problema se relacionaba con su pasado de prostituta…, debía de haber practicado el sexo en exceso
Un día, sin previo aviso, Rooie apareció de nuevo tras su escaparate de la Bergstraat. Fue entonces cuando Harry se enteró de que su matrimonio se había roto y que ella había dado a luz una hija muerta. (A aquellas alturas, por supuesto, el inglés de Rooie era muy bueno.)
Al año siguiente, por Navidad, Rooie viajó de nuevo a Klosters y se alojó en el Chesa Grischuna, pero aquéllas serían sus últimas vacaciones en una estación de esquí. Aunque ni Richard Smalley ni su hijo neurasténico estaban presentes, de alguna manera había corrido la voz sobre su pasado. En situaciones impredecibles, que ella no podía barruntar, era consciente de que la trataban como una ex prostituta, no como una ex esposa
Le juró a Harry que había oído susurrar a alguien, en la cabina de un teleférico, "la puta de Smalley". Y en el Chesa, donde cenaba cada noche a solas, un hombre menudo y calvo, vestido de esmoquin aterciopelado y corbata ascot de color naranja vivo, le hizo proposiciones. Un camarero le llevó a Rooie una copa de champaña de parte del calvo, junto con una nota escrita en mayúsculas. "¿CUÁNTO?", decía la nota. Ella devolvió el champaña
Poco después de su estancia en Klosters, Rooie dejó de trabajar los fines de semana en su escaparate. Más adelante dejó de trabajar por las noches, y el paso siguiente consistió en abandonar la habitación a media tarde…, a tiempo para recoger a su hija en la escuela. Eso fue lo que dijo a todo el mundo
En ocasiones, las demás prostitutas de la Bergstraat le pedían que les enseñara fotografías. Desde luego, comprendían que la supuesta hija no se acercara nunca a la Bergstraat, pues la mayoría de las prostitutas ocultaban a sus hijos menores la naturaleza de su trabajo
La prostituta con quien Rooie compartía su habitación era la más curiosa, y a Rooie le gustaba mostrarle una fotografía. La pequeña de la foto tenía cinco o seis años y estaba sentada, con expresión satisfecha, en el regazo de Rooie, al parecer durante una fiesta familiar. Por supuesto, era una de las nietas del doctor Bosman, y sólo Harry Hoekstra sabía que la foto correspondía a una cena de Pascua de los Bosman
Así pues, aquélla era la hija de la prostituta, cuya ausencia se notó especialmente en el funeral de Rooie. En la confusa reunión, algunas de las mujeres le pidieron a Harry que les recordara el nombre de la hija ausente, pues no era un nombre habitual. ¿Se acordaba Harry de la extraña palabra?
Claro que se acordaba. Era Chesa
Después de las exequias tuvo lugar el velatorio acompañado de un refrigerio, pues la anciana señora Bosman, que era quien pagaba, creía en la necesidad de los velatorios, y durante aquellas horas las prostitutas repitieron el nombre de la hija muerta lo suficiente para que la viuda se acercara a Harry, quien trataba torpemente de librarse de un huevo duro que no quería comer, un huevo con una especie de caviar encima
– ¿Quién es Chesa? -le preguntó la anciana señora Bosman. Entonces Harry le contó toda la verdad. El relato conmovió a la señora Bosman hasta hacerla llorar, pero la mujer no era tonta ni mucho menos
– Como es natural, sabía que mi querido marido visitaba a la prostituta -le confesó a Harry-. Pero, tal como lo veo, ella me hacía un favor… ¡y evitó que se muriese en la calle!
Sólo unos pocos años antes de su asesinato, Rooie Dolores había reducido las vacaciones anuales a unos pocos días en abril o mayo. Pasó las últimas Navidades con los Bosman, cuyos nietos eran tan numerosos que Rooie tuvo que comprar muchos regalos. "Aun así sale más barato que ir a esquiar", le dijo a Harry. Y un oscuro invierno, el último de su vida, le pidió a Harry que fuese con ella de vacaciones y que pagarían los gastos a medias
– Tú has leído los libros de viajes -le dijo en broma-. Elige el lugar e iré contigo
El encanto que pudieran haber tenido para Rooie aquellos padres divorciados, siempre de vacaciones con sus hijos alicaídos, había terminado por esfumarse
Harry había imaginado no pocas veces que emprendía un viaje con Rooie, pero su invitación le sorprendió al tiempo que le dejaba desconcertado. El primer lugar al que pensó llevarla fue París. (¡Ahí era nada, visitar París con una prostituta!) Aquel gran lector de libros de viajes había empezado a hacer anotaciones en los márgenes de las páginas y a subrayar frases esenciales sobre los hoteles apropiados. Uno de los primeros hoteles en que pensó fue el Hótel du Quai Voltaire, el mismo en el que Ted hizo la fotografía de Marion con los pies de Thomas y Timothy. Pero ese hotel no estaba tan recomendado como el Hótel de L'Abbaye o el Duc de Saint-Simon. Harry había decidido buscar alojamiento en algún lugar de Saint-Germain-des-Prés, pero creía que Rooie era quien debería elegir el hotel