Cuando por fin Allan se reunió con ellos en la mesa, Eddie estuvo sobre aviso acerca del otro interés que el editor tenía en ella, tan sobre aviso como lo estaba la misma Ruth
Durante la corrección y preparación del texto, cuando sostuvieron una acalorada discusión acerca del título, ella no había percibido ninguna inclinación romántica de Allan hacia su persona. El editor se centró estrictamente en su trabajo, mostrándose como un mero profesional. Tampoco reparó entonces en que el desagrado de Allan hacia el título que ella había elegido se había convertido en algo curiosamente personal. El hecho de que ella no aceptara sus sugerencias, que no estuviera dispuesta a considerar siquiera la alternativa que él le proponía, le había afectado de una manera extraña. Era como si le tuviera inquina al título, se refería a él obstinadamente, como un marido enojado podría mencionar una y otra vez un desacuerdo permanente en un matrimonio duradero y, por lo demás, feliz
Ella había titulado su tercera novela No apto para menores. (No lo era, en efecto.) En la novela, es un eslogan utilizado por los piquetes en contra de la pornografía, una invención de la enemiga de la señora Dash (quien acabará siendo su amiga), Eleanor Holt. No obstante, en el transcurso de la novela, la frase llega a significar algo diferente de su intención original. Eleanor Holt y Jane Dash tienen una necesidad mutua de afecto y deben criar a sus nietos huérfanos. En tales circunstancias, se dan cuenta de que deben dejar de lado sus diferencias, pues su prolongada hostilidad tampoco es "apta para menores"
Allan había querido titular la novela Por el bien de los niños. (Señaló que las dos adversarias se hacen amigas a la manera de una pareja que soporta un matrimonio desdichado "por el bien de los niños".) Pero Ruth quería conservar la relación antipornográfica que estaba tanto implícita como explícita en el título No apto para menores. Le interesaba que el título expresara de un modo contundente su propia opinión acerca de la pornografía…, la opinión de que temía la censura aún más de lo que le desagradaba la pornografía, la cual le desagradaba muchísimo
En cuanto a proteger a los niños de la pornografía, era una responsabilidad individual; proteger a los niños de todo lo inadecuado para ellos ("incluida cualquier novela de Ruth Cole", había dicho ella en varias entrevistas) era cuestión de sentido común, no de censura
En el fondo, Ruth detestaba discutir con los hombres, porque eso le recordaba el pasado, las discusiones que había tenido con su padre. Si dejaba que su padre se saliera con la suya, él tenía una manera pueril de recordarle que le había asistido la razón. Pero si Ruth ganaba claramente, Ted no lo admitía o se mostraba petulante
– Siempre pides rúgula -le dijo Allan, refiriéndose a esa clase de lechuga que ahora está tan de moda en los restaurantes de Estados Unidos, pero que hasta hacía poco tiempo nadie conocía
– La rúgula me gusta, y no la encuentras en todas partes -replicó Ruth
Al oírles, Eddie tenía la impresión de que llevaban años casados. Deseaba hablarle a Ruth sobre Marion, pero tendría que esperar. Cuando pidió excusas para levantarse de la mesa (diciendo que iba al lavabo, aunque no lo necesitaba), confiaba en que Ruth aprovechara la oportunidad para visitar el lavabo de señoras. Por lo menos podrían intercambiar unas palabras a solas, aunque fuese en un pasillo. Pero Ruth se quedó en la mesa
– Por Dios -dijo Allan, cuando Eddie estaba ausente-. ¿Por qué ha tenido que ser O'Hare el presentador?
– Me pareció que era el adecuado -mintió Ruth
Karl les explicó que él y Melissa pedían con frecuencia a Eddie O'Hare que hiciese de presentador, porque era de confianza, dijo Karl, y Melissa añadió que jamás se negaba a presentar a nadie
Ruth sonrió al escuchar lo que decían de Eddie, pero Allan no parecía estar de acuerdo
– ¿De confianza, decís? ¡Pero si llegó tarde! ¡Parecía que le hubiera atropellado un autobús!
Karl y Melissa convinieron en que había alargado algo más de la cuenta su presentación, pero era la primera vez, que ellos supieran, que hacía semejante cosa
– ¿Por qué quisiste que te presentara? Ruth-. Me dijiste que te gustaba la idea
De hecho, de Ruth había partido la idea de proponer a Eddie como su presentador
¿Quién dijo que no existe mejor compañía para una revelación especialmente personal que la compañía de personas que apenas se conocen? (Lo había escrito Ruth, en El mismo orfanato.)
– Bueno… -No se le ocultaba a Ruth que, en este caso, Karl y Melissa eran los que "apenas se conocen"-. Eddie O'Hare fue el amante de mi madre -anunció-. Ocurrió cuando él tenía dieciséis años y ella treinta y nueve. No le había visto desde que yo tenía cuatro años, pero siempre he querido volver a verle. Como podéis imaginar.
Aguardó. Nadie dijo una sola palabra. Ruth sabía lo dolido que iba a sentirse Allan porque no se lo había dicho antes, y porque cuando por fin se lo decía, era delante de Karl y Melissa
– ¿Puedo preguntarte -empezó a decir Allan, con no poca formalidad, tratándose de él- si la mujer mayor que aparece en todas las novelas de O'Hare es tu madre?
– No, según mi padre no lo es -replicó Ruth-, pero creo que Eddie quería de veras a mi madre, y que su amor por ella, una mujer mucho mayor que él, está presente en todas sus novelas
– Comprendo -dijo Allan. Ya había tomado con los dedos unas hojas de rúgula de su plato de ensalada
Para ser un caballero, como sin duda lo era, además de neoyorquino a carta cabal, un hombre mundano, los modales de Allan en la mesa eran atroces. Metía la mano en el plato de cualquiera (tampoco tenía pelos en la lengua a la hora de mostrar su desagrado por la comida que le habían servido después de comérsela) y siempre se le quedaban restos de comida entre los dientes
Ruth le miró, esperando ver un trozo de aquellas grandes hojas de rúgula entre sus caninos demasiado largos. También tenía largas la nariz y la barbilla, pero transmitían una discreta elegancia, contrarrestada por la frente ancha y plana y el cabello castaño oscuro muy corto. A los cincuenta y cuatro años, Allan Albright no mostraba señales de calvicie ni tampoco tenía una sola hebra gris
Era casi guapo, de no ser por los largos dientes que le daban un aspecto lobuno. Y aunque era esbelto y estaba en buena forma, comía con evidente placer. Ruth le evaluaba y veía con preocupación que de vez en cuando se excediese en la bebida. Ahora, al parecer, siempre le estaba evaluando, y con demasiad frecuencia su valoración era negativa. Pensaba que debía acostarse con él y decidir de una vez lo que habría entre ellos. Entonces Ruth recordó que Hannah Grant le había dado plantón. Se había propuesto utilizar a Hannah como una excusa para no acostarse con Allan, es decir, que Hannah sería esta vez la excusa de Ruth. Le diría a Allan que ella y Hannah eran tan buenas amigas que siempre se pasaban la noche en vela, hablando por los codos