Литмир - Электронная Библиотека
A
A

– Comprendo -dijo Eddie, seguro de que Ted se tomaba su tiempo a propósito antes de llegar a lo que había sucedido, probablemente porque quería que Eddie previera el accidente casi tanto como quería que lo viera.

– Bien; nos habíamos pasado el día esquiando, bajo una nevada constante, una nieve húmeda y pesada. Uno o dos grados más de temperatura y habría llovido en vez de nevar. Ted y Marion no eran unos esquiadores tan empecinados e insaciables como sus hijos. Thomas y Timothy, con diecisiete y quince años respectivamente, daban ciento y raya a sus padres, quienes por entonces tenían cuarenta y treinta y cuatro y a menudo terminaban la jornada en las pistas antes que ellos. Aquel día, en particular, Ted y Marion se habían retirado al bar de la estación de esquí, donde esperaron mucho tiempo, según les pareció, a que Thomas y Timothy bajaran una última pista…, y otra última después de ésa. Ya sabes cómo son los chicos, no se cansan de esquiar, así que la mamá y el papá esperaron…

– Comprendo, estabais borrachos -dijo Eddie.

– Ése fue un elemento más de algo que sería trivial…, me refiero a la discusión que tendrían Ted y Marion. Marion decía que Ted estaba borracho, aunque él no lo creía así. Y Marion, aunque no estaba borracha, aquella tarde había bebido más de lo que tenía por costumbre. Cuando Thomas y Timothy se reunieron con sus padres en el bar, ambos comprendieron que ni su padre ni su madre se encontraban en la mejor forma para conducir el coche alquilado. Además, Thomas tenía permiso de conducir y no había bebido. Estaba claro cuál de ellos debía ponerse al volante.

– Así que Thomas conducía -le interrumpió Eddie.

– Y, como eran hermanos, Timothy ocupó el asiento delantero. En cuanto a los padres, se sentaron allí donde un día acaban la mayoría de los padres: en el asiento trasero. En cuanto a Ted y Marion, siguieron haciendo lo que muchos padres hacen sin cesar: siguieron discutiendo, aunque la discusión seguía siendo irremisiblemente trivial. Por ejemplo, Ted había limpiado de nieve el parabrisas, pero no la luneta trasera, y Marion insistía en que debería haberlo hecho. Ted replicaba diciendo que en cuanto el coche estuviera caliente y en marcha, la nieve se desprendería. Y aunque resultó ser así (la nieve se desprendió de la luneta trasera cuando ni siquiera habían adquirido la velocidad normal en la carretera), Marion y Ted siguieron discutiendo. Sólo cambiaba el tema, la trivialidad permanecía.

Era aquélla una de esas poblaciones que viven del esquí; el pueblo en sí es más bien poca cosa. La calle principal es en realidad una carretera de tres carriles, cuyo carril central está diseñado para girar a la izquierda, aunque no pocos idiotas confunden un carril para girar con un carril de circulación, lo comprendes, ¿verdad? Detesto las calzadas de tres carriles, Eddie, ¿tú no?

Eddie se negó a responderle. Aquél era un clásico relato de Ted Cole: uno siempre ve aquello que debería temer, lo ve venir, cada vez más cerca. El problema es que nunca ve todo lo que viene.

– En fin -siguió diciendo Ted-, lo cierto es que Thomas estaba haciendo un buen trabajo, si tenemos en cuenta las condiciones adversas. Todavía nevaba, y ahora además estaba oscuro…, todo resultaba desconocido. Ted y Marion empezaron a pelearse acerca de cuál sería la mejor ruta para regresar al hotel. Era una estupidez, porque todo el pueblo estaba a un lado u otro de la carretera de tres carriles, y la carretera era en realidad una sucesión de hoteles, moteles, estaciones de servicio, restaurantes y bares, alineados a ambos lados de la carretera; sólo era necesario saber a qué lado de la calzada se dirigía uno. Y Thomas lo sabía. Sería un giro a la izquierda, al margen de cómo lo hiciera. Como conductor, no le ayudaba nada que sus padres estuvieran decididos a elegir exactamente el punto donde debía girar. Por ejemplo, podía girar a la izquierda en el mismo hotel (Ted aprobaba este enfoque directo), o podía pasar ante el hotel y seguir hasta el siguiente semáforo. Allí, cuando la luz estuviera en verde, podría dar media vuelta, y entonces se aproximaría al hotel por la derecha. Marion opinaba que dar media vuelta en el semáforo era más seguro que virar a la izquierda en el carril para girar, donde no había semáforo.

– ¡Vale! ¡Vale! -gritó Eddie en la oscuridad-. ¡Ya lo veo! -¡No, no lo ves! -gritó Ted a su vez-. ¡No puedes verlo hasta que haya terminado! ¿0 prefieres que no siga?

– No, sigue, por favor -respondió Eddie.

– Así pues, Thomas pasa al carril central, un carril para girar, no un carril de circulación, y enciende el intermitente sin saber que las dos luces traseras están cubiertas de nieve húmeda y pegajosa, pues su padre no las ha limpiado, como tampoco ha limpiado la luneta trasera. Nadie situado detrás del coche de Thomas puede ver el intermitente que indica hacia dónde va a girar, ni siquiera las luces de posición o las de freno. El coche no es visible, o sólo lo es en el último segundo, para cualquiera que se aproxime por detrás.

Entretanto, Marion dijo: "No gires aquí, Tommy… Es más seguro ahí adelante, en el semáforo".

"¿Quieres que dé media vuelta y que le pongan una multa, Marion?", preguntó Ted a su mujer.

"No me importa que le pongan una multa, Ted, es más seguro girar en el semáforo", respondió Marion.

"¡Basta ya!", exclamó Thomas. "No quiero que me multen, mamá", añadió el muchacho.

"De acuerdo, entonces gira aquí", le dijo Marion.

"Será mejor que lo hagas enseguida, Tommy, no te quedes aquí", terció Ted.

"Una estupenda manera de conducir desde el asiento trasero", comentó Timothy. Entonces Timmy vio que su hermano había girado las ruedas a la izquierda mientras esperaba todavía para virar. "Has girado las ruedas demasiado pronto", le dijo Tim.

"¡Es porque he pensado que iba a girar y después he pensado que no, capullo!", dijo Thomas.

"Tommy, por favor, no llames capullo a tu hermano", pidió Marion a su hijo.

"0 por lo menos no lo hagas delante de tu madre", añadió Ted.

"No, Ted, eso no es lo que quiero decir", dijo Marion a su marido. "Quiero decir que no debe llamar capullo a su hermano, y punto."

"¿Oyes eso, capullo?", preguntó Timothy a su hermano.»"Timmy, por favor…", dijo Marion.

"Puedes virar después de que pase esa máquina quitanieves", señaló Ted a su hijo.

"Papá, por favor, conduzco yo", replicó el muchacho.»Pero de repente el interior del coche se inundó de luz: eran los faros del coche que avanzaba hacia ellos por detrás, una de aquellas furgonetas llamadas «rubias» cargada de estudiantes de Nueva jersey. Era la primera vez que viajaban a Colorado. Es concebible que, en Nueva Jersey, no haya ninguna diferencia entre los carriles que sirven para girar y los de circulación.»En cualquier caso, los estudiantes creyeron que pasaban. Hasta el último instante no vieron el coche que esperaba para girar a la izquierda delante de ellos… en cuanto pasara la quitanieves que avanzaba por la otra dirección. Así pues, el coche de Thomas fue embestido por detrás y, como Thomas ya había girado las ruedas, el vehículo penetró en el carril del tráfico que venía en dirección contraria, que en este caso consistía en una máquina quitanieves muy grande que circulaba a unos setenta kilómetros por hora. Más tarde los estudiantes dijeron que su rubia debía de ir a unos ochenta por hora.

54
{"b":"101308","o":1}